ArtículosIniciosemana del 11 de JULIO al 17 de JULIOWinston Estremadoiro

Nuevos absurdos coca-cocaineros

“No news is good news”, ninguna noticia es buena noticia. Es dicho estadounidense que pudiera calar bien a la escena boliviana. La de América Latina parece estar cegada en angustia sobre Venezuela, preocupación por Colombia y esperanza sobre Argentina. Lo dice Uribe, un ex mandatario colombiano que debería plegarse a los esfuerzos de terminar la guerrilla que desde 1950 tiñe de sangre a su país. Tal vez lleva agua a su molino político, porque no toca la incertidumbre sobre Brasil, amén de olvidar a México y Perú, otras naciones de nota. Y Chile, que en cuanto a Bolivia se refiere, pudiera ser el brazo armado de la Alianza del Pacífico con anuencia de Brasil y beneplácito de EE.UU.

Es buena nueva que nuestro país no merezca líneas noticiosas pese a los dislates de Evo Morales. Sin embargo, creo que la solución a los problemas bolivianos vendrá de afuera. La decisión presidencial de legalizar 20.000 hectáreas de coca reafirma mi opinión. Le importan poco las cifras al Presidente boliviano, que además monta en la republiqueta chapareña como mandamás de las seis federaciones de cocaleros. Parafraseando sus palabras, le mete nomás y que arreglen los entuertos los abogados, que para eso han estudiado –y los jueces sumisos, digo yo.

En efecto, un absurdo es que el periodismo dé cuenta que aparte de ser país de tránsito de la droga peruana, el 35 por ciento de la producción de hoja de coca va a la fabricación de cocaína. El “cato” de coca por familia es un saludo a la bandera, así fuera solo para el Chapare, porque son otra cosa los rendimientos en las zonas “tradicionales” de los Yungas de La Paz. Sin embargo, allí los cocales se han expandido a tierras nuevas en La Asunta y Caranavi. Habría que contratar el lampión de Diógenes para saber cuánta coca hay en Ixiamas, o en el Parque Madidi. Para no hablar del Beni.

La región del Chapare Tropical comprende la parte selvática de la provincia Sacaba, la zona de Ibuelo de la provincia Tiraque, y parte de la provincia Carrasco, sin mencionar las áreas tradicionales de Yungas de Vandiola. Todas situadas en zonas tropicales del departamento de Cochabamba, aunque pondría mis quintos apostando que allí pronto habrá otra provincia – ¿o será departamento?, con capital en Villa Tunari o Lauca Eñe rebautizada a Villa Evo. Las cuantiosas inversiones en la región lo sugieren y estampillas del Jefazo y estatuas de sus progenitores en el supermercado de Punata hacen realidad todos los absurdos.

¿Rige el “cato” por familia en el infame “Polígono Siete” que los cocaleros han mutilado al invadir el Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro-Sécure (Tipnis)? ¿Regirá el “cato” por familia en el Parque Carrasco, donde cocaleros quizá tendrán energía eléctrica de la represa hidroeléctrica Ivirizu anunciada por Evo Morales? ¿Qué tal en Yapacaní y el Parque Amboró del departamento cruceño? Lo que es yo, decía un amigo, le meto a la coca si fuera Weenhayek y me envenenaran el río Pilcomayo de cuyos pescados araño un mal pasar.

 Un informe de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDC) da cuenta de que el año 2015 se produjeron 32.500 toneladas de hoja de coca, de las cuales 11.299 toneladas “no llegaron a los mercados legales de Villa Fátima (La Paz) y de Sacaba (Cochabamba)”. Si nos atenemos a que 125 Kg de hoja son necesarios para un kilogramo de pasta base, y que 2.5 kilogramos de pasta base rinden un kilo de cocaína pura, entonces 11.299 toneladas de hoja de coca dan para más de 90.000 kilos de pasta base y 2.5 kilos de ella darán poco más de 36 toneladas de cocaína pura. Son datos de Internet, maldita sea. No en vano dicen que la cocaína es el negocio más rentable del mundo.

Con razón resisten un estudio serio sobre los usos “tradicionales” de la coca en Bolivia, desde aquel del año 1978 realizado por William Carter y Mauricio Mamani que diera origen a las 12.000 hectáreas de coca requeridas para propósitos legales, que fueron insertas en la Ley 1008. El viceministro de Defensa Social y Sustancias Controladas declara que los resultados de la erradicación de cocales han sido exitosos, al actuar “sin violencia, en consenso, participación y control social”. Pues claro, “tanto pa’ mí, tanto pa’ vos”.

De ahí el interés del vicepresidente coordinador de los cocaleros del trópico (¿el presidente es Evo Morales?) cuando demanda que la nueva Ley General de la Coca asigne 7.000 hectáreas al Chapare. Como la hoja de coca chapareña es amarga para el “acullico originario” y otros “cachete hinchao”, entonces el Chapare dará la materia prima para más de 26 toneladas de cocaína y que se jodan otros productores de la hoja sagrada. Bolivia cultivará más coca, pero será fuente de menos volúmenes que la producción de droga colombiana y peruana, dicen. Tal aserto remata la verdad de que mal de muchos es consuelo de tontos.

La renuencia quizá sesgada de afrontar el narcotráfico ya causó papelón y dudas sobre el régimen de Evo Morales, pringando a tantos, en especial a altos mandos de la Policía. “Tanto, tanto ruido”, canta Joaquín Sabina, “y con tanto ruido, no escucharon el final”. Y no se ha escuchado todavía el final de esta tragicomedia boliviana plena de absurdos.

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