ArtículosInicioMarcelo Ostria Trigosemana del 14 de NOVIEMBRE al 20 de NOVIEMBRE

Estados Unidos y Latinoamérica

En febrero de 1974, en la ciudad de México, se reunieron los cancilleres de los países de América Latina y del Caribe con el entonces Secretario de Estado de Estados Unidos, Henry Kissinger, para sostener lo que se llamó  Dialogo de Tlatelolco. En esta reunión se puso a prueba la unidad de los latinoamericanos y caribeños frente a acciones de Estados Unidos, entonces consideradas perjudiciales para la región. En esa oportunidad, como pocas veces, hubo consenso en la formulación de planteamientos conjuntos al gobierno de Estados Unidos.

Habrá que recordar que en América Latina había profundas divisiones, las que se ahondaron con el derrocamiento del presidente de Chile, Salvador Allende. Pese a ello, hubo coincidencias en los planteamientos al Secretario de Estado y lo remarcable fue  que se trató de un diálogo en el que predominó el propósito de lograr entendimientos y concertar compromisos. Ciertamente eran otros tiempos, en los que el argumento valía más que la diatriba y el propósito común de llegar a consensos dejaba de lado la acusación aleve.

Después de más de tres décadas, sobrevendría la corriente del populismo confrontador, y la animosidad se puso de manifiesto con virulencia. Su consigna —claro que audaz y seguramente inalcanzable— es derrotar y hacer desaparecer el capitalismo y a su principal expresión: Estados Unidos, lo que en el futuro previsible será imposible lograr. Este objetivo fue fijado por el presidente venezolano Hugo Chávez, coincidiendo con los marxistas de la época de la Guerra Fría que afirmaban que al capitalismo lo arrollará la rueda de la historia, y que, al fin, se extenderá el socialismo en todo el orbe. Pese a lo anacrónica, la nueva prédica tuvo éxito en algunos países de nuestro continente; unos con mayor agresividad que otros, pero todos sin perspectivas.

Pero no hubo de parte de Washington la reacción de otros tiempos, la del “big stick” de Theodore Roosevelt. Parece que, con buen sentido, los de Washington siguieron el proverbio chino:Siéntate a la puerta de tu casa y verás el cadáver de tu enemigo pasar”.

Ahora, ya en retirada, el populismo enfrentará un adversario más duro. No parece que el nuevo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, sea tan paciente como sus predecesores ante la agresividad y las ofensas. No se trata ahora del uso de la fuerza, sino de la confrontación en otros terrenos, como el comercial, que, para los comparativamente más débiles, podría ocasionar resultados funestos.

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