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Algunos problemas del evolucionismo

Por: Gabriel Robledo

Fuente: Razón+Fe

PorGabriel Robledo, profesor de filosofía

Nueva ciencia e influencias ideológicas

Adentrarnos en el evolucionismo o más propiamente en el origen del hombre, es tener contacto con diversas ciencias que nos dan los métodos y herramientas necesarias para intentar descubrir la respuesta a tan grande interrogante. Lamentablemente hay tantos modos de concebir la ciencia por lo que algunas personas incluyen a la filosofía como ciencia y otras no, lo mismo con la teología ¿Es ciencia aquel estudio que busca conocer a Dios, el cual es inmaterial y, por lo tanto, excluido de toda medición cuantitativa y reacciones fisicoquímicas?

Este problema de las ciencias, que parece indiferente ante el tema que se intenta indagar, está presente y me atrevo a decir que es causa de muchas resoluciones que se han dado con respecto al evolucionismo.

Cuando hoy en día se habla de separación de ciencia y filosofía, o de fe y razón, necesariamente se ha de ir un momento de la historia en la cual, la escolástica comenzaba a ser despreciada. Ya no se tendrá a Aristóteles o Santo Tomás de Aquino como máximos referentes de la sabiduría, ni se buscará una certeza basada en comprender las primeras causas de los entes, sino simplemente en el fenómeno de los entes, en la experiencia y la medición correspondiente del ente material que se intenta estudiar. Ya Galileo Galilei (1564-1642) dirá: “La Filosofía está escrita en este grandísimo libro que continuamente está abierto ante nuestros ojos (quiero decir el universo), pero no se puede entender si primero no se aprende su lengua y los caracteres en los que está escrito. Está escrito en lengua matemática y los caracteres son triángulos, círculos y otras figuras geométricas sin los cuales los medios es imposible humanamente entender una palabra; sin ellos es un vagar vanamente por un laberinto oscuro[1]

La matemática será el nuevo método de hacer filosofía de la naturaleza. Esto es debido a que el comienzo de la ciencia moderna se identificará en un primer momento con la filosofía, un modo de hacer filosofía más exacta y más perceptible. Newton, no por otro motivo, pondrá como nombre a una de sus grandes obras “Principios matemáticos de la filosofía natural” (Philosophiæ naturalis principia mathematica).

Ya establecido este nuevo modo de hacer filosofía (o ciencia), se le añadirá que, desde el siglo XVI con el iluminismo, el empirismo, el naturalismo y el anti-clericalismo, propagado éste último especialmente por la masonería, se fundamentase una nueva cosmovisión en las sociedades y en las universidades. En este ambiente, no ha de sorprender por qué Erasmo Darwin, abuelo de Charles Darwin, haya sido cercano a la masonería[2] o incluso posiblemente masón. Su obra Zoonomia (1794), ya muestra ciertas tesis evolucionistas, que luego heredará su nieto.

La búsqueda de novedad y el deseo de dar explicaciones que se alejasen totalmente de la teología, conllevaba a tener un deseo de cambio o de duda. Por ello cuando Darwin, en su obra El Origen de las Especies, intentaba ver el mundo y los seres vivos como creación de Dios, se preguntaba: “¿Por qué según la teoría de la creación había tantas variedades y tan pocas novedades reales?”. La similitud en la diversidad daba a Charles Darwin una pobre idea de Dios[3]

Teniendo en cuenta el tiempo en el que vivió Darwin (1809-1882) se entiende cómo había una claro combate de cosmovisiones totalmente opuestas. La Revolución Francesa mostró que era posible quitar a Dios y a la Iglesia Católica de la sociedad política, incluso que se podía asumir un nuevo modo de concebir a la sociedad desde sus fundamentos. Los científicos o investigadores también tendrían esa postura, si Dios no está en la sociedad, puede no estar en el origen de la vida y del hombre.

Darwin era consciente de lo que generaría y generó a través de su famoso libro, e incluso afirmaba con toda tranquilidad que su teoría sería incompatible con la creación, y por lo tanto, Dios sería prescindible: “Mi doctrina seria como el Evangelio de Satanás… he pensado mucho sobre lo que Ud. (Ch. Lyell) manifiesta con respecto a la aceptación de una fuerza creadora. Y no veo esa necesidad; su admisión haría inútil la teoría de la selección natural[4].

La insuficiencia de los fósiles

Cuando se escucha hablar de evolucionismo se piensa instantáneamente en el gráfico (repetido hasta el cansancio) que representaría la evolución del hombre, desde el primate común y corriente, pasando por homínidos que tienden de a poco a erguirse y perder su pelaje, hasta llegar al ser humano de hoy en día.  Esta gráfica sería el dogma visual que evidenciaría la innegable teoría, además, como todo los medios de comunicación y el sistema educativo lo tiene como “la teoría laica” (irreligiosa) del origen del hombre, desde temprano se nos presenta la evolución como fundamentada en serios estudios científico-experimentales y que las pruebas fósiles serían la evidencia irrefutable y sensible que demostraría la indudable existencia de los eslabones intermedios.

El problema de los eslabones intermedios en los animales en general, es que brillan por su ausencia, y es que como afirma el evolucionista George Gaylord Simpson: “todo paleontólogo sabe, que la mayoría de las nuevas especies, géneros y familias, y que prácticamente todas las categorías encima del nivel de las familias aparecen en el registro fósil súbitamente y no se derivan de otras, por secuencias de transición graduadas y continuas”. También su discípulo, el paleontólogo David Kitts, dice que: “A pesar de la brillante promesa de que la paleontología proporciona el medio de ver la evolución, ha presentado algunas desagradables dificultades para los evolucionistas, la más notoria de las cuales es la presencia de “brechas” en el registro fósil. La evolución requiere formas intermedias y la paleontología no las proporciona”.[5]

En el caso de la evolución del hombre sucede algo similar e incluso paradójico. Los fraudes sobre fósiles de supuestos antecesores del hombre actual, explicado muy bien por Enrique Diaz Araujo en “Evolucionismo y Fraude”, publicado en la revista Mikael, muestran a su vez cómo este campo, el de la paleontología, está dominado por personas que deben ser evolucionistas para sobresalir o tener renombre, y que los fraudes que salen a la luz y al conocimiento público, son fruto de peleas internas, en las cuales los investigadores se desprestigian entre sí para acrecentar la propia fama y hundir al otro. Pero ¿Cuántos fraudes serán los que no salen a la luz y no saldrán por intereses económicos e ideológicos?

Ahora bien, prescindiendo de esto, y aceptando la fiabilidad de este campo, lo paradojal y estrictamente extraño, es que la evolución del hombre es tenido por evidente cuando el neantherthal más antiguo data de hace 150.000 años[6], mientras que el homo sapiens más antiguo lo estiman con 300.000 años de antigüedad[7]. En otras palabras, ¡el fósil más antiguo del antecesor inmediato del homo sapiens, data de mucho tiempo después del fósil más antiguo del sucesor!

Para salvar el problema de esto, ahora se afirma que “el linaje humano no es una fila india, sino un árbol frondoso, y cada vez más, en palabras de Brian Villmoare, de la Universidad de Nevada en Las Vegas”, Y que “Tan complejo se ha vuelto el panorama que el genetista evolutivo Mark Thomas ha llegado a asemejarlo al mundo que imaginó J. R. R. Tolkien en El señor de los anillos.”[8]

En conclusión, la reconocida gráfica de la evolución humana con su orden del menos evolucionado al más, no necesariamente debe ser correcta, sino que puede estar desordenada y mantener su validez según el evolucionismo actual.

Problemas según la filosofía aristotélica y la incapacidad de la ciencia moderna evolucionista

La ausencia de eslabones intermedios, según las afirmaciones de reconocidos evolucionistas citados anteriormente, tanto en los diversos animales como en el hombre mismo, se explican por las leyes de Mendel que son la base de la Genética, las cuales afirman que en la transmisión del código genético, los “determinantes hereditarios son absolutamente reacios a la innovación e indiferentes al ambiente[9].

Esto es sólo una prueba empírica de lo que se afirma en la filosofía aristotélico-tomista. La unión hilemórfica explica muy bien cómo en los entes materiales hay una composición necesaria de materia prima y forma sustancial. La forma sustancial es el principio por el cual se actualiza (le da el ser a) la materia y la organiza de una determinada manera, al mismo tiempo, la materia prima es para la forma, por lo que es el sustrato en donde se recibe un determinado modo de ser.

Por lo tanto, la forma, al ser el principio actual del ente material, lo determina a obrar de un modo específico. Por esto, un león no obra como jirafa, porque la forma león lo hace obrar de este modo, y no de otro. Esto se explicita desde la misma concepción del ser vivo, ya que la cría de león recién fecundado, no tiene una gama de posibilidades de ser una especie diferente (jirafa, rinoceronte, ciervo), sino que la cría de león será de la misma especie de sus padres. Las variantes que tendrá al desarrollarse luego de nacer, no será de orden sustancial (transformación) sino de orden accidental, es decir, las características serán diferentes del padre y de la madre, pero no lo harán una nueva especie.

Lo que para la filosofía aristotélica es de experiencia, los evolucionistas, en cambio, creen en que las especies tienen la capacidad de engendrar una especie diferente.

Cabe aclarar que cuando se critica al evolucionismo, no apunta a lo que se le llama “cambios microevolutivos” (que más propiamente sería llamarlo, intraespecificos), que son modificaciones en que “la misma especie va cambiando[10], pero ese cambio en la especie no conlleva que tarde o temprano haya una macroevolución (cambio en la especie), ya que si así fuese, habría innumerables especies intermedias tanto en los fósiles cómo hoy en día, diferenciándose incluso en variadísimas genealogías que representarían el conjunto de microevoluciones de determinados predecesores.

Sin embargo, lo que hoy se ve es que, no hay fósiles que muestran esas especies intermedias, ni hay hoy en día en los diversos animales esa variadísima diferencia que habría en cada animal individual que sería el resultado del conjunto de microevoluciones de determinada genealogía.

Pero lo que es más increíble, es pensar que la microevolución en los homínidos logren en un momento alcanzar una transformación no sólo de especie, sino de jerarquía formal. Los evolucionistas afirman que es posible un paso del alma animal al alma humana racional. Claro está que los evolucionistas no se fundamentan en la filosofía aristotélico-tomista (ya se vio el desprecio por ésta desde el comienzo de la ciencia moderna), por lo que todo lo ven como cambios físico-químicos, incluso la inteligencia y la voluntad están en el orden de la materia y no en lo espiritual. El evolucionismo conlleva necesariamente al materialismo, y viceversa.

Conclusión

Teniendo en su conjunto las complicaciones que se derivan tanto desde la ciencia experimental como de la filosofía, el evolucionismo es propiamente una creencia que resulta del desprecio al orden de la naturaleza y por lo tanto una postura buscada intencionalmente para prescindir de Dios y de su creación.

Por otra parte, hay por ahí incluso católicos evolucionistas, que hacen verdaderos malabares para intentar una síntesis entre tan opuestas posturas. Y estos no sólo deben tener fe en que la paleontología y la genética algún día logren dar verdaderas pruebas de que la evolución es una posibilidad, sino que además deben ir en contra de la filosofía tomista, la cual es asumida por la Iglesia Católica (leer la encíclica Aeterni Patris), así como aceptar plantearse diversos problemas teológicos que no se explicarán aquí, pero que serían tan graves que irían en contra del dogma.

Bajo todas estas complicaciones, impresiona que en todos los ámbitos se tenga a la evolución como un hecho ya verificado o casi resuelto. Lo que la ciencia no logra explicar, lo hacen los medios de comunicación, las revistas, el sistema educativo o incluso algún que otro teólogo, llevando a imponer una idea no por su acercamiento a la verdad, sino por conveniencia, por amor a la novedad o por desprecio a la teología tradicional.

Referencias

[1] Carlos VALVERDE, Génesis, estructura y crisis de la modernidad, Madrid 2003, Biblioteca de Autores Cristianos, pág. 57.

[2] Biesto, Carlos: “Las Jirafas son jirafas. Los enigmas del evolucionismo”. Gladius, XIII: 101

[3] Ibid.

[4] Ibid., 103

[5] Leguizamón Raúl O. (2009): La superstición darwinista. Verbo, nº 471-472: p. 49. Se puede consultar online en: https://fundacionspeiro.org/

[6] https://www.univision.com/explora/el-hombre-de-altamura-el-adn-de-neandertal-mas-antiguo-encontrado

[7] https://www.nationalgeographic.com.es/ciencia/actualidad/hallan-marruecos-los-fosiles-mas-antiguos-homo-sapiens_11586

[8] https://www.bbvaopenmind.com/ciencia/biociencias/el-linaje-humano-crece-y-se-complica-del-eslabon-perdido-al-arbol-y-a-la-red/

[9] Biesto, Carlos: “Las Jirafas son jirafas. Los enigmas del evolucionismo”. Gladius, XIII: 106-107

[10] Monedero, Juan Carlos: ¿Evolucionismo católico? Algunas objeciones a esta falsa alternativa. Puede leerse online en: https://historicamenteincorrecto.files.wordpress.com/2014/01/evolucionismo-catc3b3lico-algunas-objeciones-a-esta-falsa-alternativa.pdf

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