La estafa
Susana Seleme Antelo
“Al final, ¿qué es el futuro?”, reflexiona el comisario, “una excusa para hablar del presente”.
Gregorio Belinchón. BABELIA
Para hablar, también, del pasado. En la Bolivia actual, desde el presente pandémico de la Covid19, imposible no recordar el lastre de los pasados casi 14 años de Evo Morales presidente. Es un pasado que se proyecta como sombra sombría sobre el presente y el futuro, por mucho que el régimen y sus hombres lo nieguen. Negacionistas consumados.
No obstante, hay personas que se lo recuerdan al actual presidente, Luis Arce, de manera contundente: “Cállese señor Arce, ya hizo mucho daño a nuestro país… Durante años fue el cajero del despilfarro masista que nos dejó un sistema de salud, casi en ruinas … prefirió gastar en helicópteros, museos y palacios para su jefe, antes que en camas para hospitales… prefirió gastar en alfombras persas para su oficina, antes que en unidades de terapia intensiva…”
Se lo recordó el actual alcalde de La Paz, Iván Arias*, quien le ganó al candidato designado por el propio Morales, en las elecciones municipales de marzo pasado. Y es mucho más lo que habrá que recordarle al ‘cajero del despilfarro’. Fue ministro de economía durante 12 años de la era Morales, 2006/2019, en tiempos de hiperprecios de materias primas. Creyó que era merito suyo, quizás por eso fue su delfín en las elecciones 2020.
El alcalde paceño puso el dedo en la llaga en esta malhadada tercera ola de la pandemia, sin infraestructura sanitaria frente al virus que infecta y mata sin tregua, sin camas de terapia intensiva, sin oxígeno, sin medicinas, médicos sin contratos y sin vacunas, frente a ganas legítimas de sobrevivir.
Hoy sufrimos las consecuencias de aquel despilfarro descomunal. En realidad, se trata de una estafa a la sociedad boliviana mediante la engañosa propaganda del ‘proceso de cambio’ y de la impostura étnica ‘originaria-indígena-campesina, que no sacó de su pobreza ancestral ni a indígenas ni a campesinos. Para el economista Gonzalo Chávez, “en Bolivia, la pobreza, la exclusión social, el centralismo, y el racismo eran y son causas pendientes y justas de larga data…”. Morales profundizó el extractivismo, señala, aprovechando la bonanza externa del incremento de precios de materias primas. El experto petrolero Carlos Delius lo corrobora, pues los precios del petróleo West Texas Intermediate (WTI) que influyen en la fórmula de precios del gas exportado por Bolivia, “venían en alza”. De $us 14.24 por barril en 1998, subió a $us 66.05, a inicios de la exportación a Brasil, en 2006. “El precio promedio más alto de la década 2010-2019, fue de 93.28 dólares, es decir que se multiplicó (93.28/14.24) = 6.55 veces.” Esa variable “no estuvo, ni está, bajo control del vendedor Bolivia, o del comprador Brasil.” La bonanza no fue obra ni de Morales ni de Arce. (La política hidrocarburífera en crisis. La tormenta perfecta. Fundación Milenuim. Mayo 2021.)
Morales y su ministro de economía, hoy presidente, malgastaron esa bonanza en perjuicio del patrimonio nacional y del desarrollo humano: salud y educación, ante todo. Obviaron el desarrollo de las fuerzas productivas, la creación de trabajo y empleo también productivos, para disminuir el fenómeno de ‘la informalidad’, verdadera estrategia de sobrevivencia que practica entre 70 y 80% de la población, ante la magra oferta del sector público y privado. A la par, la corrupción del régimen fue pan de cada día: tráfico de influencias en todos los aparatos del Estado, subordinación total del Poder Judicial, adjudicación de contratos directos sin licitación, sobreprecios en obras y compras sin rendición de cuentas, amén de sopapos al Estado de Derecho, a la convivencia democrática entre diferentes, con muertes, persecución, exilios, y todo en connivencia con el corporativismo cocalero, tan cerca del narcotráfico, bandas de contrabandistas y otras tropelías.
Que hoy el régimen se rasgue las vestiduras por los $us 2.3 millones de coima, vía intermediarios, para el ex ministro de Gobierno, Arturo Murillo, suena a hipocresía. Es ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio, lo que no impide exigir transparencia absoluta en los hechos pasados y presentes. Por citar un ejemplo, más allá del Fondo Indígena o de los ‘favores’ a Gabriela Zapata, expareja sentimental de Morales, a la empresa China CAMC, y de otros casos: ¿quién autorizó en 2012, el pago de más $us 28 millones para comprar 16 barcazas y dos empujadores a la empresa coreana General Marine Business? De esos casi 30 millones de dólares, “$us 3 fueron a parar a cuentas personales”, según el Ministro de Defensa Rubén Saavedra, años después. (Página 7, La Paz 23.IV.2017) Las barcazas nunca llegaron. Ninguna máxima autoridad del Ejecutivo fue procesada. “Podridos hasta la médula”, diría Hannah Arendt.
No hay excusas para dejar enterrada en el pasado la estafa infringida a la sociedad boliviana. No la pueden tapar los negacionismos de Morales, Arce y todo el MAS. La múltiple estafa debe ser saldada.
*El gobierno central somete a Arias a recortes de presupuesto, congelamiento de cuentas, le inventan juicios, lo citan a audiencias procesales sólo por haber sido ministro en el gobierno de transición de la expresidenta Jeanine Añez, a quien denigran sin medida ni clemencia.
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