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LOS SINUOSOS

Manfredo Kempff Suárez

Carlos Valverde tiene razón cuando dice – y escribe – que el MAS, en su afán de terminar con la vida de Jeanine Añez, está errando el camino y la va a convertir en una heroína americana. Para muchos de los bolivianos la ex presidente ya es una heroína, hoy mismo; por su coraje y por soportar a costa de su deteriorada salud medio año de infame confinamiento en la cárcel de Miraflores, y otros seis meses más de “detención preventiva” que ya le han anunciado.

No es necesario volver a referirse a los motivos del abuso que se está cometiendo, ante la mirada miope y anodina del presidente Arce Catacora, siempre temeroso de Evo Morales, como muchos somos temerosos de Dios. Reiterar que la señora Jeanine Añez solo cumplió con su deber constitucional es lo único que importa, pero resulta ocioso repetirlo para los oídos sordos del MAS. Eso indigna a los masistas, y como Morales sabe que al huir despavorido y tratar de cortar la sucesión legal a la presidencia eliminando los derechos de su partido, le falló el conocimiento de la Constitución, quiere enmendar su error de otro modo, tergiversando la verdad, y entonces, ahora, a Añez se la acusa hasta de golpista genocida, pasando por otras aberraciones. ¿Pero estos ignorantes sabrán lo que es genocidio?

El MAS y su jefe han vuelto a utilizar lo que han practicado desde que asumieron el poder: la sinuosidad. Son sinuosos. Pareciera ser un mal de los de su clase eso de esconder lo que verdaderamente quieren hacer. Ocultan sus propósitos de una forma sibilina, expresando a la gente – enemigos o amigos –, todo lo contrario de lo que piensan realizar. Lo importante es nunca decir la verdad, jamás demostrar sus verdaderas intenciones ni sentimientos. De ahí los fraudes electorales, las mentiras sobre golpes, los embustes sobre cifras de crecimiento económico, los engaños en las negociaciones, y, lo que es su mejor arma, las prevaricaciones en una justicia que manejan a su antojo.

Lamentablemente esto de la doblez, del fingimiento, de la hipocresía, es un mal que, sin razón, nos humilla a todos los bolivianos, porque no todos somos así. El simulador acartonado de corbata o el fingidor de chompa o chamarra son un peligro absoluto, porque, con corbata o sin ella, son lo mismo. El prototipo de los llamados “dos caras”. Alguien de quien nada se puede creer y menos confiar. Ahora, Jeanine Añez, como antes Leopoldo Fernández, los jóvenes acusados del Hotel Las Américas y cientos de casos más, han pasado por esas manos: las de los sinuosos.

Esta especie de sujetos no asesina violentamente como en otras dictaduras. Ya le hubieran pegado un tiro a Leopoldo o a Jeanine. O los habrían colgado en sus celdas fingiendo un suicidio. Asesinaron en el Hotel Las Américas y han matado en varios enfrentamientos aprovechando de la multitud como en La Calancha o Senkata, donde es fácil culpar a otros. Es que la sinuosidad no es amiga del disparo ni del estrangulamiento; es de la mentira. No te sacan de tu cama a patadas a media noche; más bien te citan a declarar en una audiencia preparada por magistrados de mirada ratonil, donde más te vale llevar ya en el bolsillo el cepillo de dientes y el jabón, porque serás detenido “preventivamente”.

Las suciedades que están haciendo con Jeanine Añez han trascendido las fronteras hace mucho. Pero eso, en vez de intimidarlos, parece darles una animación morbosa, que los incita a persistir en la maldad y a buscar aliados de su misma calaña. Hay noticias de que la señora Añez ha sido postulada para el Premio Sájarov, establecido por la Unión Europea por la defensade la libertad de conciencia y quien primero lo recibió fue Nelson Mandela. Muy justo.

Eso del premio, para los sinuosos, es un hecho que les debe causar una ansiedad malsana. Como ya han expresado que el criterio de la Unión Europea es despreciable porque ha coincidido con la OEA en lo que se refirió al fraude electoral del 2019, tratarán de tomarlo a broma, a chunga. O tal vez los enfurezca al extremo de torturar más aún a su víctima cautiva, siempre en silencio, bisbiseando maldades entre ellos, llevándola al límite de su resistencia.

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