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EL DERECHO Y LA HISTORIA

Manfredo Kempff Suárez

Ahora que transita en su etapa oral el largo juicio que ha planteado Bolivia contra Chile ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya (CIJ), aparecen voces en la delegación chilena que nos sorprenden, porque afirman que Bolivia está haciendo una demanda histórica y no jurídica. Esa es una forma de tratar de impresionar al Tribunal y a la comunidad de naciones en contra de nuestros argumentos. Pero no se podría entender cómo Bolivia le reclamaría a su vecino por su territorio arrebatado si no se refiriera a la Historia. Porque es la Historia, desde las guerras de la Confederación Perú-boliviana, la que marca nuestra separación de Chile, así hubiéramos sido aliados simbólicos, en la guerra contra España en 1866.

Mas la Historia dice que Chile nos invadió y nos arrebató el litoral en 1879. Y es una verdad innegable. Y dice la Historia que los estadistas chilenos de entonces nos ofrecieron soluciones para tener un acceso al mar cuando se dieron cuenta de que no era posible dejarnos enclaustrados. Hubo gobernantes, de aquellos tiempos, que sintieron remordimiento por el ataque a Bolivia y decidieron, por lo menos, no dejarla sin un puerto. Eran mentes visionarias que sabían perfectamente que una nación no podía vivir sin costa, por pequeña que esta fuera, si se le habían arrebatado 400 kilómetros de litoral. Era hacerse de un enemigo para siempre.

Ante una invasión de esa naturaleza, no provocada por Bolivia, nuestros derechos tienen que estar fundamentados por la Historia. Sin Historia, no habría derechos ni nada que reclamar. Si no recordáramos la guerra del 79, el pacto de tregua, el brutal ultimátum de Koenig, el Tratado de 1904 con la bayoneta en el cuello, y toda la sucesión de incumplidos ofrecimientos que nos hizo Chile posteriormente, no tendríamos motivos para estar ahora en La Haya, sentando a Chile en el banquillo del acusado.

Es absurdo, por tanto, que los políticos y juristas chilenos protesten porque Bolivia alega más temas históricos que jurídicos ante el Tribunal. Hay que hacer entender a la comunidad internacional  que nuestros derechos nacen de la Historia, que están indisolublemente ligados a ella. Si no nos referimos a la Historia, ¿cómo exigir una compensación si  Chile afirma que Bolivia jamás tuvo mar ni puerto? ¿Cómo pedir nada si en las escuelas enseñan a los niños que Chile “reivindicó” la provincia de Atacama?

Muy bien ha estado el agente boliviano Eduardo Rodríguez Veltzé y los jurisconsultos que representan a Bolivia en La Haya al referirse a la Historia, porque de ahí se desprende lo jurídico, nuestros derechos, nuestras justificadas demandas. Que S.E. afirme que Antofagasta volverá a ser de Bolivia es algo que está fuera de toda lógica por supuesto y así lo entendemos todos sin extrañarnos. Pero que Sebastián Piñera, exitoso empresario y estadista educado para la política, afirme que Antofagasta “fue, es, y será” chilena, tiene muy mala intención, mala leche diría os vulgarmente, porque Antofagasta se fundó un siglo antes de la guerra. Eso se inscribe en lo que muchos chilenos creen y es que “recuperaron” Antofagasta. Aquello no es posible porque Antofagasta fue boliviana y Piñera lo sabe de memoria, como todos sus togados que ahora hacen malabares de convencimiento frente una Corte que no va a sucumbir ante sus falsedades.

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