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¿Todos los pueblos de América tienen derecho a la democracia?

Por Gabriel C. Salvia

(Análisis Latino) La Cumbre de las Americas en Cartagena de Indias deja en evidencia que la Organización de Estados Americanos (OEA) está jaqueada tanto por los autócratas del Siglo XXI como por la falta de compromiso democrático de los países latinoamericanos.

Es que haber instalado en la agenda central el tema de la participación en la Cumbre de un país con un régimen de partido único, es decir una dictadura, no tendría que haber merecido ni discusión. Sin embargo, este absurdo planteo del presidente ecuatoriano Rafael Correa, acompañado por sus colegas del ALBA, demuestra los límites a las convicciones democráticas en la región.

Por otra parte, siendo tan claro lo establecido en la Carta Democrática Interamericana (CDI), en lugar de debatirse la posibilidad de invitar a una dictadura a participar en un ámbito que no le corresponde -dada su ilegitimidad política para representar a un Estado- debería estar discutiéndose seriamente si los países del ALBA están respetando la misma.

Tampoco hay coraje político de ningún lado para sincerar el debate regional. Una manera sería dejando sin efecto la CDI, debido a que es de cumplimiento imposible para un organismo en el cual la amplia mayoría de los Estados representados no demuestran un firme compromiso en la promoción de la democracia, mientras que otros países miembros con gobiernos claramente opuestos a los principios que sostiene la OEA (democracia y economía de mercado) boicotean en forma obscena su funcionamiento.

Otra forma de sincerar las divisiones políticas hemisféricas requeriría de la valentía de los líderes autócratas del ALBA en demostrar el supuesto apoyo mayoritario a la dictadura cubana y al »anti-imperialismo» en la región, exigiendo que para integrar la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC) los países miembros deban renunciar a la OEA.

Pero ninguna de estas opciones es viable. En el primer caso, porque tanto Estados Unidos como Canadá no estarán dispuestos a arriar la bandera democrática en el hemisferio y al mismo tiempo reconocer el fracaso de su diplomacia. Y en el segundo caso porque los autócratas se especializan en perpetuarse en el poder y son más demagogos que revolucionarios, por lo cual no se arriesgarían a quedarse solos e incluso perder a algunos de sus socios del ALBA, como los Estados caribeños.

Ante esta encrucijada, la OEA requiere de un liderazgo político dispuesto a actuar con determinación en este organismo regional o de lo contrario seguirá careciendo de una efectiva incidencia política en el hemisferio.

Y una persona con prestigio, talento y vocación –que claramente no es su actual Secretario General- no sólo tendría que tomarse en serio los objetivos de la OEA sino cambiar su estrategia, empezando por el cumplimiento –uno por uno- de los artículos de la Carta Democrática Interamericana en todos los países del hemisferio.

De esta manera, en lugar de discutir si una dictadura de más de medio siglo tiene que participar en un ámbito democrático, se debería articular una estrategia hemisférica en favor de la apertura política en Cuba para que allí -al igual que en los otros 34 Estados que conforman la OEA- también se cumpla con el artículo primero de la Carta Democrática Interamericana: »Los pueblos de América tienen derecho a la democracia».

Gabriel C. Salvia es editor de Análisis Latino y compilador del libro »Diplomacia y Derechos Humanos en Cuba».

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