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El peligroso Camaleón

Desde tiempos remotos, el ser humano se ha organizado en sociedad y ha establecido parámetros de organización y orden para sobrevivir y salvaguardar sus propios intereses. Como es lógico, en estas organizaciones hay liderazgos y jerarquías que permiten diferenciar al caudillo, líder, gobernante o como se le quiera llamar.

A lo largo de la historia, las civilizaciones han parido todo tipo de líderes; están los que pasan a ser considerados héroes por sus acciones nobles y virtuosas o por la suerte que muchas veces traen las circunstancias. También están los que son recordados como déspotas o enemigos de la población, esto por la misma razón que los primeros, pero a la inversa. Es decir, la incapacidad a la hora de tomar decisiones provoca acciones injustas y viciosas.

Está claro que las personas idealizan a quienes tuvieron la suerte y la posibilidad de gobernar bien (éstos líderes son convertidos en una especie de ser divino), asimismo al caudillo que desempeñó un mal papel se los demoniza y se lo guarda en los rincones más negros de la memoria colectiva. También es evidente que por mera naturaleza los gobernantes siempre han tenido oposición. En algunos casos ésta nada más busca el poder y se caracteriza por ser reaccionaria y no tener proyecto alguno. Cuando es así, el grupo opositor no progresa y generalmente se corroe a sí mismo desde sus propias entrañas (traición, desunión, ética desnutrida, estrechez de pensamiento, etc.).

El tipo de oposición que acabamos de describir, es sin duda el grupo que aniquila la heterogeneidad de las poblaciones, pues no cumple la función de regular y proponer, sino que se termina auto-carcomiendo y acabando con las esperanzas de las personas que buscan una sociedad lo más equilibrada posible. Por tanto, se puede concluir que la oposición será útil para la sociedad, siempre que juegue un papel protagónico y coherente con sus circunstancias y posibilidades, de lo contrario no es más que una herramienta que favorece al poder oficial.

Lógicamente, no se puede obviar que también existieron -y existen- oposiciones constructivas a los grupos de poder dominante. Usan todo tipo de métodos para preservar o crear el respeto que las minorías merecen. Proponen, son creativas y la violencia no está en sus planes a menos que sea para defenderse de un ataque.

Este tipo de instituciones virtuosas, que siempre son localizables en las sociedades (en mayor o menor grado), usan la creatividad como herramienta básica. Hoy en día por ejemplo, tenemos la tecnología con sus diversos medios para difundir ideas y organizar grupos, o la cultura con sus distintas formas de difusión de pensamiento, como el teatro, cine, literatura, y un gigantesco etcétera.

Las personas se pueden organizar para protestar contra un orden político, pero también lo hacen para reivindicar valores perdidos, o reprochar vicios que consideren dañinos para la sociedad. Los poetas del siglo de oro español, son quizá uno de los ejemplos más claros de crítica hacia un entorno y un imperio que empezaba a mostrar signos de decadencia reflejados en la corrupción y desorden moral e institucional.

Francisco de Quevedo es uno de los autores más emblemáticos de esta época, también se involucró en política, y poco a poco se fue desilusionando de las personas a las que servía, entonces llegó a criticar a quienes antes había defendido a rajatabla (esto le costará la cárcel). Criticaba vehementemente la vida cortesana y su afeminamiento, no soportaba ver tanto desorden moral; a ello se debe que su poesía satírica sea también considerada como poesía ética, donde despotrica contra los vicios de muchos cortesanos a los que compara con el camaleón.

La comparación de líderes viciosos corrompidos con la figura del camaleón, es sin duda una entre infinitas formas de creatividad, con la que los autores de la época expresaban su crítica y rechazo al entorno: de forma graciosa y jocosa se burlaban de sus contemporáneos haciendo uso de inagotables fuentes y recursos literarios como por ejemplo, las creativas agudezas que teorizó Baltasar Gracián ‘‘Arte de ingenio, tratado de la agudeza’’ (Madrid, 1642).

Cabe señalar que esta comparación crítica sigue siendo perfectamente trasladable a muchos líderes, entre ellos, el presidente de nuestro país, que desde que asumió su cargo no deja de comportarse como un camaleón, es decir, cambiando de color según las circunstancias. Por ejemplo: los giros que dan sus discursos según donde se encuentre, las represiones que ordena después de llamar al diálogo (a indígenas del TIPNIS.), y la corta estabilidad que tienen sus decisiones.

El camaleón es un animal que no tiene oído y por ende solo es capaz de detectar vibraciones y sonidos de baja frecuencia. El presidente Evo Morales, sí tiene oídos, pero al parecer éstos le funcionan como al de un camaleón, pues no escucha los gritos de un país que parece despedazarse, y aún así, continúa labrando sus maniobras populistas y demagogas. Él dice escuchar al pueblo y afirma que obedece el mandato del mismo, pero al parecer solamente escucha vibraciones cuando en realidad ha habido gritos, sangre, golpes.

Asimismo, los camaleones viven en solitario toda su vida y son bastante agresivos con los de su misma especie: otra coincidencia con el presidente de Bolivia, que constantemente procede a oprimir a sus ciudadanos, siendo que ellos ostentan la misma condición que él, es decir, la de seres humanos.

Esperemos que la rectificación del abusivo decreto contra los trabajadores de salud, sea sincera, y no sea como lo que sucede con los indígenas del TIPNIS., quienes están marchando por segunda vez a la cuna del centralismo para reclamar por algo que ya les habían concedido, pero que les fue quitado de forma camaleónica. Urge que Evo Morales deje su comportamiento de camaleón, ya que es peligroso ser gobernado por un hombre que cambia de color de acuerdo a la proximidad de un eventual adversario o aliado.
(05052012)

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