A LOS CRUCEÑOS DE HOY
Hace pocos días releí uno de los poemas más bellos y significativos que se han escrito en la lengua castellana. Se trata de la “Balada para los poetas andaluces de hoy”, de Rafael Alberti (1902—1999), uno de los grandes de la llamada Generación del 27. La lectura de este poema me ha sacudido profundamente, pues aunque Alberti se dirige a los andaluces de la segunda mitad del siglo XX, pareciera que el poeta nos estuviera hablando a los cruceños de hoy, en este año del Señor de 2012.
Qué cantan, qué miran, qué sienten los poetas andaluces de hoy, reclama la voz del poeta, que enseguida responde que cantan, miran y sienten como hombres, pero insiste de manera apremiante: “Dónde están los hombres”, porque cuando cantan, miran y sienten “parece que están solos”. Esta realidad a la que se enfrenta el poeta y a la que hace enfrentarse a los lectores hace que eche un grito adolorido que le sale de lo profundo del alma: “¿Es que ya Andalucía se ha quedado sin nadie?/ ¿Es acaso que en los montes andaluces no hay nadie?/ ¿Qué en los mares y campos andaluces no hay nadie?”. Y Para aguijonear todavía más, después de decir que los poetas andaluces cantan, miran y sienten como hombres se pregunta “¿Pero, donde están los hombres?”.
Hace más de cien años ——desde el Memorando de 1904—los cruceños tomamos conciencia de nuestra marginalidad e iniciamos el largo y penoso camino de afirmación de lo nuestro, de visibilizarnos en un país en el que la llanura sólo era tomada en cuenta por algún poeta despistado. Gracias a los hombres de la Sociedad de Estudios Geográficos e Históricos (fundada en 1903), el proceso se inició a partir de la historia. Esto hizo que la comunidad cruceña se mirara al espejo y poco a poco tomara conciencia de sí misma y a partir de esa singularidad luchara para ocupar un sitio dentro de la vida republicana y, sobre todo, ser protagonista del momento histórico y proyectar su futuro. En estos cien años los cruceños hemos aprendido —gracias a la heroicidad de los que nos han precedido en el tiempo— que si queremos ser protagonistas de la construcción de nuestro futuro tenemos que hacerlo nosotros mismos contra viento y marea; que somos bolivianos porque nos da la gana y, sobre todo, y como consecuencia de lo anterior, que primero es Santa Cruz.
El proceso, con sus altas y bajas, con sus victorias y sus fracasos, siguió su curso, hasta que llegó el momento en el que los cruceños nos visibilizamos ante Bolivia y el mundo y tomamos las riendas de nuestro presente y futuro. Aprendimos que trabajando desde Santa Cruz y con el empuje cruceño, lo estábamos haciendo para todo el país. Y creo que así lo empezó a entender una buena parte de la ciudadanía boliviana. Sin embargo, en estos últimos cinco años los cruceños y lo cruceño, hemos empezado a caer en un abismo insondable que nos está llevando a echar por la borda la maravillosa herencia que nos han legado con sangre y sudor nuestros antecesores en la historia. Parafraseando al poeta andaluz, los cruceños de hoy cantamos con voz de hombre, “pero, dónde están los hombres?”; con ojos de hombre miramos, “¿pero dónde los hombres”?; con pecho de hombre sentimos, “¿Pero, dónde los hombres”.
El maravilloso poema de Alberti termina con una voz de esperanza, pues él es un andaluz para quien Andalucía es primero. “Cantad alto. Oiréis que oyen otros oídos./ Mirad alto. Veréis que miran otros ojos./ Latid alto. Sabréis que palpita otra sangre”. Yo también quiero terminar este artículo con el optimismo del poeta del Puerto de Santa María. Si bien es cierto que de pronto miramos a nuestro alrededor y vemos cruceños cansados, pero sobre todo desencantados, asediados por la desesperanza y la frustración, que están al borde de la rendición y a punto de vender su progenitura por un plato de lentejas, es hora de reaccionar. Nos oyen otros oídos, nos miran otros ojos, palpita otra sangre.
Primero Santa Cruz. No renunciemos a lo nuestro; no renunciemos a nosotros mismos.