Alcides Parejas MorenoArtículosInicio

¿PATRIMONIO NACIONAL?

Santa Cruz de la Sierra, la ciudad que el 26 de febrero de 1561 fundó Ñuflo de Chaves en el mismo corazón de Sudamérica, nació para ser la capital de la más extensa gobernación de la Audiencia de Charcas, que había sido creada a instancias de Chaves el año anterior. Santa Cruz de la Sierra nace a la historia con una doble misión, que cumplirá a cabalidad a pesar de su aislamiento y pobreza. Por una parte  nació como una “ciudad de frontera”, creada para ser punta de lanza y protección del resto de la Audiencia contra los ataques de los “indios de guerra” y los avances de los mamelucos paulistas y para ser el nexo de unión entre las tierras altas y la llanura; por otra parte, la ciudad recibió el encargo de su fundador de “poblar y desencantar la tierra”.

Desde el primer momento los cruceños hemos querido ser dueños de su destino. Esto se demostró cuando a la muerte de Chaves nombró como su sucesor a Diego de Mendoza, por voluntad de los vecinos; cuando, a través de su gobernador, se pidió a la Compañía de Jesús que se haga cargo de la evangelización de Chiquitos; cuando, a pesar de su pobreza estuvo permanentemente conquistando territorios, tanto durante el período colonial como republicano; cuando se lanzó el Manifiesto de 1868 protestando por el tratado de límites con Brasil, pues se corría el riesgo de quedarnos sin salida al Atlántico; cuando en 1904 se hizo conocer el Memorandum en el que se plasma una visión de país como jamás se había hecho en la historia boliviana; cuando a mediados del siglo XX decidió hacerse visible a Bolivia y al mundo y se exigió el 11% de las regalías petroleras.

En este proceso histórico —que arranca el 26 de febrero de 1561, fecha en la que se inicia lo cruceño, como cultura mestiza— es fácil distinguir algunos rasgos fundamentales del ser cruceño. En primer lugar todos estos hechos se pudieron materializar gracias al pragmatismo que caracteriza al cruceño, que lo lleva a tomar siempre la iniciativa sin esperar que nos den las cosas. Este pragmatismo se convierte en virtud porque siempre ha estado acompañado de un gran amor a la ciudad, a la región. Esto ha hecho que los cruceños —sin renunciar a nuestra ideología o posición política— estemos dispuestos a unirnos, porque primero es Santa Cruz. Finalmente, este pragmatismo y amor por la tierra, ha hecho que los cruceños huyamos de la mediocridad a la hora de llevar adelante nuestros planes.

A 452 años del inicio de este proceso histórico y cuando pareciera que los cruceños estamos renunciando a ser nosotros mismos y estamos vendiendo nuestra primogenitura por un plato de lentejas, se hace necesario que recordemos que no necesitamos ser reconocidos como patrimonio nacional porque  somos bolivianos porque nos da la gana.

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