Hugo pervive en Evo
¡Ah!, las cosas que ocurren detrás de bastidores del poder, pensé. La chusca de moda en ágapes sociales es “esta vieja es peor que el tuerto”, que en micrófono abierto comentó el mandatario uruguayo sobre Cristina Kirchner. Ensombreció que Mujica sea un revolucionario austero, antípoda de falsos profetas que se llenan los bolsillos a nombre de los pobres. La siguió embarrando al aclarar que hablaba de Lula, que tuerto no es, así le guste la cachaza; y Dilma, que aunque un lustro mayor y torturada por la dictadura, se ve más joven y linda sin tanta pintura ni abalorio caro.
Nicolás Maduro me evoca al pajarón de Plaza Sésamo –Big Bird en inglés, Abelardo en español– que apaleó la nalga de la burguesía, supuestamente sin espiritualidad para entender su visión ornitológica. Como ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio, pensé, tomando en cuenta a la “boliburguesía”, clase de nuevos ricos avivados, que aparecieron como hongos con el aguacero anual de miles de millones de ingresos petroleros, con que se benefició el régimen de Hugo Chávez. Sin mofarme de implicancias fálicas, cavilé que ojala su “pajarito chiquitico” no se le aparezca a Evo.
Fíjense en lo que dicen ocurrió con las mandatarias de Argentina y Brasil. Aunque estaba dispuesto que la primera dijese una encendida elegía en el velorio, que palideciese a Homero en la oración fúnebre de Aquiles a su amigo Patroclo, cuando Cristina se dio cuenta de que era un muñeco de cera y no cadáver de un ser deformado por el cáncer, se indignó tanto que urdió una disculpa y volvió a su país. Abandonó sin pasaje gratis de retorno al Presidente Mujica, llegado con ella a Caracas: tal vez ahí está el meollo del “esta vieja es peor que el tuerto”. Informados Dilma y Lula de la tramoya, se disculparon y también se marcharon antes del entierro.
Más pudo la veneración de Evo Morales por su difunto padrino, que el respeto a su alta investidura. Le habían negado acceso al moribundo, o ya difunto, en los viajes que hiciera a Cuba y Venezuela con tal ‘trascendental’ motivo. Quizá se la tragó entera si atribuyó a la cosmetología la apariencia rozagante del cadáver de cera, y acompañar sus exequias hasta su entierro días después.
Tales especulaciones, ¿o hechos?, dan pie a un intento de comparar al grandilocuente bolivariano y su émulo y ahijado andino. Empiezo por su común denominador, de que a mucho hablar, mucho errar o proferir zonceras, probado por los libros de “chaveadas” que tal vez llenan tantos estantes en Venezuela, como las “evadas”, pasadas y futuras, en Bolivia.
Según Daniel Yergin, el balance de 14 años de chavismo en Venezuela empieza por el descontento social provocado por bajos precios del petróleo a finales de los 90, que le abrió las puertas del palacio; el aumento de su valor desde el año 2000 le puso alas a la revolución bolivariana de Chávez.
Puede ser que la asunción meteórica de Evo Morales se debió al descontento social con gobiernos misérrimos de componendas después del fracaso de la UDP y el desastre de golpistas militares. También jugó un papel de nota la ilusión de ser potencia gasífera con reservas logradas por la capitalización de empresas y el gasoducto Santa Cruz-São Paulo (el mayor proyecto boliviano reciente); luego de renegociar contratos, que hoy embuten como ‘nacionalización de hidrocarburos’, pocos negarán que el auge de rentas gasíferas, altos precios de minerales e inéditas reservas de divisas (para no hablar de la pichicata), dieron lugar al dispendio, muchas veces arbitrario, dando alas al gobierno del cambio, que insisto en calificar como relevo de rateros.
Digan si la política de subsidios a los energéticos y la ineficiencia de las petroleras estatales no es un cáncer común a Venezuela y a Bolivia. Quizá no llega a extremos caribeños, ebrio con miles de millones de ingresos petroleros, donde el litro de agua mineral –importada, claro– cuesta más que el de nafta. Pero hay un paralelo boliviano a los once mil millones de dólares que el país caribeño malgasta anualmente en subsidiar combustibles en el mercado interno. ¿A cuánto llega el subsidio suicida de la gasolina en Bolivia?
Hugo Chávez optó por rebalsar su bonanza petrolera a países vacíos: miles de millones regalados a Cuba, Nicaragua y un rosario de islitas caribeñas cuyo nombre pocos recuerdan. Pocos venezolanos conocen, o les importa, que la dependencia del ‘imperio’ se ha incrementado. Imagínense, en el país de las reservas de oro negro más grandes del mundo, en diciembre pasado las importaciones de EE.UU casi llegan a doscientos mil barriles de energético, la mitad de los cuales era gasolina.
No creo que Evo juegue a la geopolítica del socialismo del siglo 21. Pero en la mal gobernada Bolivia, preocupa el mercado negro de gas subsidiado al otro lado del Desaguadero; no se lo combate, tal vez porque los matuteros son ‘originarios’ aymara en conjura con pares peruanos. Si se cambió la férula del ‘imperio’ yanqui a la dependencia bolivariana, ¿a cuánto llega la deuda del diesel importado de Venezuela, ahora que se viene el fin de la ‘regaladera’ chavista?
“¡Uh!, ¡ah!, Chávez no se va”, gritaba la grafía gigante típica de autócratas, fondo de peroratas del dictador de Sabaneta. Pues se fue después de 14 años. Según Boris Gómez Úzqueda, ¿cómo fuera si en los siete años de Evo Morales, el país se hubiera abocado a producir valor agregado, siendo que hoy quita el sueño la falta de nuevos mercados para exportar gas?
(20130411)