Ovidio Roca
Vivimos en la Civilización del Espectáculo, en la cual: “el primer lugar en la tabla de valores vigente lo ocupa el entretenimiento, y donde divertirse, escapar del aburrimiento es lo importante”*. Sociedad en la cual, la “publicidad y sus eslóganes, lugares comunes, frivolidades, modas y tics, ocupan casi enteramente el quehacer antes dedicado a razones, programas, ideas y doctrinas”*.
En este escenario, los activistas plurinacionales se encuentran en su salsa, pues son expertos en organizar entradas, bailes, marchas y bloqueos y ahora en promover cumbres, desfiles, fiestas y eventos deportivos El cacique cocalero organiza y participa diariamente del show, para ser el show mismo. Un espectáculo en el cual se muestra que no tienen nada que decir ni hacer en favor del país, al margen de promoverse como el cacique y gobernante eterno.
Como parte del show, que mantiene permanentemente ocupada a la población y feliz a los gobernantes, se inventan y crean nuevos rituales indígena-originarios como el año nuevo aimara y la fiesta de entronización del inca-cocalero. De lo que se trata es de ser el foco de los medios de comunicación, especialmente la TV y la radio y ser permanentemente admirados y mejor si amados por la población.
Al igual que en Méjico se componen los narco-corridos, aquí se hacen películas y coca-novela, la que se pasa por las centenas de radios compradas por el gobierno para masificar al individuo y hacerles perder su individualidad. Esto conduce a una sociedad que puede ser fácilmente manipulada, en la cual el individuo se desindividualiza, se vuelve masa y de manera inconsciente regresa a la magia, a la horda, a su ser primitivo, al ayllu y sobre todo se torna sumiso y temeroso ante caudillo, ante el al jilacata. Y en medio de ello, lo que se hace es vender el proceso de cambio.
El líder cocalero recordando sus buenos tiempos de sindicalista y futbolero, ahora con dinero público, se solaza mandando construir canchas de futbol, de coliseos, de museos y palacios en su honor y hasta el hipódromo más grande de américa. Con la plata de los bolivianos se compra (en lugar de alquilar servicios, mucho menos caro), un costoso satélite chino y el mejor y más lujoso avión capitalista para asistir a todos los show, juntuchas y reuniones sin saber mayormente de que se tratan, pero disfrutando de ellas; especialmente en aquellas donde están los hermanos mayores: cubanos, venezolanos, chinos, rusos e iraníes. Sus seguidores aplauden felices pues detrás de cada compra hay jugosas comisiones.
Los actos nacionales cuando presididos por el necesario Fouché a la sombra del poder, vestido elegantemente al último grito del show fashion; muestran como telón de fondo, como escenografía, a bellas y magnificas mujeres criollas para deleite de los especta-culos, pues finalmente de lo que se trata, no es de promover cultura de vida, de belleza, de convivencia, de trabajo creativo, sino de mantener ocupado y encandilado al pueblo.
Es el tiempo de la cocacracia y la oclocracia, en una sociedad mediática y de masas manipuladas, en un país donde escasean los líderes, las personas comprometidas con ideales de justicia de libertad, de progreso. Ahora solo vemos gente atemorizada, desconcertada, desconfiando unos de otros y que deambula buscando como acomodarse a las actuales circunstancias del país y del poder y con poco interés en liberarse, pues al parecer tienen miedo a la libertad.
Como vemos, los gobernantes plurinacionales son los mejores exponentes de la Civilización del Espectáculo, descrita por el admirable escritor e ideólogo liberal, Mario Vargas Llosa. Los áulicos que lo critican deberían leerla.
*La Civilización del Espectáculo, de Mario Vargas Llosa