ArtículosInicioMarcelo Ostria Trigosemana del 14 de ABRIL al 20 de ABRIL

América Latina en ebullición

Desplazados los regímenes de facto en América Latina por gobiernos democráticos, se pensó que la violencia política iría a disminuir. Se creyó que con gobiernos legítimamente elegidos las tensiones disminuirían, y que, a la vez, se tendría el instrumento del voto para impedir posibles abusos y la perpetuación de caudillos en el poder. Pero las tensiones persisten, y la violencia criminal aumenta, lo que da validez a la conclusión de un reciente estudio de la Oficina de Naciones Unidas para la Droga y el Delito que atribuye los altos índices de asesinatos al crimen organizado y a la herencia de décadas de enfrentamientos políticos violentos.

Pocos países de nuestro continente se han librado del agravamiento de la violencia. Claro que hay diferencias notables en la intensidad y en los objetivos. Pero el resultado es que se vive una época de crispación, pues nadie puede asegurar que la violencia y los peligros no están a la vuelta de la esquina.

El informe de la ONUDC, concluye en que América Latina es la región más violenta del mundo y que los índices de asesinatos en Honduras (90,4 por cada 100.000 habitantes), Venezuela con 53,7, El Salvador 41,2 sean, de lejos, superiores a los de Irak, que sufre sangrientos enfrentamientos entre facciones religiosas, y que tiene un índice de sólo 8 asesinatos por cada cien mil habitantes. Bolivia, anduvo cerca con 775 asesinatos, o sea 7,7 por cada cien mil habitantes.

Y como si esto fuera poco, la violencia oficial que acompaña a la criminal también ha crecido. Esto sucede especialmente en Venezuela, que se ubica como el segundo país más violento del continente, tanto por la criminalidad como por la represión política.

Los estudiantes, las amas de casa, la gente de la clase media y los trabajadores venezolanos, han salido a las calles de sus ciudades para protestar por la escasez de artículos de primera necesidad, por la precariedad económica, por la carencia de garantías y por la permanente violación de los derechos fundamentales y que, en respuesta, han sufrido la brutal represión del régimen.

No sorprende, entonces, que en la reciente reunión de diálogo entre el gobierno y la oposición venezolana, Maduro haya afirmado que no habrá «ni negociación ni pacto, aquí lo que hay es un debate, un diálogo, que es diferente a una negociación y a un pacto». Esta no es una buena señal para un esfuerzo destinado a contener la violencia en Venezuela. Y lo más grave sería que esa violencia se extienda con “efecto dominó”.

(20140416)

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