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Los desafíos del tercer mandato

Por: Flavio Machicado Saravia

Si mi abuelita no estaría muerta, estaría viva”, suele decir con sencillez la gente para significar algo que pudo haber sido y no fue. Hoy es el caso de analistas y opositores repentinamente autocríticos que consideran que si Unidad Demócrata (UD) y el Partido Demócrata Cristiano (PDC) hubieran participado juntos en las elecciones generales del pasado 12 de octubre, el Movimiento al Socialismo (MAS) no estaría ahora celebrando los dos tercios de votos en la Asamblea Legislativa.

El caso es que los opositores concurrieron a los comicios separados y le sirvieron en bandeja de plata un triunfo aplastante al MAS, que implica, por segundo período consecutivo, el control hegemónico de los cinco órganos del Estado y la posibilidad de que se apruebe una reelección indefinida.

Las proyecciones de La Razón indican que el MAS logró los dos tercios de votos en el pleno de la Asamblea Legislativa y en la Cámara de Senadores, pero que le falta un curul en la Cámara de Diputados. Sin embargo, está detrás de los dos curules que sacaron el MSM y el PVB, pero que quedaron sin sigla.

Además, es muy conocido que en los pasillos del Parlamento se aplican otro tipo de “lógicas”, por decir algo suave, para persuadir a los parlamentarios, ahora opositores, de que apoyen al bando mayoritario.

El caso es que, el asunto está cerrado. El MAS tiene nuevamente el poder total y la oposición, por más que ahora sí se una en la Asamblea Legislativa, no logrará hacerle sombra ni ponerle si quiera una zancadilla. ¿Hay sorpresa? Realmente, no. Sabíamos que si la oposición concurría con cuatro candidaturas, el MAS terminaría imponiéndose como lo hizo.

Pero, ¿qué se viene ahora para el MAS y para el país con esta correlación de fuerzas?

Los dos tercios de votos le sirven al MAS para abrir la Constitución mediante una ley que debe ser aprobada por ese número de votos en la Asamblea Legislativa. La apertura de la Constitución le permitirá al MAS replantear la fracasada reforma judicial para elegir nuevamente y de otra manera a los magistrados del Órgano Judicial. Y, es probable que aprovechando ese pretexto se introduzca algún artículo que permita la reelección presidencial mientras el pueblo lo permita.

Los dos tercios en las cámaras, dependiendo del caso, también sirven para elegir/designar al Fiscal General del Estado, al Contralor, a los vocales del Órgano Electoral Plurinacional (OEP), al Defensor del Pueblo y otras altas autoridades del Estado. En suma, sirven para concentrar más poder.

Pero, sin dos tercios de votos, también se puede gobernar sin sobresaltos y para eso el MAS tiene algunos desafíos y/0 obligaciones adquiridas durante la campaña.

Una de esas obligaciones adquiridas es darle luz verde a la agenda de los agroindustriales cruceños. Uno de los estrategas masistas, el peruano Walter Chávez, en su más reciente aparición en televisión, aseguró que el MAS viró al centro. Puede que haya virado un poquito más allá del centro y que tenga que ponerse a tono con las políticas y exigencias de los empresarios cruceños.

La ampliación de la frontera agrícola, la plena aceptación de los cultivos de transgénicos, la l iberación de las exportaciones, la construcción de infraestructura para el desarrollo del sector son algunos de los temas de esta agenda. Los empresarios, por naturaleza, están en contra de las conquistas sociales de los trabajadores, con quienes el presidente Morales ha sido generoso al dotarles importantes aumentos salariales, doble aguinaldo y al garantizar su estabilidad laboral. Habrá que ver ahora cómo balancea sus compromisos con los empresarios y con los trabajadores, que también son sus aliados mediante la Central Obrera Boliviana (COB).

La agenda de los desafíos económicos incluye la reforma de la Ley de Hidrocarburos y la Ley de Electricidad que consolidarán el monopolio de las empresas estatales en la cadena de estos dos sectores. Son dos cambios obligados porque esas leyes están en contradicción con la Constitución del 2009 y con los decretos que sirvieron para nacionalizar en esos sectores.

En medio de este panorama, la tarea pendiente del Gobierno es lograr la verdadera industrialización de los recursos naturales, que hasta ahora realmente no se ha concretado ni con el gas, ni con el hierro, ni el litio. El Gobierno dice que en hidrocarburos eso ya es una realidad, pero separar líquidos del gas natural no es industrializar.

La política de las rimbombantes obras continuará con el sueño de Morales de poner el nombre de Bolivia al lado de las grandes potencias que desarrollan energía nuclear con fines pacíficos, sin tomar en cuenta que países como Chile han desistido de semejante proyecto tras los catastróficos sucesos de Japón. Expertos del área consideran que esta no es necesaria para Bolivia porque si se trata de producir electricidad, aquí con el potencial hidroeléctrico basta y sobra en el marco de una adecuada política. Si el objetivo final es construir un imaginario con impacto regional para mostrar que Bolivia es capaz de desarrollar la energía nuclear, eso es jugar con fuego.

Si bien la economía de Latinoamérica ha empezado a mostrar una desaceleración desde el último trimestre del año pasado por la reducción del precio de los minerales, al parecer esa tendencia no le alcanzará a Bolivia con la magnitud con la que está afectando a otros países porque la mayor parte de la economía nacional se sostiene con la venta del gas natural a Brasil y Argentina, cuyo precio para Bolivia es excelente, de largo plazo y amarrado a contratos duros. Seis de cada 10 dólares que Bolivia recibe por exportaciones provienen de esos ingresos y no parece que vaya a cambiar significativamente. En los últimos años, hubo escenarios de crisis, pero gracias al gas y la inversión estatal aún la economía boliviana siguió mostrando buenos resultados en su tamaño.

EL POPULISMO: HORIZONTE FRAGIL E INCIERTO (*)

Cuando Evo Morales gano las elecciones de 2008, declaró que su victoria era “la peor pesadilla de los EE.UU.”. Seis años más tarde, la peor pesadilla del ALBA parece ser la estagnación del crecimiento económico; una desaceleración causada en parte por privilegiar lo ideológico sobre lo comercial a la hora de realizar tratados de libre comercio. Es en este contexto poco alentador que el Presidente Morales arremete nuevamente contra las economías con mejor desempeño de la región, con adjetivos calificativos como “lacayos”. Si bien es imposible saber qué piensan los magistrados del Corte de la Haya, no requiere de mucha imaginación asumir que seguramente esta perspectiva causará cierta impresión entre sus magistrados, ya que Bolivia pelea por una salida soberana al mar, al mismo tiempo que su Presidente reniega la integración con economías del Pacífico.

Las elecciones ya pasaron, al igual que el tiempo para la demagogia antiimperialista. Lo prudente ahora es reflexionar acerca de los alcances de la economía boliviana y la necesidad de un mayor relacionamiento con las economías vecinas. Cuando los socios ideológicos (Argentina y Venezuela) pasan por una crisis y el socio hegemónico (Brasil) entra en una desaceleración, necesitaremos una mínima articulación para seguir gastando a manos llenas. Una apertura comercial hacia el Pacífico, nuevo escenario económico más importante del presente siglo, es casi tan importante como una salida soberana al mar. Pensar lo contrario es un soberano disparate.

Al margen de nuestra reivindicación histórica y frontera con el Océano Pacífico, resultará imprescindible un mayor acercamiento con nuestra dos economía vecinas: Chile y Perú. Ya sea porque – por ahora – son tránsito obligado hacia otras economías, o porque articularnos con sus sistemas productivos es la mejor manera de hacer viable nuestro crecimiento económico. Pensar que podemos seguir lanzándoles escarnios, en vez de avanzar intercambios, sigue siendo un soberano disparate.

Al otro lado del ALBA, nuestros compradores de materias primas favoritos – Brasil y Argentina – están preocupados con el narcotráfico. Ya sea porque Bolivia es país de tránsito del nuevo gran productor (Perú), o porque les preocupa la producción nacional de cocaína y otros estupefacientes, el hecho es que temen por su juventud, que manifiesta una alta demanda por estos productos. Esta realidad pareciera ser inconsecuente con nuestra salud económica. Después de todo, no tenemos por qué hacernos responsables de lo que jovencitos en favelas de Rio de Janeiro o Buenos Aires inhale. Pero cuando están de por medio los esquemas de integración, los intereses económicos de la región también pudiesen ser víctimas de la indignación política de la actual oposición en estas dos economías vecinas.

Mientras que Brasil y Argentina abren y cierran flujos por fronteras con Bolivia, en función a coyunturas en pleno desarrollo, a la Presidenta Rousseff se le acusa de haber aislado al Brasil de las corrientes comerciales del mundo, lo que le ha restado impulso para seguir escalando a nuevos niveles de desarrollo. Sin una integración con las economías del mundo, Brasil difícilmente podrá seguir satisfaciendo a la nueva clase de consumidores, que no se resignarán a bajar de escaños su actual nivel de vida. Si nosotros continuamos con el desarrollo autárquico selectivo, soñando con la demanda interna y haciendo negocios solamente con aquellos que nos simpatizan, lo propio puede ocurrir en Bolivia.
La desaceleración de los precios internacionales podría estar marcando la presencia de un nuevo ciclo económico depresivo. Los tiempos de abundancia extractivista, que permitía una política dispendiosa del gasto corriente y una elevación artificial de inversiones públicas, puede estar marcando el fin del populismo derrochador. En el pasado, cuando la coyuntura de los 70´ fue favorecida por el alza de los precios del petróleo, también vivimos de la idea de que éramos muy buenos deudores.

Hoy los economistas de la bonanza comparan el Valor Bruto de la Producción (PIB nominal) con el nivel de la deuda externa y pronostican que la relación se mantendrá igual en el tiempo. Lo que no observan es la relación deuda externa y PIB nominal, que se irá aumentando en la medida en que se reduzcan los precios de las materias primas, como parece que seguirá ocurriendo. Otra cosa sería si habláramos del PIB real (a precios constantes), que en los últimos 9 años aumentó en alrededor de un 50%. La deuda externa, en cambio, se duplicó en el mismo período, dando una relación muy diferente.

Es decir, nuestra capacidad de pago estaría supeditada a nuestra capacidad de producción de materias primas y de sus precios internacionales, que son volátiles. A su vez, la ilusión de la demanda esta predicada en el hecho que esta demanda aumentó, gracias a la coyuntura externa y a otros factores internos. Ahora que la demanda por bienes y servicios es mayor, las expectativas de aquella masa que se beneficia de la bonanza serán difíciles de bajar. Para satisfacer el keynesianismo populista, el Gobierno puede verse tentado a seguir incrementando el gasto corriente, lo que podría dar lugar a una presión que fácilmente derivaría en un proceso inflacionario.

La lección por venir es que los sectores primarios no tienen la capacidad de respuesta, tal como se vio en experiencias pasadas. Nuestro crecimiento autárquico y aislamiento comercial de economías que consuman productos bolivianos que no sea gas, zinc, plomo y estaño, parecería entonces ser estructural, más que falta de voluntad política. Nuestro sueño del Pacífico, por lo tanto, parece ser más una reivindicación emocional e histórica, que una planif icación de largo plazo. Si mañana regresáramos al mar, ¿qué exportaríamos? ¿A quién?

Blindar nuestra economía requiere de mucho más que cobrarles el triple por la gasolina a los coches extranjeros que cruzan nuestro territorio, o pretender reducir el contrabando de productos subvencionados a economías vecinas.

Requiere de una industria nacional que por el momento palidece ante un modelo que esquizofrénicamente dice desearla, pero que en la práctica reniega la inversión privada. Y cuando de inversión extranjera directa se habla, la antipatía y anticuerpos son aún mayores.
Sin las exportaciones a Brasil y Argentina, que en su mayor parte es gas, nuestros mayores socios comerciales son (en orden de importancia) Estados Unidos, Perú, Colombia, Japón, China, Australia, Singapur y Corea del Sur. En la lista no hay un solo país del ALBA. En consecuencia, necesitamos un viraje hacia una mayor integración y articulación económica con todos los países de la región, en especial con los que componen la alianza del Pacífico, que son los que avanzan en la dirección correcta. De lo contario, estaremos apostando solamente por la integración que satisface prioridades ideológicas, intercambiando utopías, sin resolver los problemas reales de fondo. La complementariedad ideológica funcionó muy bien en época de bonanza. Ahora es hora de enviar al cosmos, a la Haya, vecinos y Némesis imperialista por igual, el mensaje correcto: queremos que nos devuelvan nuestro mar porque necesitamos integrarnos y exportar. Insistir en decir que aquellos que se integran son “lacayos” sería un soberano disparate.

(*) Por Flavio Machicado Saravia, Miembro de Número de la Academia Boliviana de Ciencias conómicas.

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