Decadencia moral del poder
Llegaron ufanos al poder, planteando que era la hora del hombre nuevo, de la ética, de la transparencia, del respeto a las mujeres, a los indígenas y a la Madre Tierra. Aseveraron que iban a dejar atrás los desastres morales del neoliberalismo y la ausencia de ética del mercado.
Demasiado pronto se fue notando que tenían pies de barro. El caso de Santos Ramírez era apenas la punta del ovillo que no acaba aún. Los favores al clan Terán mostraban que la ética no estaba presente, sino que el narcotráfico podía decir presente, pero muy cerca al Gobierno.
Juraron austeridad frente al despilfarro del erario público hecho por los neoliberales, pero muy pronto se veía caravanas de coches lujosos resguardando a los ministros; caravanas de coches más lujosos cuidando al jefe de los jefes. La austeridad se transformó en avión de lujo.
Pero no bastaba eso, la austeridad se transforma en museo propio para el jefazo y en nuevo palacio para poner incienso a su figura. Para que no haya problemas de liquidez para el despilfarro, se eliminaron leyes de licitaciones para las grandes obras y aparecieron las invitaciones directas, como forma de administración del presupuesto público.
Se les dijo a los jóvenes que era un error estudiar en la universidad, que era mejor ser dirigente sindical o de los movimientos sociales para llegar más rápidamente al poder. Se eliminó la vieja independencia sindical y los dirigentes cobistas o de otros movimientos sociales fueron cooptados, no con valores, sino con fajos de billetes para que hagan loas al Gobierno.
Los funcionarios públicos, los ministros aprendieron que para seguir recibiendo el favor del jefe no había que administrar bien el cargo público, sino que había que ser profundamente obsecuente, prender velas e incienso al jefe, hablar de él maravillas, compararlo con Mandela, aseverar que él es el que cambiará al mundo, que apagará los fuegos del calentamiento global y que dotará de una nueva ética al universo.
Se repetía que la nueva ética implica valorar el ama sua, ama k’ella, ama llulla. Pero no sabíamos que el ama llulla había sido decir que se tiene título cuando no se lo posee; afirmar que los hijos murieron y parece que están vivos.
Se repetía ama sua, pero al lado estaba la realidad del Fondo Indígena y de los contratos chinos. Se invocaba el ama quella, pero eso se transformaba en partiditos de fútbol y baile general en cuanta entrada folklórica hay en el país. Se decía que lo que importa es la palabra empeñada y no la cuna, pero el dueño del poder prometió no candidatear si se aprobaba la Constitución, pero la palabra quedó en nada y se la violentó, se mintió.
En la vida de los padres lo que más importa son los hijos, es lo mejor de la vida verlos nacer, y la peor desgracia es que alguno muera. Nada de esto está internalizado en el poder. Para el poder lo que cuenta es mantener ese poder a toda costa, no importa que el costo sea la mentira o el olvido de los hijos. Ésta es la herencia que deja el poder al país. Éste es el mensaje de disvalores o antivalores que se da a los jóvenes y a las nuevas generaciones.
El Gobierno debe gobernar, pero de manera vergonzosa se ve a los ministros y autoridades defendiendo a un buen padre, ocupándose con énfasis de informar si el hijo existe o no existe: uno lleva el certificado de nacimiento, el otro asevera que al jefe lo engañó una niña. La otra pide a su presidente que le informe si le «tocó la pancita” a su pareja; otro diferente, el que no paga pensiones a su hijo, dice que los certificados son falsos y oculta otros papeles.
Otro dice que quizás la madre hizo trata de personas si sacó a su hijo del país; asimismo, indica que para cuidar la integridad de la señora se la lleva a otra cárcel más segura. El otro no habla de la calidad de la educación, sino afirma que el niño no está inscrito en ninguna escuela.
La comisión para investigar tráfico de influencias dice que no hay que invitar a declarar ni al Presidente ni a su expareja, sino de lo que se trata es de saber si las perforadoras tenían aceite en sus tornillos. Todos, a coro, quieren sembrar nabos en nuestras espaldas.
Todo lo que vivimos es no otra cosa que una degradación moral del poder.
Fuente: paginasiete.bo