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Imprescindible y posible

Susana Seleme Antelo

“La Democracia Republicana es imprescindible porque concilia la ética con la ley, el derecho propio con el deber colectivo, la educación con el desarrollo, la no explotación de la pobreza como recurso político. ¿Lo podemos hacer? No sé si lo podemos hacer, pero es imprescindible.”

Santiago Kovaldoff

‘Renunció el tirano’. ‘Huyó Morales’. ‘Nadie se cansó, nadie se rindió’. ‘Golpe al fraude electoral’. ‘Ganó la democracia ciudadana’. ‘Fin de la era Morales’. ‘Dictadura cocalera nunca más’. ‘Bolivia tiene nombre de mujer: Jeanine Añez’. ‘Quiero la República que nos robó Morales’.

Cualquiera de esos títulos hubiese sido bueno y siguen siéndolo, luego del domingo 10 de noviembre cuando Evo Morales salió de Bolivia en una azarosa ruta rumbo a México, que le otorgó asilo político. Fue en un avión de la Fuerza Aérea mexicana al que, en principio, le negaron el uso de los espacios aéreos Perú, Brasil y Ecuador, en su viaje de retorno. Llevaba en su panza al renunciante y exiliado expresidente, tras 14 años de dominio rudo y duro. Se fue huyendo, enojado, amenazante.

Luis Almagro, secretario  General de la OEA, afirmó que en Bolivia «sí  hubo un golpe de Estado, pero lo encabezó el propio Evo Morales, cuando se cometió el fraude electoral que tenía como resultado el triunfo del ex presidente en primera vuelta». No se quedó corto Almagro, pese a las dudas que teníamos sobre él.  El fraude, señaló, pretendía “perpetuar a Morales en el poder de forma ilegítima e inconstitucional. Una violación a la carta democrática interamericana. Quedarse en el poder arrebatándolo en una de las peores formas, robándose una elección.” Agregó que esa forma de autogolpe con fraude electoral «es volver a las peores épocas del hemisferio». Finalmente, después de más de dos años, sentenció que “no hay derecho humano que avale la reelección indefinida” que pretendía Morales.

El 20 de octubre pasado intentaron robarnos los votos de manera alevosa y premeditada. Como el Referéndum del 21F de 2016, que le dijo NO a una nueva postulación, pues el Artículo 168 de la Constitución Política del Estado (CPE) acepta solo una reelección continua. La del 2019 fue la cuarta. Creyó que la sociedad boliviana era una dócil manada de corderos. Se equivocó.

Algunos medios de comunicación, presidentes en ejercicio, otros electos más los ‘comedidos’ que nunca faltan, tergiversaron la información con sabihondo y hediondo olor a ‘socialismo del siglo XXI’. Incluida la CIDH, infectada con el mismo virus de pensamiento único y absoluto. Dijeron que hubo ‘Golpe de Estado’, cuando no hubo ni militares ni tanques en las calles de ninguna cuidad, y cuando Morales ya estaba rumbo a México y había renunciado. Sí hay fallecidos, originados por alevosas e incendiarias masas de acoso del antiguo régimen. ¡Hace bien recordar ese calificativo: antiguo!

A ellos, tan populistas, habría que preguntarles si aceptarían que en sus países se hiciera el fraude descarado que hicieron Morales y sus secuaces, asaltantes sin escrúpulos del voto popular.  El propio Manuel López Obrador denunció en dos elecciones anteriores que fue víctima de fraude. No tuvo a su lado una sociedad como la boliviana que unida, firme, sin complejos de clase, ni de color, ni de oficio, con bloqueos, ‘ollas comunes’, paros y cabildos se vio en un espejo, se reconoció democrática, rebelde, libertaria, plena de juventud, henchida de ética, y encontró fuerza y resistencia para derrotar al tirano.

Desde el condescendiente exilio

El que le brinda López Obrador -que no es todo México, como aquel que nos acogió a miles y miles de latinoamericanos- Morales se declara víctima ‘del odio al indio’. Y entra en contradicción pues en las 4 elecciones en las que participó, sacó más votos que sus oponentes mestizos o blancoides, fraudes incluidos.

Desde los micrófonos que le brinda el gobierno mexicano, impide con soberbia y terquedad el restablecimiento del sistema democrático que él descuartizó, violó y profanó sin medida ni clemencia. Desde ese exilio ricachón y bien comido, ataca a la presidenta Jeanine Añez e instiga a sus seguidores armados con palos, piedras, dinamitas, armas largas y cortas a convulsionar e incendiar el país. Lleva a cabo su amenaza de cercar las ciudades para “matarlas de hambre”, como anunció el pasado 27 de octubre, antes de renunciar y fugarse, amenaza reiterada en charla telefónica con un narcotraficante buscado por la justicia desde 2016.

Los muertos, los cientos de heridos, las heridas infligidas en el alma colectiva, los enormes daños materiales a infraestructura pública y privada son única y exclusiva responsabilidad de un expresidente dictador que está cometiendo crímenes de lesa humanidad contra Bolivia. Morales padece el mal de Hybris, o Hubris, feroz virus totalitario que padecen quienes ejercen el poder absoluto demasiado tiempo. Los síntomas son desmesura, sentirse indispensables, infalibles e insustituibles, crispación cuando no pueden controlar todo, creciente incapacidad para soportar las críticas. Morales lo demostró, una vez más, en la agresiva entrevista con el corresponsal de la BBC en Ciudad de México.

Hoy la tarea es lograr la “imprescindible” conciliación entre la ética y la ley, entre el derecho propio y el deber colectivo, entre la educación y el desarrollo, y la no explotación de la pobreza como recurso político. Valores que Morales rechazó sin redención posible.  Valores que Jeanine Añez Chávez, Presidenta Constitucional por el Art. 169.1 de la CPE, nacida en San Joaquín, Beni, 52 años, rescata con firmeza y valentía en el corto período de transición democrática que le toca asumir. Su meta es abonar un camino de paz, libertad, pluralidad política y convivencia entre diferentes como unidad de lo diverso.

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