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Un largo domingo

Marcelo Ostria Trigo

En Bolivia los acontecimientos políticos generalmente no se producen en domingos. Ahora, luego de un prolongado conflicto, este domingo 10 de noviembre hubo un desenlace: La renuncia del Presidente Evo Morales Ayma, seguida por la del Vicepresidente y varios jerarcas del gobierno del Movimiento al Socialismo; renuncias provocadas tanto por la acción ciudadana como por un informe de la OEA en el que se denuncian las graves irregularidades cometidas en las elecciones del 20 de octubre que supuestamente habían sido ganadas por el presidente Morales. Casi todos los oficialistas renunciantes declararon que lo hacían por el “golpe de Estado” de la derecha con la participación de los comités cívicos, la Policía Boliviana, y aliado: el imperialismo.

Luego de casi 14 años en el poder, el gobierno del MAS, partido militante del Foro de San Pablo, que dio la impresión generalizada de que Evo Morales era imbatible, cayó. La verdad: se le acabó la popularidad; renunció por la incontenible reacción ciudadana, lo que es difícil aceptar para los gobiernos miembros de la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA), y para varios personajes representativos del populismo latinoamericano, entre otros, el presidente argentino electo, Alberto Fernández, el recientemente liberado Inácio “Lula” da Silva, el canciller del gobierno del Frente Amplio uruguayo y –cuándo no- el presidente Maduro que afirmaba que, por petición de Evo Morales, enviaría tropas venezolanas en defensa del régimen ya derrotado.

En ese domingo, la comisión de la OEA que se encargó de practicar una auditoría de las elecciones generales del pasado 20 de octubre, hizo conocer su primer informe: Hubo serias e insalvables irregularidades en las votaciones y en el recuento. El presidente – candidato no había conseguido la victoria en la primera vuelta electoral. Con celeridad, el mandatario declaró entonces que convocaría a nuevas elecciones; no dijo si repetiría su intento de ser reelecto por tercera vez.

Aunque la ciudadanía pedía nuevas elecciones, había otra exigencia, la renuncia del presidente Morales, y se caldeó aún más el ambiente. La totalidad de las unidades policiales se unieron a los que exigían nuevas elecciones y la renuncia del Presidente. En este mismo domingo, la jerarquía de las Fuerzas Armadas, que antes había asegurado que no actuarían contra el pueblo levantado, recomendó al presidente Morales que renuncie como una contribución a la pacificación de la ciudadanía.

Fue en estas circunstancias que el Presidente y el Vicepresidente anunciaron, desde El Chapare, que renunciaban a sus cargos. Les siguieron en la renuncia otros altos funcionarios, entre ellos, la presidente del Senado y el de la Cámara de Diputados, precisamente los que, de acuerdo a la Constitución, en una sucesión, debían asumir la Presidencia con el mandato de convocar a elecciones. Por supuesto que esto no iba a ser acogido, pues la demanda era –y es– un cambio radical, que alcanzaba a los jerarcas del gobierno que salía.

El expresidente renunciante, antes de verse obligado a responder por la infinidad de acusaciones que pesan sobre él, es decir los delitos supuestamente cometidos desde la presidencia, obtuvo el asilo ofrecido por el Gobierno mexicano de López Obrador.

Así, un largo capítulo de la historia boliviana se ha cerrado.

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