Más lecciones y mitos: las alcaldías
José Rafael Vilar
Debo confesar que una buena parte de la motivación de este artículo y el anterior fue la iconoclasia de la irreverente carcajada de mi amigo Carlos (Valverde) en televisión semanas atrás en una presentación de sondeos en bocas de urna y conteos rápidos. La búsqueda de corroborar el motivo de la sonoridad —ante afirmaciones de que el MAS-IPSP había pasado incólume la prueba subnacional—, me hizo retomar cifras y porcentajes de todas las alcaldías electas; dejaré gobernaciones hasta la segunda vuelta.
Como base tomaré los datos del padrón de que en el eje central vive el 73,2% de los electores habilitados para estas subnacionales (5.217.985) y en sus 10 ciudades principales reside el 54,0% (3.853.864), además de que, en las cuatro principales de ese eje, vive el 41,5% (2.957.523) de todo el electorado habilitado (7.131.075). Pasemos a analizar el comportamiento electoral de esas ciudades en 2015 y 2021.
En 2015, el MAS-IPSP ganó Sucre y Potosí y cooptó luego —por captación, asimilación o conveniencia— Cobija, Oruro, Santa Cruz de la Sierra y Trinidad; en total, obtuvo el 31,7% (862.760) de los votos válidos emitidos en esas 10 ciudades. Este año, el MAS-IPSP repitió en Sucre (venció por 301 votos) y ganó Oruro (pasó del 20,0% de válidos en 2015 al 29,5% este 2021; el otro municipio principal que subió su porcentaje de votación fue en Tarija: del 21,2% al 25,4% pero no ganó) y obtuvo 771.647 votos en las 10: el 24,4% de los votos válidos, el 7,3% menos; dicho de otra forma, en las 10 ciudades del eje el 75,6% (2.384.796) votó por candidatos de otras opciones.
Retomaré el dato proyectado del INE de población para 2018 (no encontré posterior): el 69,6% de los bolivianos vivíamos en centros urbanos y periurbanos y me apoyaré en que no podemos deformar los números —a pesar de intentos de “matemáticas garcialinerianas”. En las proyecciones del ente estadístico —mientras no haya el nuevo censo—, para 2030 seremos más de 13,2 millones y en la afirmación de Carlos Hugo Molina que en 2032 seremos algo más de 15 millones (datos expuestos en el II Congreso Internacional de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad San Francisco Xavier), lo que Molina proyecta que para ese año el 90% viviremos en las ciudades, una cifra nada alentadora para los que confían en los votos rurales como baza de victoria.
Según los cómputos oficiales del OEP para 2015 y 2021, el MAS-IPSP obtuvo en 2015 el 40,4% (1.847.537) de todos los votos válidos emitidos ese año para alcaldías (4.568.976), pero en 2021 el porcentaje fue el 33,3% (1.897.242) de los 5.692.477 sufragios válidos para alcaldías (diferencio votos para alcaldías de votos para gobernaciones por, aunque el número de habilitados es idéntico, el de votos válidos fue inferior en 1,9% para la elección de gobiernos departamentales en primera vuelta: 5.559.425). Si comparara porcentualmente con las elecciones nacionales de 2020, la diferencia sería mucho mayor: 33,3% versus 55,1% (21,8%).
El MAS-IPSP fue la única organización que presentó candidatos en todo el país —incluso ganó en el municipio Chaquí en Potosí, donde no tenía candidato habilitado, algo que será dolor de cabeza para el TED potosino— y ganó en 244 de los 336 municipios (72,6%), pero como solo obtuvo el 33,3% de los sufragios, es claro que su fuerza está en municipios con baja o nula población urbana. Gobernará muchos municipios con pocos bolivianos.
A puertas de una tercera ola de COVID-19 y constatado el diferente panorama de gobernabilidad que resulta de estas elecciones, la implementación masiva de vacunación deberá unir oficialismo y oposiciones —diversas pero con intereses comunes. Pudiera ser un punto inicial de entendimiento camino a un pacto fiscal que satisfaga las necesidades y el desarrollo de las regiones. O hundirnos.