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LOS LECTORES Y LA POLÍTICA

Manfredo Kempff Suárez

Hace algunos años escribíamos en los periódicos sobre temas diversos, interesantes, muchas veces divertidos, con humor, que tenían que ver con episodios históricos ciertos o dudosos, los años del colegio, libros inolvidables que ahora releemos, escritores que envidiamos, anécdotas de la vida diplomática, ciudades atractivas que conocimos, comidas diversas, chefs y restaurantes mágicos, mujeres guapas y enigmáticas, y, también, por supuesto, escribimos mucho sobre política. La política fue lo más importante desde aquellos años, incontables de tantos que se han acumulado, porque hemos nacido en una nación absurdamente politizada, donde opinan sobre el tema los letrados, los semi letrados, los analfabetos, y los propios políticos de hoy, que algunos con su tosco hablar y su partidismo lambiscón lo hacen peor que el resto.

Los bolivianos leemos poco los periódicos y es muy cierto si hacemos comparaciones con otros países; y en los periódicos la mayoría de los lectores nos saltamos la página editorial, justamente porque ahí hay mucho para leer y eso nos parece aburrido. Una nota sobre literatura, filosofía, economía, religión, arte, o historia, resulta tediosa; pocos la leen. Lo que interesa es la política. La política y el fútbol, para decir la verdad. Las portadas de la prensa deben tener, necesariamente, un impacto político para atraer la atención de los lectores. O algún éxito futbolístico, que, por muy escaso, conmueve hasta las lágrimas.

Esos pocos lectores ya dejaron de leer en las últimas dos o tres décadas, porque las noticias políticas en la televisión, con imágenes en vivo, aunque con entrevistadores y entrevistados que asesinan el idioma, informan sin necesidad de que el sujeto desarrolle el menor esfuerzo mental; basta con el auditivo. Esa información no llega a primera hora de la mañana, antes de salir al trabajo, como siempre fue, sino a la hora en la que las papilas están alborotadas durante el almuerzo y no interesa otra cosa que comer. O cuando se está dormitando, satisfecho, poco después. Ocurre lo mismo en la noche, cuando Netflix o YouTube, barren con todo. O cuando aparecen, luego de las noticias, los programas políticos, algunos contundentes, ilustrativos y valientes, y otros acomodaticios dependiendo de la tendencia.

Pero el drama de la lectura de los periódicos no termina en si la gente lee poco y evitando las páginas editoriales o si prefiere ver la televisión con sus pros y sus contras, sino que hoy arrasa la telefonía celular de la que somos partícipes todos. Es cuando utilizamos los WhatsApp, Facebook, Instagram, Twiter y otros, que también transmiten noticias políticas de los periódicos, pero, además, donde existen imágenes y la persona puede observar lo que acontece en el planeta durante horas y correr a recargar la batería cuando es necesario. Los usuarios de estos ingenios notables, es decir las tres cuartas partes de la humanidad, pueden ingresar sus propias opiniones y recibir otras de amigos o de desconocidos y es el momento en que aparece la muy deplorable cara de los Fakenews, o sea, de las noticias falsas, de las mentiras intencionales, que abundan, malinforman, y confunden hasta a los analistas más avezados.

Pero de vuelta a la prensa escrita, sería imposible que hoy los titulares y las páginas centrales no informen sobre el anunciado paro con bloqueo de caminos que es el pan cotidiano en Bolivia; la toma de rehenes en Guarayos que quedó en el misterio pero con olor a narcos; la cómplice actitud del INRA con el poder en la repartija de tierras chiquitanas cuando se menciona que más de 40 predios han sido avasallados últimamente; la sucia decisión del Gobierno de convertir en masistas a todos los empleados públicos; los reclamos de indemnizaciones millonarias, al borde de la sinvergüenzura, de los deudos de Sacaba y Senkata; las actividades mafiosas en el Chapare con el narcotráfico y sus destinos a Brasil y Paraguay; la suma de acusaciones falsas contra la ex presidente Añez; saber por qué diablos el payaso de Cronembold hizo chistes con el tereré, ofendiendo a los paraguayos en su primera actuación como embajador. Y mucho más. Lo que seguirá herméticamente silenciado, y no veremos en la prensa, ignoramos por qué, es la suerte que corrieron los sicarios plenamente identificados según el ministro de Gobierno, que vinieron a Bolivia para matar al presidente Arce.

Algunos compatriotas leerán estas noticias políticas en los diarios, los más las verán por la tele, otros activando sus celulares y la mayoría, los que más opinan, se enterarán por lo que les cuenten en la casa, la calle, el café, o el trabajo. O no se enterarán de nada, pero opinarán igualmente.

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