Entradas folklóricas: el espectro que ronda en Bolivia
Replicamos a continuación un artículo muy interesante escrito por Miles Christi y publicado en Mundo Republiqueto el 5 de junio de 2020. Trata sobre el agudo problema de las entradas folklóricas, fiestas neopaganas que se disfrazan de católicas y que se promueven con la excusa de patrimonio cultural, pero que en las actuales circunstancias, constituyen un derroche de dinero muy perjudicial y abundancia de vicios y males que destruyen a las familias bolivianas.
Si hay algo de lo que el boliviano se siente orgulloso es de su folklore, palabra de origen inglesa que, de acuerdo con la Real Academia Española (RAE), se escribe ‘folclore’ pero puede aparecer como «folklore» «folklor» o «folclor».
Se puede entender el folklore como el conjunto de creencias, costumbres o prácticas que son tradicionales de una cultura o un pueblo. El folklore incluye música, leyendas, cuentos y bailes que suelen transmitirse en la población.
En el contexto boliviano, cuando hablamos de folklor, salen a relieve las famosas entradas folklóricas que, bajo pretexto de preservar y recuperar el folklore, tienden a ser abundantes, y traen con ellas consecuencias que no queremos ver, y si las vemos, preferimos ser cómplices. Es irónico, pero podríamos decir que, por intentar recuperar el folklore, nos vamos estancando aún más bajo un espectro de nos atrapa.
La cultura debe ser preservada resaltando los aspectos positivos que forman nuestra identidad como bolivianos, pero en estos últimos tiempos, está siendo distorsionada con fiestas donde la borrachera, soberbia, vanidad y violencia están presentes. Las entradas folklóricas en nuestro país son tan abundantes, que es imposible tener un recuento exacto, ya que cada vez se van multiplicando.
Según un reporte de la unidad de promoción del folklore y las artes populares de la alcaldía, solo la ciudad de La Paz tiene 800 fiestas patronales y con el paso del tiempo van creciendo. En estas fiestas se mezcla lo sacro con lo profano justificando el vicio apelando a la religiosidad.
De la misa al pecado
Muchas entradas folklóricas son en «devoción» de santos, vírgenes o el mismo Dios (como el Gran Poder). Como tienen un tinte religioso, puede ser que antes de la fiesta se empiece con una misa donde los pasantes, organizadores y demás devotos, escuchan la palabra de Dios y comulgan para luego terminar borrachos trayendo como consecuencia discusiones, peleas, muertes y violaciones.
¿Qué clase de Santo Cristiano llego a la santidad con tales actos? Ciertamente, ninguno. El nombre e imagen de grandes Santos de la Cristiandad son tomados como justificación para la fiesta y el exceso.
La devoción solo se pregona como pretexto para el baile, pero lo que se ve es gente soberbia que desea mostrar su poder económico junto con la banalidad, ya que muchos bailes folclóricos están siendo modernizados para mostrar más piel, en el caso del caporal, quizá llegue el día que en lugar de usar sus reducidas polleras solo usen un encaje; todo esto va contra la moral cristiana católica.
No podríamos analizar todas las entradas, pero sí las más grandes, aquellas que son el estandarte del folklore actual, como el Gran Poder, el carnaval de Oruro o la entrada universitaria.
El carnaval de Oruro
El año 2001, la UNESCO declaró al Carnaval de Oruro como “Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad”, razón por la cual Oruro es considerado la capital del folklore boliviano.
En 2017, el carnaval de Oruro generó un movimiento económico de 104 millones de bolivianos. Para 2019, la cifra subió a 127 millones de bolivianos, y en 2020 generó un movimiento de 35 millones de dólares; aunque esta cifra no puede ser exacta, ya que por los problemas sociales y la actual pandemia el turismo decayó en un 50%.
Para bailar en el carnaval de Oruro, se debe realizar un gran gasto, y al parecer, esta entrada le puede costar a un boliviano como dos salarios mínimos o más. La cifra puede variar según la fraternidad. Los bailarines pueden llegar a gastar en el alquiler o confección de sus trajes entre 350 y 7.000 pesos bolivianos, a esto se suma el pago de inscripción.
Muchos pueden prepararse todo un año para festejar en el carnaval, y las ganas de bailar no se pueden quitar aun cuando la tragedia y dolor se hagan presentes, como ocurrió en el carnaval del 2018 cuando ocurrió una explosión dejando 8 personas muertas y más de 30 heridos. ¿Se canceló los festejos posteriores? Todo lo contrario: el presidente de la asociación de comparsas de las zonas sur y este de Oruro, Froilán Fulguera, declaró que no se suspenderían las actividades de la fiesta de tentaciones. Claro que el luto lo llevarían con crespones negros, y como pretexto para seguir la fiesta, lo harían en justificación a la devoción a la Virgen del Socavón.
El Gran Poder
Es actualmente considerado impulsor de la economía paceña, pues la cantidad de dinero que corre es elevada. Aquí, en lugar de mostrar devoción a Cristo, lo que se quiere mostrar es el poder económico que se tiene. Según datos de la Alcaldía paceña, el movimiento económico que genera el Gran Poder aumentó de 45 millones en 2012 a 95,32 millones en 2016 y el 2017 a 101,3 millones.
Hay gente que se prepara con más de medio año para la fiesta, y es que esta fiesta nada tiene de cristiana: solo usa la figura de Cristo como pretexto. No solo debemos analizar la entrada, sino también las preparaciones previas. Están, por un lado, los ensayos, en los que no puede faltar la bebida. Estos ensayos son tan importantes para los bailarines que hace unos años pudimos ver cómo un bebé falleció debido a que su madre se fue al ensayo dejándolo solo por varias horas.
Después de ensayos, vienen las recepciones sociales, en las que las «fraternidades» hacen gala de su poder económico y traen a artistas internacionales para pequeños conciertos en calles. Al parecer, el baile y el alcohol son las cosas que más mueven al boliviano que no se resiste, y para eso están las ‘pre entradas’ que, bajo excusa de ensayo general o gran ensayo, bailan por un recorrido específico, pero sin trajes solo con poleras (camisetas) o algún distintivo para terminar en los locales festejando.
Luego, llega la entrada (que paraliza a la ciudad), donde los trajes son de elevados precios, las joyas de oro abundan e incluso algunos bailarines tienen para contratar su propia seguridad privada. Al terminar, vemos el espectáculo deprimente: en las calles fluye la cerveza y orina juntos, hay personas tiradas que ya no pueden ni bailar. Esto no termina ese día, pues si existe la pre, la entrada se cierra con broche de oro con la diana, en otra fiesta donde se ve el mismo espectáculo. Si alguno cree que la fiesta terminó, se equivoca: todavía se ve gente que baila por la noche, y esto ya no es la diana, sino el nombramiento de nuevos pasantes, que al ritmo de la morenada, continúan bailando y bebiendo por algunos sectores de la sociedad.
Algunos dirán que esta fiesta ejerce un movimiento económico que ayuda en trabajos directos e indirectos, pero son mayores los males, pues quienes se ven felices con esta entrada son las distribuidoras de cerveza, ya que eso es lo que más se vende y consume.
Gran Poder 2018 movió $us 115 MM; $us 50 MM por bebidas y cerveza. Lo que en años pasados se gastaba en toda la entrada, ahora solo cubre las bebidas alcohólicas. Para 2019, se elevó a 120 millones de dólares, de los cuales se invirtió 52 millones de dólares en bebidas. Quizá por ello, la marca Paceña es una de las más importantes auspiciadoras de esta y otras entradas folclóricas.
Entrada universitaria
Para muchos que defienden a capa y espada las entradas folklóricas, el problema es la religión, como se la usa de pretexto también se la busca culpar de los excesos, pero las entradas universitarias no usan como pretexto la religión. Aun así, no son tan diferentes a las patronales o devocionales.
En La Paz, existen dos entradas universitarias: la más grande y reconocida de la UMSA (Universidad Mayor de San Andrés), y la otra, la de las universidades privadas (es que ahora todos quieren tener su entrada). La entrada folklórica de la UMSA se gestó por la década de 1980 en homenaje a la ‘lucha universitaria por la autonomía’, pero poco a poco va perdiendo su esencia universitaria al ser otra especie de gran poder u otra entrada similar. Y es que no todos los que bailan son universitarios, sino gente que desea bailar y paga su cuota.
En la entrada universitaria igual existe movimiento económico grande. Lo irónico es que muchas carreras no tienen buena infraestructura y distribuyen sus espacios físicos en distintitas facultades. Claro, cuando llega el momento de organizarse para la “entrada universitaria”, pueden conseguir locales para la pre entrada y para elección de ñusta. No nos engañemos creyendo que sí hay un genuino interés en recuperar y preservar el folklore, pues la pre entrada o la elección de la ñusta se realizan en discotecas, perdiendo toda formalidad y pasando a ser otra fiesta más. ¿Será que el folklore no se puede separar de las fiestas y borracheras? Esto habría que preguntárselo a los universitarios, que dicen que su entrada es diferente al Gran Poder y otras, pero vemos que en la práctica se van pareciendo más y más.
Precios que no se ajustan al bolsillo de un universitario
La entrada universitaria, a pesar de llamarse así, exige precios que van subiendo a cifras que no se adecúan al bolsillo de un universitario, pues en los caporales de la carrera de Ingeniería, el gasto propio es de Bs 700. Eso sin olvidar que el traje es otro costo. Filmación del recorrido, fotos digitales, «combos por fraterno» «videos de los ensayos, pre entrada y entrada», «elecciones de ñusta» con grupos en vivo y demás cosas le van dando nueva esencia a la entrada universitaria.
Si bien los devotos se emborrachan bajo pretexto de una figura religiosa, en la entrada universitaria es bajo pretexto de la condición universitaria o en homenaje a la lucha universitaria y, claro, para recuperar o preservar nuestro folklore.
El 2015, la guardia municipal de La Paz decomisó aproximadamente 12 toneladas de bebidas alcohólicas solo durante la pre entrada universitaria. Si bien este es un dato pasado, no se ve una mejora en el consumo excesivo de alcohol. En 2011, un sondeo de opinión que realizó El Diario nos mostró la realidad del consumo de alcohol. El 50% por ciento de los encuestados afirmó que consume alcohol antes y después de la entrada universitaria, un 20% afirmó que lo hace con moderación y un 30 % afirmó que no. De este sondeo podemos ver que el 70% sí se ve ligado al consumo de alcohol. Eso fue el 2011, ¿habrá mejorado la realidad?
La gente se va dando cuenta que la entrada universitaria va perdiendo su esencia de universitaria, pues en 2017, el rector de la UMSA (Universidad Mayor de San Andrés), Waldo Albarracín, salió a la palestra a decir: «No valoran lo que es la entrada en comparación del Gran Poder y otros lados, sí, es la mejor entrada y es a la que más le quieren criticar, ¿por qué no son tan rigurosos con aquellas del carnaval, la fiesta de Oruro en el Gran Poder?, ahí son batallas campales que se arman, pero la prensa no dice nada, pero a la UMSA a como dé lugar la quieren acuchillar».
El rector quizá piensa que, como las otras entradas tienen consecuencias y salen a en los medios de comunicación, entonces no se debería decir nada de la entrada universitaria, y claro, es “universitaria”, ¿pero tiene el rector las cifras de cuántos bailarines no son universitarios? Ojalá viera la entrada desde su comienzo a fin, viendo cómo terminan los bailarines, pero el rector también tiene respuesta para esto, pues en la misma entrevista afirmó: «No tenemos la posibilidad de controlar más allá de la desconcentración y eso responde a cada persona mayor de edad, pero al interior se hizo un control riguroso».
Para el rector, la competencia de la UMSA es solo durante la entrada, pero después, que pase lo que pase, la UMSA actúa de Poncio Pilato y se lava las manos. En 2017, la entrada universitaria dejó 4 fallecidos, y si uno pasaba por el sector del estadio Hernando Siles, veía bailarines que a duras penas se paraban, jovencitas en total estado de ebriedad y en las calles fluía la orina y cerveza.
No se puede negar que existen personas que desean bailar sanamente, ya sea por una genuina devoción, o en el caso de los universitarios, por rescatar bailes folklóricos y demostrar la riqueza cultural del país (un reducido porcentaje). Pero al verse todos los excesos, es esta misma gente bienintencionada la que corre peligro por la otra mayoría que si comete excesos. Por eso, no es raro que veamos como consecuencia muertes, robos, intoxicaciones, peleas y violaciones.
También debemos preguntarnos: ¿cuánto dinero invierte la cervecería y cuanta ganancia obtiene? pues es una de las principales auspiciadoras que está en todas las entradas nombradas. En el caso de la entrada universitaria, la Alcaldía ordenó en 2019 solo comercializar cerveza y prohibir las demás bebidas.
Este es el espectro que atrapa a una gran parte de bolivianos pintando la imagen de que la máxima riqueza que tenemos. Son las demostraciones folklóricas, potenciando solo ese canal. Casi lo mismo pasa con el deporte, pues solo se potencia el fútbol y no se incentiva los demás deportes. Este espectro nos impide analizar las consecuencias de todo lo que traen las entradas folklóricas y lo que nos dice de nuestra sociedad actual, pues si bien nos quejamos de que no tenemos dinero o que el dinero no alcanza, sí lo tenemos para bailar: solo basta mirar a los del Gran Poder o el carnaval, los montos que gastan o los universitarios.
Bailar en Bolivia se está volviendo un lujo que va distorsionando el aspecto positivo del folklore, y nos estanca en una realidad en la que podemos afirmar que nuestro folklore está impidiendo nuestro avance como sociedad.