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Muertes misteriosas en Bolivia: Caso Gerente de Finsa

Expresidentes, abogados, líderes sociales y personas con “altos cargos” se encuentran en la lista de fallecidos.

Fuente: Última Hora TV

Son varios las muertes de figuras públicas en Bolivia que, a pesar de los informes finales de los investigadores y el transcurso del tiempo, siguen siendo consideradas misteriosas. En su momento generaron gran sorpresa dando lugar a diversas teorías, muchas de las cuales están relacionadas con posibles asesinatos, accidentes o suicidios. Hoy veremos el Caso Gerente de Finsa.

El caso de Nelson Arévalo, gerente de la Firma Integral de Servicios Arévalo (FINSA), se destaca entre los estafadores más prominentes. El 30 de septiembre de 1991, Arévalo fue encontrado muerto en circunstancias que aún hoy permanecen sin esclarecer. Hasta la fecha, no se ha determinado si fue asesinado o si pagó por su propia muerte.

En la madrugada del lunes 30 de septiembre de 1991, el cuerpo sin vida de Nelson Arévalo fue descubierto en el asiento trasero de su jeep Suzuki, estacionado en la Plaza Constitución de la ciudad de Cochabamba. Presentaba señales de haber sido esposado. Un disparo a quemarropa había penetrado por su oreja derecha, destrozando por completo su cráneo. La policía planteó la teoría de un “homicidio-suicidio”. Según esta versión, el gerente de FINSA habría planeado y pagado por su propia muerte a manos de uno de sus guardaespaldas. Si bien es cierto que el principal protagonista de la estafa atravesaba por una profunda angustia y estaba sumido en el alcohol, pocos creyeron en la versión policial. Incluso su amante y secretaria personal mencionó que Arévalo no descartaba la posibilidad de quitarse la vida al encontrarse atrapado en un callejón sin salida.

Todo comenzó a finales de la década de 1980, el anzuelo estaba dispuesto para una estafa que alcanzaría los 50 millones de dólares, afectando a más de 22 mil personas en un lapso de poco más de cinco años.

La bonanza del dinero fácil se convirtió en pesadilla en 1991. Hogares destruidos, patrimonios reducidos a cero, violencia, llanto, impotencia e incluso suicidios fueron las consecuencias. Nelson Arévalo era considerado un “gran benefactor” que ostentaba cadenas y relojes de oro, regalaba billetes de 100 dólares y era cliente habitual de restaurantes y lugares de entretenimiento, siempre protegido por sus guardaespaldas. Sus colaboradores más cercanos en el fraude eran miembros de su propio círculo familiar.

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