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Israel, Irán y nosotros: Cómo una guerra lejana sacude Iberoamérica

Por: Jesús Alberto Erazo Castro

Fuente: Sovereignty

La tensión entre Israel e Irán, especialmente con la posible intervención de Estados Unidos, puede parecer un problema lejano para Iberoamérica, pero esta idea es engañosa. En un mundo tan conectado, cualquier cambio (como una guerra en medio oriente) afecta nuestras economías, sociedades y formas políticas. Además, el conflicto muestra cómo ciertas dinámicas internas, por ejemplo, el crecimiento del evangelismo político, pueden reflejar los intereses de otros.

Desde un punto de vista económico, una guerra en Medio oriente desequilibraría la cadena de suministros mundiales, sostenidos por el mercado petrolero. De dicho compuesto, depende toda la economía mundial. Afectaría a la mayoría de países dependientes del mismo en los mercados latinoamericanos, al aumentar la inflación, lo que implica un aumento en el costo de la vida y presión sobre las reservas internacionales, por el aumento de los precios externos. Estas presiones desencadenan tensiones sociales y profundizan desigualdades a lo interno de cada país iberoamericano, ya que generan descontento y problemas políticos.

Pero hay un aspecto que no es tomado en cuenta. La dinámica político-religiosa. En la región, las reacciones ante conflictos internacionales son dispares. Algunos gobiernos toman partidas cautelosas o apoyan soluciones multilaterales. Mientras otros; toma claro partido entre algunos de los bandos. En este caso, muchos gobiernos “conservadores” muestran simpatía por Israel, mientras otros, apoyando la causa palestina y el antiimperialismo, simpatizan con Irán. Esta polarización no solo responde a factores geoeconómicos o geopolíticos, sino también a una construcción religiosa que ha sido cultivada a lo largo de los años.

Las iglesias evangélicas juegan un papel importante. Su crecimiento en Iberoamérica ha sido notable, al igual que notable es su discurso escatológico, donde Israel es el “reloj profético de Dios” y su existencia es necesaria para que se cumpla la profecía del “advenimiento mesiánico”. No es de sorprenderse que países donde los evangélicos ejercen mayor presión demográfica, como Honduras, Guatemala y Paraguay, hayan tomado la decisión de mudar sus embajadas de Tel Aviv a Jerusalén. O el apoyo a su accionar militar, sin importar el costo diplomático o el contexto humanitario. También es notable la presencia de bandera israelíes en eventos evangélicos en Iberoamérica; el mensaje es claro: existe una identidad proisraelí muy arraigada en la región.

A esto se le suma el apoyo de partidos de derecha “radical”, como Vox en España, que defienden abiertamente el sionismo, fortaleciendo así el vínculo entre el conservadurismo político y el apoyo a Israel. Estas posturas resuenan en sus países y también impactan en sectores afines en Iberoamérica.

Esto tiene consecuencias reales. Afecta las posturas diplomáticas de los gobiernos, modela la opinión pública y condiciona el debate político. En respuesta, la izquierda y algunos sectores de la sociedad civil han denunciado los crimines en Gaza, pidiendo un alto al fuego y mostrando solidaridad con Palestina. Sin embargo, aunque las voces son fuertes, no tienen el mismo impacto mediático de los sectores pro israelíes.

Entonces, ¿hay un favoritismo hacia uno de los lados? Si, en tanto se observa en los discursos religiosos alienados a Estados Unidos. Esta imparcialidad no nace de un análisis realista, sino de una subordinación cultural, una falta de capacidad para pensar en términos propios. Iberoamérica no debería ver este conflicto como algo ajeno. Deberíamos reflexionar sobre nuestra dependencia energética, nuestras vulnerabilidades y nuestra permeabilidad simbólica. La confrontación entre Israel e Irán es una oportunidad para preguntarnos si de verdad tenemos voz propia en el escenario internacional o si tenemos un guion dictado desde agendas externas.

Seguí a Alberto Erazo en X: @erazo92z

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