26 DE FEBRERO DE 1561: EL INICIO DE LO CRUCEÑO
Hace 45 años entré por primera vez al Archivo General de Indias, en la ciudad de Sevilla, y me enamoré de la Historia. Desde el primer momento centré mi atención en la historia de la Gobernación de Santa Cruz de la Sierra y pronto comprendí que no sólo se trataba del territorio de una circunscripción colonial sino de lo que los antropólogos definían como área cultural, que no es otra cosa que un espacio geográfico definido en el que se desarrolla una historia y una cultura comunes, que difiere de las áreas vecinas y le da singularidad. Esta fue una de las hipótesis de trabajo que presenté en el trabajo de tesis doctoral que elaboré en 1970-71. Además, en base al estudio de los historiadores cruceños que habían trabajado sobre nuestra historia (Moreno, Finot, Vázquez Machicado, Molina Mostajo, Sanabria), llegué al convencimiento de que el 26 de febrero de 1561 marca el inicio de la cruceñidad
Santa Cruz de la Sierra es el nombre con el que don Ñuflo fundó esta ciudad. Desde el primer momento los hombres que habitaron esta tierra tuvieron conciencia clara de que eran cruceños. Este sentido de pertenencia a la ciudad ñufleña se registra en los documentos, pero sobre todo en el hecho de que a pesar de los traslados y el relativamente poco tiempo que llevaban de ser cruceños les hace cargar con ellos a cuesta el nombre de la ciudad que se impuso al de San Lorenzo. El nombre de la ciudad los cruceños lo impusieron incluso al de la gobernación, que había sido creada con el nombre de Moxos
Aunque Santa Cruz de la Sierra nació como la ciudad capital de una gobernación y en relativamente poco tiempo de convirtió en sede de un obispado, durante una buena parte de los 451 años de vida que tiene ha sido una ciudad pequeña y pobre, que ha luchado heroicamente por su sobrevivencia y que cumple a cabalidad el rol que le ha asignado la historia. El hecho de que sea una ciudad pequeña y pobre no le quita ningún mérito, al contrario, la engrandece. Es por eso que resulta tan acertada la definición que el argentino Levillier hizo de la historia cruceña: “Patética en su sostenido heroísmo”.
El fundador de la ciudad dejó a los cruceños el encargo de “poblar y desencantar la tierra”. Es por eso que desde el primer momento Santa Cruz de la Sierra, que está situada casi en el centro geográfico de Sudamérica, se convierte en la puerta de entrada a El Dorado o Paitití. Poco a poco –con una mano en el arado, porque había que hacer producir la tierra, y otra en el fusil, porque había que defenderla—los cruceños fueron haciendo la geografía de las tierras bajas.
A lo largo de estos 451 años se ha ido construyendo una cultura sui generis que le da un sello de originalidad. Al ser la cultura tremendamente dinámica, los cruceños construimos día a día la cruceñidad. Sin embargo, creo que conviene tener muy claro que construir la cruceñidad no quiere decir inventar “tradiciones” o “mitos” con el objeto de parecer “integracionistas” y “modernos”, especialmente en estos últimos tiempos en los que parece que nos ha invadido un complejo de inferioridad y que tratamos de disfrazar lo cruceño. La cruceñidad es un legado sagrado que hemos recibido y que debemos dejar a las generaciones futuras enriquecido y no tergiversado.
La cruceñidad es muchísimo más que gustar del majadito y el somó y bailar taquiraris en carnaval. La cruceñidad es una forma de entender la vida. La cruceñidad nos hace singulares y debemos estar orgullosos de esa singularidad. La cruceñidad nos hace amar profundamente esta tierra y nos da la capacidad de hacer patria a partir de la afirmación de que primero es Santa Cruz.
El 26 de febrero es la fecha fundacional de lo cruceño. Por tanto, esa fecha ya sea que caiga en sábado o domingo debe ser respetada y homenajeada como se merece.