La promulgación de la nueva ley, que proclama la obligación de realizar una consulta a los indígenas que viven en el TIPNIS, para definir nuevamente si se hace o no la carretera que pasaría por el corazón de dicha región, no es otra cosa que borrar con el codo lo que se hizo con la mano, aduciendo muchas razones que más bien son pretextos para justificar este pretendido atropello a los derechos consagrados de forma expresa en nuestra Constitución y acuerdos internacionales. En otras palabras se busca de diferentes formas consumar un deseo del Presidente que lo expreso al inicio de este conflicto, pero que luego, a consecuencia de la expresión de apoyo colectivo que dio lugar la larga marcha desde los llanos hacia la ciudad de La Paz, en plena plaza Murillo, reconoció su error, dando lugar a la elaboración, aprobación y promulgación de una ley, en la que expresamente se define que no se construiría esta carretera, además de otras consideraciones como la “intangibilidad” que más resulto un añadido de mala fe.
La consulta no se había realizado, pese a las afirmaciones oficiales que sostenían todo lo contrario. Es obvio que con esta ley se estaría aceptando que la consulta no se hizo y que ahora sería necesario corregir este supuesto error. Sin embargo, se trata de un nuevo argumento, que desdibuja la solución alcanzada, lo que está dando lugar a nuevas manifestaciones de protesta, con el agravante que la ciudadanía ya no está tan desprevenida como antes, lo que podría exacerbar aún más la desconfianza y su indignación.
Pero cualquier argumentación no es suficiente, el gobierno está en lo suyo y como siempre ha ocurrido tratará de imponerse aun cuando con menos fuerza que la de antes, lo que puede representar un grave riesgo, en lo que a su popularidad se refiere y a su capacidad de gobierno. Por lo tanto, parecería mejor realizar un análisis de este fenómeno, a fin de que alguien del gobierno lo tome en cuenta y pueda encarrilar a las masas del MAS y al propio Presidente, que probablemente no lo tiene presente en todas sus dimensiones.
La democracia plebiscitaria que está basada en la presencia del líder carismático podría debilitarse a un grado en el que el gobierno pierda su capacidad para seguir siendo la esperanza que se dio desde un comienzo, cuando el Presidente se convirtió en un referente político importante. Se trata de un fenómeno que se desarrolló en el país y en varios lugares de la región, cuando se creía que ya estábamos en otro momento histórico. Se han producido grandes liderazgos con una concepción vertical del poder que provocó una gran expectativa de las masas, con mayor razón aún que en el pasado, por la abundancia de recursos económicos producto de los elevados precios internacionales y de la emergencia de las nuevas economías que han crecido de manera sostenida y a grades trancos.
Sin embargo, la crisis generalizada, particularmente en el mundo desarrollado que ya vive una mayor interdependencia económica, en un mundo globalizado, está empezando a plantearse la necesidad de adquirir nuevas formas organizativas que liguen al ciudadano tanto a partir de su espacio menor, con el vasto y abstracto que se ubica en el espacio nacional. En ese contexto, la profesionalización del liderazgo está cobrando una relevancia mayor, teniendo en cuenta que en un mundo globalizado más que nunca se impone la eficacia como criterio final de validación de aquél.
La sociedad boliviana se está ocupando demasiado tiempo a la solución de un problema en el que está nítido el interés cocalero de expandir sus cultivos para seguir en el negocio del narcotráfico, donde el gobierno está jugando con las cartas abiertas, lo que puede ser de alto riesgo político y económico. Todavía resta mucho por resolver cómo movilizar al gran número en torno a propuestas de cambio que no necesariamente condicen con el imaginario presente de la sociedad. Aunque todavía se siga apelando, en cierta forma, a la legitimidad carismática, que demanda un cierto tipo de dominación que permita llevar adelante las grandes transformaciones de la sociedad.
Sin embargo, es necesario tener siempre claro que este tipo de dominación tiene la característica que opera por el reconocimiento por parte de los dominados de que un jefe goza de cualidades especiales – reales o imaginadas así por los seguidores – para afrontar una situación que se presenta como extraordinaria. Lo que se está empezando a revertir, por la falta de cumplimiento en la palabra empeñada, por las maniobras y argumentos tan confusos y contradictorios que se observan tan descaradamente.
En la historia, se ha podido apreciar que estas formas cesarísticas no solamente se refieren a esos grandes liderazgos que caracterizaran a los populismos y los fascismos, como lo ocurrido en el siglo XX. Por el contrario, el estado contemporáneo se construyó apelando a instancias cesarísticas que hoy frente a las transformaciones del estado parecen incluso renovarse. Por ello la importancia de analizar teóricamente esta categoría, ya que se conformó de la mano de la sociedad de masas. Si bien es cierto que las formas de participación política han cambiado sustancialmente, vivimos en sociedades masificadas que más que nunca requieren de la eficiencia para poder sobrevivir.
Este proceso de cambio, iniciado hace seis años que abrió la Caja de Pandora sin proponérselo, está llevando a nuestro país a un cúmulo grande y complejo de problemas, que ya ha producido una fragmentación que nos llevará a la necesidad de construir una nueva noción de ciudadano.
(12022012)
*Miembro de Número de la Academia Boliviana de Ciencias Económicas.