Ocho años de ausencia
A un año de las adelantadas elecciones nacionales de 2014, no se atisba aun el debate sobre las propuestas que los partidos políticos de oposición y sus candidatos presentarán al país sobre la política como garante de la democracia y la alternabilidad en el poder, ausentes hace ocho años, sojuzgadas por el continuismo populista.
Excluyo al candidato oficialista, Evo Morales, que va a una re-reelección ilegal, con todo armado y amarrado tanto en el Tribunal Constitucional que avaló la ilegalidad con una “maniobra envolvente”, el Vice dixit, como en el Órgano Electoral que pretenden dar luz verde al régimen para su reproducción en y desde el poder. Hablan de cambio con fervor revolucionario intolerante, y así atiborran de millonarias campañas publicitarias en todos los medios de comunicación, pero no aceptan las necesarias y sanas rebeldías de una sociedad que requiere cambios de fondo y no de fachada.
Son muchos, son demasiados ocho años de una democracia impostora que concentra todos los poderes en el autócrata Evo Morales y que ha sido reducida a diversos actos electorales mediante el voto ciudadano, para luego no respetarlo o “acomodarlo” a sus fines políticos. Tras estos ocho años, la sociedad democrática exige que los partidos y candidatos de oposición, le digan a Bolivia por qué clase de democracia pelearán en la arena política electoral a la ingresarán, aun dentro de la mascarada democrática que vive el país.
La oposición democrática, de la que se espera la necesaria madurez para lograr la unidad posible entre demócratas, debiera construir un discurso orientador, directo, cercano a la gente y a sus demandas. Un discurso y mensajes que subrayen la importancia de la política como diálogo, como debate de ideas diversas, hasta contrapuestas o antagónicas, de conflictos, pero también de construcción de consensos-disensos entre iguales a partir del pluralismo político, hoy asfixiado por la mayoría que desdeña a la minoría tanto en la Asamblea Legislativa como en la sociedad política.
Ocho años de ausencia de la política que no permite hablar-dialogar-discutir-proponer sobre el rol de un Estado comprometido con los principios de equidad, justicia social, educación para construir una sociedad más educada, mejor informada y más cuestionadora. Sobre salud de calidad, respeto a los pueblos indígenas, crecimiento, diversificación e industrialización productivas, para salir del actual patrón de acumulación primaria extractiva, y del absurdo de “la industrialización de la hoja de coca” que es la materia prima de la cocaína. Y sobre esos y otros tantos temas de debate político público, diseñar un desarrollo sustentable.
El pluripartidismo político exige una cultura de pactos y acuerdos, para gobernar en pos del bien común. Sin embargo, el partido oficialista, Movimiento al Socialismo (MAS) y sus hombres creen, en el colmo de la estulticia, que han matado a los partidos políticos, porque en su momento, ellos sufrieron el “voto castigo” con el que la sociedad expresó su malestar por promesas incumplidas y otros errores, como el “cuoteo” y la corrupción, común en casi todas las democracias contemporáneas.
En su momento, Morales y el MAS también sufrirán ese voto castigo, en virtud a que en democracia –mal que les pese- los gobiernos cambian de acuerdo a la correlación de fuerzas en cada coyuntura política, y porque el ejercicio autocrático del poder que ejerce Morales, sustentado por el “poder cocalero”, empieza a tener fisuras internas y límites externos. Tanto que en sus propias encuestas, hechas por empresas extranjeras, apenas araña 40% de votos y las desmienten en el plano nacional con datos inflados que le asignan hasta 70 %, en una retahíla de embuste tras embuste.
nns do ln erno- heo, enetria mDesde hace ocho años el régimen ha masacrado el Estado de Derecho y la institucionalidad democrática, como la independencia de poderes, y ha hecho caso omiso del respeto de los Derechos Humanos. Esos años de destierro de la política -que no es politiquería- conducen a que la ciudadanía acepte esta realidad como normal, incluido el poderoso “poder cocalero”, la corrupción, la extorsión y el chantaje.
Y no basta la inclusión de sectores sociales hoy en cargos del sector público oficialista antes desplazados. Tampoco que haya un millón de personas que ha dejado la franja de la pobreza y pobreza extrema, para ingresar a la franja de la pobreza vulnerable, pues casi en su mayoría, viven en la informalidad económica, el contrabando y otros ilícitos, porque no encuentran un trabajo digno, bien pagado y estable. Y tampoco basta la inversión en infraestructura, buena, regular o mala, pero siempre sin llamar a licitación, sin rendir cuentas y sin transparentar el gasto público.
Del Frente Amplio en gestación – ojalá que se consolide y sume más adeptos para hacer frente al continuismo de Morales y compañía- me satisface que tenga dos mujeres de oro, Loyola Guzmán y Jimena Costa. Ellas darán la cara por todas las demás -y me incluyo incluyendo también a los hombres- para rescatar las bases del Estado Democrático de Derecho, es decir la República y la legalidad democrática; para restablecer el respeto a los Derechos Humamos y el compromiso por la inclusión de género, no con más o menos números de mujeres en cargos públicos, sino como igualdad cualitativa, más que cuantitativa.
A unas y a otros, unidos, nos cabe la responsabilidad de poner fin a ocho años de ausencia de la política como debate y confrontación de ideas entre la sociedad política y la sociedad civil.