Sobre la democracia
Todos, a nuestra manera, respaldamos la democracia, y muchos dicen que la defienden de quienes se proponen conculcarla; claro está que los propósitos antidemocráticos son atribuidos a los adversarios políticos. En verdad, hay pocos términos o conceptos –como el de la democracia– con tanta variedad de interpretaciones contradictorias. Pero hay un elemento común: el voto, que es parte importante de un proceso democrático formal, aunque, en los hechos, si es empleado discrecionalmente –o fraudulentamente–, se convierte en una maniobra para distorsionar su esencia.
Predomina la creencia de que el voto es suficiente garantía de democracia. No es así. Es, simplemente, uno de sus elementos; el que debe dar inicio a cada nueva etapa de la vida democrática. La Carta Democrática Interamericana, menciona ese y los otros elementos: “…el respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales; el acceso al poder y su ejercicio con sujeción al estado de derecho; la celebración de elecciones periódicas, libres, justas y basadas en el sufragio universal y secreto como expresión de la soberanía del pueblo; el régimen plural de partidos y organizaciones políticas; y la separación e independencia de los poderes públicos” (Art. 3º).
Hay ciertos sistemas en los que sí hay elecciones, pero con candidatos únicos y de la misma tendencia; no se permite la participación de fórmulas opuestas a la oficial. Las demás opciones están vedadas: o se vota por el oficialismo, o no se vota.
Con estos antecedentes, resulta curioso, por decir lo menos, que Corea del Norte, se autodenomine República Popular y Democrática, cuyo régimen de oprobio es dinástico y de negación absoluta de los derechos políticos de sus ciudadanos. Tampoco tiene consecuencia democrática, tal como debe ser entendida: es decir un esquema respetuoso de las libertades esenciales, aquello de que “el poder revolucionario, realizó las transformaciones democráticas” de Cuba, cuando simultáneamente se niega la posibilidad de que los ciudadanos adopten esquemas diferentes al socialismo dictatorial de partido único.
La tendencia populista en nuestro continente –ahora en fase terminal– pretendió disfrazar su esencia despótica, optando por otro camino: el cambio de las reglas electorales, el fraude y la intimidación, cuando no el apresamiento de los adversarios. Luego, estos iniciaron el derroche para captar ingenuos e ilusos; pero, al final, siempre hay que pagar las cuentas que deja la insensata diversión en nombre de la democracia…