ArtículosIniciosemana del 30 de MAYO al 5 de JUNIOWinston Estremadoiro

La politiquería y el “proceso de cambio”

Así me sindiquen de mellar la imagen del Presidente, jugueteé con lo que pasaría si el Gobierno tuviese que encarar una obra gigantesca como la ampliación del Canal de Panamá, labor que tomó casi siete años, y costará más de cinco mil millones de dólares.

En Bolivia costaría mucho más porque la encargarían a dedo a China, no a un consorcio de firmas privadas. Cómo pues española, si por lo de indígena-originario-campesino (nada mestizos por cierto) se resiente un período colonial más largo que los trece Incas. Italiana, si Colón era genovés y no se lamenta el atropello mussoliniano a Etiopía, cuya bandera es la nuestra al revés. Belga y recuerden lo que hicieron con la hoy República Democrática del Congo, antes Zaire, rico país africano cuyo nuevo nombre evoca al vacuo Estado Plurinacional de Bolivia, pero con un cordón umbilical de mar, como quisiéramos tener si no se opusiese el ejército chileno. Panamá, un despojo gringo a Colombia: su canal interoceánico aportará mil millones de dólares anuales a sus arcas luego de que finalmente se lo devolvieran.

Me pregunto si este Gobierno podría encarar escollos de sismicidad y fallas activas como los del Canal de Panamá. Le echarían la culpa a nueve meses de lluvia, que quizá solucionaría algún impostor que fungiría de meteorólogo. Difícil sería coordinar 10.000 empleados de cuarenta nacionalidades, si antes tendrían que dominar un idioma autóctono. Claro que afectarían el tráfico existente, si en el país cuatro gatos bloquean carreteras y calles con cualquier motivo. ¿Trasladarían compuertas de 50.000 toneladas si insisten que las carguen navíos de la Armada boliviana al puerto boliviano de Ilo?

Sería enredado en el país lo técnico, logístico y administrativo de ampliar el Canal de Panamá, tal vez porque un ex embajador dirigiría el plan un experto con experiencia del proyecto Misicuni que terminará sabe Dios cuándo; si su represa se fisura por mezcla pobre y hormigón enclenque podría inundar el valle, como escuelas y hospitales derrumbados al construirse con fondos del “Evo Cumple, Bolivia Cambia” del bolsillo de todos los bolivianos.

Preferimos a los chinos. Sí, ésos que vendieron el satélite Tupac Katari por millonadas más que otro similar en Nicaragua (también país socialista del siglo 21). Ésos que levantarían un dedo y entregarían las barcazas, cosa que harán ahora que les concedieron el hierro del Mutún, que para transportarlo a China requiere de la Hidrovía Paraguay-Paraná. Sí, los que suplen a la Fuerza Aérea Boliviana de helicópteros y aviones que no funcionan y sin repuestos, mientras sus generales dan largas a que el Transporte Aéreo Militar (TAM) pague impuestos y deje de vivir de la manga; lo dice uno que en 2007, o algo por ahí, viajó de Trinidad a Magdalena en un atestado avión Araba israelí, quizá recién salido de la Guerra de los Seis Días allá por 1967, mientras una humilde mamita gritaba el Padre Nuestro pidiendo no terminar despanzurrados en un curiche. Ésos chinos que prestaron 7.000 millones de dólares a condición de que todas las compras sean de fabricación china, y hasta un neófito como yo sabe que ellos tienen tres calidades en su industria: adivinen cuál es la que llega a esa gran potencia que es Bolivia.

El mismo Gobierno se ha desdicho de supuestos logros. Primero trocaron la dependencia de la embajada yanqui, por una en retirada de la Caracas de Chávez y Maduro y otra de la Brasilia de Lula; ya viene la de Beijing. Hoy se está orquestando la re-re-re-elección de su Jefazo, modificando una Carta Magna que ellos mismos embutieron en recintos militares. La mentada Cumbre Judicial en ciernes, ¿no distrae con acusaciones de retardación de justicia cuando la mora judicial quizá se debe a la costumbre rural de traer los litigios a las capitales departamentales? ¿El meollo de la crisis en la justicia boliviana no estará en el manoseo del Poder Judicial por el partido de gobierno para acosar opositores? Alardean de la libertad de expresión en Bolivia, cuando los medios de comunicación dependen de contratos de publicidad con los que se acoquina a la sumisión, y los periodistas andan amedrentados con telefonazos, amenazas y juicios si exponen la corrupción.

Migré a ser augur, sin necesidad de destripar un ave como pitonisa antigua. Ojalá cayera la venda de los ojos del cándido pueblo boliviano, sobre la impostura de un gobierno alardoso de proceso de cambio. Ojalá fuera antes que se entraran soldados chilenos al país so pretexto de poner brete a vociferantes cocaleros, con la aquiescencia de un Brasil en crisis y afectado por la cocaína, un Estados Unidos presidido por un “alaraco” Trump, un Perú de opciones presidenciables con rencores a sus vecinos, una Argentina desnudando los contrasentidos corruptos de ex mandatarios populistas, un Paraguay aún ambicioso de incorporar regiones guaraníes bolivianas y una Venezuela que ni papel higiénico podría mandarnos.

Mi esperanza, que yace en el fondo del barril de mis preocupaciones, es confiar en algo que decía Abraham Lincoln: “se puede engañar a todo el mundo algún tiempo; se puede engañar a algunos todo el tiempo; pero no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo”.

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