ArtículosInicioMarcelo Ostria Trigosemana del 20 de FEBRERO al 26 de FEBRERO del 2017

Entre la democracia y la tiranía

Subsiste la idea de que, terminada la Guerra Fría que amenazaba con la destrucción del planeta, se ha alcanzado estabilidad y paz internacionales. Los brotes de violencia, las guerras civiles, las persecuciones e imposiciones de nuevos regímenes populistas serían, para los que proclaman que ha “estallado la paz”, solo escollos pasajeros para el advenimiento de una era de concordia universal. Ciertamente, ésta es una visión candorosa de la realidad; es decir, sólo una expresión de deseos.

En verdad estamos en una época peligrosa para la convivencia universal. Las respuestas, van desde las propuestas sinceras —pero ingenuas— de que convocando a la concordia, se conseguirá ablandar a los extremistas duros, a aquellos que solo miran un mundo de dos colores: blanco y negro, sin matices y sin particularidades respetables.

Desde 1946 —fin de la Segunda Guerra Mundial— se ha avanzado mucho en un sentido —el material— y se ha retrocedido también significativamente en el ideal de construir un mundo solidario. Se creó la Organización de las Naciones Unidas, la que no consiguió parar la violencia ni los estallidos armados entre países, tolerando en su seno a brutales tiranías.

Ya en 1950 los países miembros de la organización mundial aprobaron la Declaración Universal de Derechos Humanos, pero aún hay dictaduras y teocracias que siguen integrando la ONU, mientras los demás miembros quedan impasibles. Una manifestación de este contrasentido fue el ascenso paulatino del neopopulismo en nuestra región, como seguidor —y supuesto vengador— de la derrotada “patria socialista universal”: la Unión Soviética. Este nuevo intento tiene origen en el Foro de San Pablo propiciado por Inácio ‘Lula’ da Silva, el ex presidente brasileño caído en desgracia por sus propios actos, que tenía como aliado en la Argentina al ya derrotado kirchnerismo, tan afín al chavismo y, por lo que se sabe, a los ayatolas de la teocracia iraní.

Mientras tanto, hay un pueblo crucificado: el venezolano, al que le han conculcado todas las libertades democráticas. Hasta ahora, la actitud regional fue contemplativa y aun temerosa, cuando no comprometida. Nuevamente, sin embargo, el Secretario General de la OEA, ha repuesto la iniciativa de que se aplique al régimen chavista, ostensible negador de las libertades democráticas, las sanciones previstas por la Carta Democrática Interamericana, demostrando así que en América no son aceptables, ni el neopopulismo depredador, ni las otras formas de tiranía.

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