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Gatopardismo

Marcelo Ostria Trigo

“Si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie», es una afirmación que figura en la novela El Gatopardo  de Giuseppe Tomasi di Lampedusa (1896-1957). Así, se ha tipificado el gatopardismo como una conducta política marrullera de ofrecer cambios sin el propósito de cumplir lo anunciado.

Uno de los rechazos ciudadanos fue a la reciente promulgación del llamado Código del Sistema Penal, inicialmente objetado por los médicos y, luego, por varios sectores ciudadanos que advierten que su aplicación atentaría contra las libertades democráticas y los derechos humanos, y consagraría la persecución política a quienes se opongan al régimen, contrariando así la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU: “Es esencial que los derechos humanos sean protegidos por un régimen de derecho, a fin de que el hombre no se vea compelido al supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión”. La petición y la protesta son derechos humanos.

Pero la protesta no se limita al mencionado código exigiendo su abrogación; va más allá: se pide también que se anule el írrito fallo del Tribunal Constitucional que desconoce la Carta Magna, dando lugar a la reelección presidencial continua y sin límites.

Los paros y bloqueos de calles y caminos mostraron el malestar de la ciudadanía. Y esto, como era de esperar por el vigor demostrado por el pueblo, preocupó al oficialismo que inicialmente decidió eliminar dos artículos del nuevo código; luego  propuso que se abra el término de un año para considerar posibles modificaciones del Código Penal y ahora anunció que está pidiendo a la Asamblea Legislativa que abrogue todo el código. Aunque, siempre con algo más: se afirmó que serán pocos los artículos a reformar y, nuevamente, que se “espera elaborar otra norma con el consenso de los sectores sociales”.

El conflicto no está resuelto, pues  se advierte la intención -siempre oculta- de dar participación a unos movimientos sociales adeptos al MAS que, además de carecer del imprescindible rigor jurídico actuarían, como siempre, bajo consignas sectarias. Esto con la esperanza de que, a la larga, se desvanezca la protesta y, luego, persistir en la intención de consagrar lo que ahora irrita a los ciudadanos.

Estos anuncios oficialistas podrían caer en el gatopardismo: se dice que se va a cambiar para que nada cambie. Porque si hubiera la intención de cumplir con el pueblo, se abriría una auténtica etapa de reflexión, convocando a todos, especialmente a quienes tienen idoneidad para proyectar una adecuada  ley penal.

Foto: Giuseppe Tomasi di Lampedusa

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