El ‘síndrome de la mariposa entrampada’
Lo que tiene que primar (…) es la salvaguarda de la democracia’ (Mons. Sergio Gualberti Calandrina)
José Rafael Vilar
El martes pasado, cuando entré en la ducha para mi ablución matutina, encontré una mariposa de las que pululan en casa en la parte interior de la pared del box de vidrio. Abrí la puerta del baño y traté de que saliera, pero al parecer la tozuda quería salir por la ventana. Esperé a que se posara en la malla, la abrí y cerré el vidrio de la ventana: nada. Ni antes ni durante la ducha, era una mariposa entrampada entre dos vidrios, el del box o entre malla y el de la ventana, sin querer huir de esa “prisión autoimpuesta”. Y ahora la veo cada vez que quiero ducharme: sin salir del baño, quiero pensar que está “feliz” de permanecer allí.
A primera vista, esta anécdota parece similar a la parábola de la rana hervida, en la que la temperatura del agua va elevándose tan gradualmente que al comienzo no hace nada, incluso disfruta la tibieza. Pero a medida que la temperatura aumenta, la rana se aturde cada vez más y finalmente no puede salir del agua caliente y termina cocinándose. Parábola que alude a las innumerables situaciones en las que no notamos cómo cada día nos apartamos un poquito más de alguna de nuestras metas o propósitos… hasta llegar a un punto muerto, el de la irreversibilidad.
La mariposa de mi relato tiene la opción de escapar, por la puerta o por la ventana (ambas abiertas), pero no lo hace. ¿Por qué? Quizás porque, como la rana hervida, se acostumbró y ya no le interesa salir. Pero a diferencia del batracio, no muere, solo le interesa aparentar que quiere salir. Podría llamarlo el “síndrome de la mariposa entrampada”.
He dedicado algunos de mis recientes tuits y columnas a prevenir contra la profusión de las candidaturas no-MAS, y no pocas veces recibí respuestas optimistas de que “en segunda vuelta nos unimos todos” (no voy a volver a aburrir con D’Hondt y la dispersión resultante en la Asamblea Legislativa). Este es un fehaciente ejemplo de una actitud displicente, conformista: de nuestro “síndrome de la mariposa entrampada”.
Previne hace poco sobre la importancia de evitar la profusión de opciones el 3 de mayo. Pues “le ganamos” a las elecciones del 20 de octubre: competirán cinco alianzas y cinco partidos. Varias organizaciones políticas estuvieron semanas discutiendo unidad (negociando inclusive), y se oían y leían llamados de precandidatos en favor de esta opción. No obstante al final fueron “ayes” sin convicción enunciados para provocar a otros a unírseles; pero cuando la presidente Áñez Chávez lanzó su precandidatura, se armó el guirigay.
Ni celebraré ni criticaré esta decisión, pero lo cierto es que, como quien avienta un juego de mahjong, la mayoría de las fichas salieron volando. Entiendo y justifico las críticas de los precandidatos (no-MAS y del MAS) porque la nueva precandidata los vapuleó en su entrampamiento (incluso a algunos quebrándoles sus principales apoyos). Pero no entiendo las denuncias de “inconstitucionalidad” y “similitud con Evo” que algunos políticos han proferido (no recuerdo de los precandidatos, pero sí de terceras o cuartas líneas), quizás porque no contrastaron la Constitución. Aunque me cuesta entender “la falta de ética” de Áñez Chávez y aceptaría el epíteto de “oportunista” (porque sí aprovechó la oportunidad), me indignan las insinuaciones contra la probidad de Salvador Romero Ballivián (a quien no conozco personalmente), intentando forzar su renuncia.
Ya circulan artículos y tuits apócrifos atribuidos a analistas reconocidos. Mucho entrampamiento aún habrá, pero, como escribió Roberto Laserna en Los Tiempos, si Jeanine quiere ganar, “debe demostrar que es posible hacer campaña sin abusar del cargo”.