Animales políticos y ciudadanos de la democracia
Hernán Cabrera M.
Una sociedad no es un cementerio, ni una sala de terapia intensiva. Quienes somos parte de esa sociedad no somos los sepultureros, sino que debemos ser protagonistas de cada situación que se genere y aportar a encontrar las soluciones adecuadas. La sociedad es un ente que siempre está en movimiento dialéctico, intenso, desordenado y a veces caótico; quienes la integran son seres humanos que desde que nacieron tienen una misión importante que cumplir, y que no la pueden eludir buscando pretextos de enfermedad, incapacidad, o de que no eran ellos los elegidos, sino otros, o que no es su turno; en fin, lo que siempre sobran son las excusas, mediadas por las acciones que pueda tomar el poder de turno: acallar las voces, reprimir las protestas sociales, enjuiciar a los que critican, o no asumir que vivimos en un Estado democrático, donde están vigentes los derechos a la protesta y a la libertad de expresión, entre otros muchos otros derechos humanos.
Nuestra democracia cumplirá en octubre 40 años de vigencia ininterrumpida, gracias al pueblo que luchó y preservó este sistema. Y no habrá poder alguno que encamine a la sociedad boliviana a vivir en el miedo, indiferencia, apatía, o entre rejas. El boliviano es un guerrero, que siempre está en apronte para hacerse respetar.
Cada uno de nosotros es un ciudadano de la democracia que nos debemos inmiscuir, participar y ser parte importante del devenir de la sociedad; no puede quedar al margen de los procesos históricos, ni esperar que le lluevan los beneficios del Estado. Desde que nacen, el hombre y la mujer están en el mundo con una misión, no estamos de paso, ni para la jarana, ni para aplazarnos. Estamos para trascender, para compartir, para destacarnos, para servir al otro, para amar, para luchar, para elevarnos como una ofrenda por la libertad, por la justicia, por la verdad, por la humanidad. No hemos nacido para ser esclavos de nadie, ni vivir amordazados, ni encarcelados.
Cuando Aristóteles dijo que “el hombre es un animal político”, no solo se refería a quienes llegan lejos en la lucha por el poder: presidente, líder, caudillo, alcalde, gobernador. Eso del animal político no es privativo de ellos o de quienes ahora están siendo protagonistas del acontecer nacional y regional. No es privilegio de algunos cuantos, es el derecho a la participación política, no solo de ejercer el voto, sino de ocupar cargos públicos, ser elegido, salir en una marcha de protesta, gritar a todo pulmón, participar de un paro, etc.
A lo que apuntaba Aristóteles, es que el ser humano desde que nace es un ciudadano, con derechos y obligaciones y está convocado a participar de la democracia, para que no nos pase lo que alertó el filósofo francés, Jacques Rouseau: “Si un ciudadano dice y a mí qué me importa, ahí se acabó la democracia”. Somos la extensión de la democracia.
Eso del animal político vale para todos nosotros, no puede ni debe haber distinciones. Vale para usted señora ama de casa, para los estudiantes, universitarios, fabriles, campesinos, profesionales, comerciantes, canillitas, empresarios, barman, niños, modelos, jóvenes, curas, empleadas domésticas, libreros, lustrabotas, funcionarios públicos, banqueros, periodistas, camarógrafos, intelectuales, microempresarios, indígenas, artistas, payasos, transportistas, profesores, concejales, alcaldes, policías, militares, serenos, locutores, prostitutas, lesbianas, gays, mecánicos, jueces, panaderos… Porque en Bolivia la política es demasiado importante para dejarla solamente en manos de los políticos.
Del conjunto de humanidad que es parte del Estado Plurinacional siempre habrá voces que querrán hacerse escuchar y buscarán los mecanismos para el efecto. Y eso incomoda al poder. La escritora canadiense Margaret Atwood, advierte un quiebre si se quiere imponer el discurso único: “La postura del individuo disidente siempre es incómoda; pero en el momento en el que miremos a nuestro alrededor y veamos que ya no hay disidentes entre nuestros portavoces públicos será el momento de mayor peligro”.
Esta es una invitación a asumirnos como animales políticos porque nos importa a todos el bienestar y la felicidad de cada uno de nosotros, de la familia, los amigos, hasta de los enemigos; porque nos debemos involucrar en las decisiones de nuestra comunidad y no que unos cuantos decidan por la mayoría; porque tenemos razón, capacidad, entusiasmo y voluntad para transitar otros terrenos que no son solo los de la cotidianidad y la rutina; porque queremos hacer escuchar nuestras voces de enojo, malestar y acudimos a las calles en marchas, bloqueos, paros como instrumentos de lucha, porque vivimos en democracia, que nos ha dejado mártires, desaparecidos y en honor a ellos, el poder de turno debe garantizar el ejercicio de las libertades y no el palo policial y el dedo acusador de la justicia para acallar esos gritos y encerrarlos.
La vida es para gastarla por los demás, decía el sacerdote Luis Espinal, y luego la dictadura lo partió en miles de pedazos. Pero nos dejó su poderosa llama para que siga ardiendo y expandiéndose entre nosotros.
Bolivia la política es demasiado importante para dejarla solamente en manos de los políticos.