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La última batalla

La vileza con la que ha actuado el régimen de Luis Arce en estos días de paro, nos da una señal clara de lo que es capaz un gobierno que todavía está empeñado en consolidar una dictadura que, de prosperar, hará cosas peores en el futuro, no sólo contra los odiados cruceños, a los que considera extranjeros y enemigos, sino contra todos, incluso los que hoy creen estar a salvo de las garras autoritarias.

Si la dictadura masista gana esta batalla, habrá ganado la guerra que empezó el 2019 con el fraude perpetrado por el cocalero Morales y los bolivianos no tendremos nunca más o tal vez por mucho tiempo, otra oportunidad de recuperar la democracia.

Ignorar este desafío o dejarlo en manos sólo de Santa Cruz es atentar contra los restantes ocho departamentos, los otros bolivianos que, sin duda alguna, serán los más perjudicados por la postergación del censo y el proyecto siniestro que trae aparejado, es decir, fraude, impostura, más autoritarismo, más pobreza y más compatriotas que se ven obligados a huir en busca de mejores oportunidades.

Santa Cruz ha sido el departamento más golpeado por el MAS desde 2006, pero ha sido también el más fortalecido. El estatismo, el rentismo, el clientelismo y el prebendalismo han debilitado a las regiones que se entregaron de lleno al “proceso de cambio” y al mismo tiempo se volvieron más dependientes de las dádivas del gobierno, mientras los cruceños se dedicaban a construir su destino para ellos y para todos los que han venido a refugiarse en estas tierras.

Esa es la gran ventaja de vivir en libertad, un valor que Santa Cruz seguirá defendiendo indefinidamente y en cualquier circunstancia y, en el futuro, cuando se trate de salir a pelear, otra vez será el primero en dar el paso al frente, con mucha más fuerza, pues ningún censo amañado podrá esconder la incesante marcha al oriente y mucho menos el fracaso del estado boliviano que hoy ostenta el pretencioso de “plurinacional”, aunque en los hechos sólo se trate de un narco-estado con base en el Chapare y sin más visión que beneficiar a los cárteles internacionales de la cocaína.

Todavía hay quienes dudan de la gran epopeya de 2019, no están convencidos de que la ciudadanía fue capaz de darle una patada en el traste a un dictador de la talla de Evo Morales y que puede hoy poner en su sitio a Luis Arce, un sujeto mucho más intrépido y arrogante que recurre a estrategias de guerra contra Santa Cruz para doblegarla y humillarla.

Si los bolivianos miran de palco esta situación, si no asumen como suya la última batalla que lleva adelante esta región, si se vuelven cómplices de la asfixia que ejecuta el régimen, estarán conspirando contra ellos mismos, contra sus propias vidas y subsistencia. Si no se suman hoy, mañana no tendrán nada qué sumar, pues estarán sumidos en la esclavitud, como están desde hace décadas los cubanos.

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