Gloria Álvarez, Cómo hablar con un conservador: un ensayo sobre las diferencias entre liberalismo y conservadurismo
Por: Juan Fernando Segovia
Fuente: Fundación Speiro
La guatemalteca Gloria Álvarez Cross, autora de este libro, es politólogo y periodista, a quien se le ha otorgado uno de los honores más apreciados en los días que corren: influencer. Antes de esta obra había escrito otras que no he leído, El engaño populista (2016) y Cómo hablar con un progre (2017). Integra esta ola de una derecha libertaria, más liberal que el propio liberalismo, que coquetea con la izquierda radical y el anarquismo, a los que muchas veces acaba sirviendo; una derecha libertaria calcada de algunos pseudointelectuales norteamericanos y que es pan diario de las redes sociales.
Álvarez denuncia el acoso de socialistas y la inquisición conservadora por profesar ideas liberales y escribe este libro como una muestra de valentía y como una especie de ejemplo para otras mujeres y otros hombres que sufren persecución por pensar que la libertad está por sobre todo y que su defensa merece cualquier trasgresión. En este contexto, no pidamos de la autora una investigación seria, pues sus propósitos están lejos de la academia pero distantes también de la seriedad profesional. Y no se trata de que Álvarez sea ayuna de lecturas, es que todas son de lo mismo: liberales y libertarios; y todas son contra lo mismo: los enemigos de la libertad, los que se oponen al avance de la individualidad en todos los terrenos, los que rechazan el progreso y abominan del cambio.
Se entiende por qué el conservador es, a sus ojos, un enemigo más serio que cualquiera otro, porque la esencia del conservadurismo es la defensa del status quo, la fobia al cambio; en tanto que la esencia del liberalismo/libertarianismo es la defensa de la libertad personal que es la base de todo cambio sin importar más dirección que la que cada individuo quiere darle. Es que el hombre es progreso, es un ser en evolución; y en nuestros días, más que nunca antes, el auxilio de la tecnología ayuda a controlar su vida y dirigirla a las metas que cada uno se proponga.
La primera parte del libro, «Lobos conservadores disfrazados de ovejas liberales», que podría decirse es la sección teórica, no pasa de ese estadio elemental; toda su filosofía se resume en pocas palabras: «Los liberales –escribe Álvarez– creemos que las personas somos libres para vivir nuestras vidas como lo decidamos siempre y cuando respetemos esa misma libertad del resto de seres humanos vivos, pues la libertad significa precisamente respetar la autonomía moral de cada persona». Para decirlo claramente: los conceptos que embargan el universo de ideas de Álvarez son así de simples y vulgares; son consignas fáciles de digerir en las redes sociales; máximas para conformar la mente de los cabezas huecas.
Pero la parte realmente interesante es la segunda, que bajo la rúbrica «Conservar, sí. Pero ¿conservar qué? y ¿para qué?», es un plan sencillo y directo para que los conservadores reconozcan la superioridad del liberalismo en la postulación de seis metas conservacionistas: conservar la dignidad del individuo, a pesar de que no sepamos cuál es la diferencia entre dignidad y libertad como no coerción, pero que invita a no criminalizar la libertad; conservar la libertad sexual, en todas sus formas, incluyendo por cierto la prostitución, el sadomasoquismo, la homosexualidad y así; conservar la familia en todas sus presentaciones, es decir, aquello que cada uno quiera considerar tal aunque vaya contra la naturaleza (¿qué naturaleza?), incluido el aborto y todas las otras maravillas de los tiempos presentes; conservar, por supuesto, el mercado libre, todas las libertades comerciales y económicas, en particular el mercado sexual y de las drogas; conservar las libertades de movilización, migración y asociación, que la autora resume en un alegato feminista contra las políticas misóginas de Donald Trump; y conservar el planeta limpio, aunque lo habiten hombres sucios, ¡qué paradoja!
A esta altura, uno no sabe si leer la tercera parte del libro, que nos plantea cómo rescatar la cultura que está en manos del marxismo. Por qué desde ya es una mentira: la cultura no está menos en manos de los marxistas de lo que está en poder de los liberales. Conviene también pasar de largo el epílogo en el que nos presenta el modelo de mujer liberal para el siglo XXI, la señora Margaret Thatcher.
Al final de cuentas, se trata de un libro plagado de los lugares comunes de la actual cultura progresista y liberal. Pero decir que Gloria Álvarez es una ignorante es decir una media verdad. Porque, a sabiendas, esta ignorante ha planteado una estrategia política para unir a libertarios, progresistas, liberales, radicales y conservadores bajo cuatro o cinco ideas fuerza, montadas todas sobre la libertad, que es la estrategia que hoy impera en el mundo. Ignorante, sí, pero ideóloga también, por buena repetidora de slogans y perogrulladas que envenenan el alma de los cabezas huecas que buscan alimento en las redes sociales. No van a encontrar otra cosa.
Juan Fernando SEGOVIA