Fuente: Reacción Charquina
A continuación, transcribimos la editorial del número 24 de la revista Cultura Boliviana, cuyo tema central es la Revolución de La Paz, en el marco de la Guerra Separatista de América, también conocida como Revoluciones del Reino de Indias o Guerras de Independencia Latinoamericanas. En esta editorial, se manifiesta una honesta preocupación por averiguar la verdad de los hechos y desmitificar ciertas afirmaciones asumidas como verdad, que parten más del sentimiento que de la razón.
En 1958 se registró en La Paz una polémica importante sobre la personalidad de Pedro Domingo Murillo; publicamos hoy, en nuestras páginas interiores, los trabajos principales aparecidos en los diarios.
Esta polémica, por encima de otras consideraciones que haremos posteriormente, tuvo la virtud de mostrar un hecho incuestionable: que la historia de Bolivia aún no está escrita. Que lo poco que se ha hecho en este orden debe ser sometido a una revisión científica. Tradición no es lo mismo que investigación.
Pero, para llegar ahora a la interpretación correcta de la historia de Bolivia, que todos anhelamos, hay cantidad de obstáculos por superar. Por ejemplo, el asunto de las academias e institutos de investigación histórica que existen han realizado poca o ninguna labor y, además, en el futuro nada se puede esperar de estos organismos porque la mayoría de las personas componentes no conocen la ciencia de la historia, son simples amigos o caballeros enfermos de obtener o mantener renombre fácil.
Luego, no hay recopiladores. Y para la labor de investigación lo importante es partir desde el documento publicado que puede ser compulsado públicamente.
Los temas, las especialidades, es otro problema. Los investigadores del incario en su generalidad no concuerdan con los de la colonia y más aún los de la guerra de la independencia con los contemporáneos. Los investigadores es lógico que deben tener una labor concreta y específica, donde pueden dar de sí mucho más que manoseando sin responsabilidad temas de cualquier época y haciendo interpretaciones antojadizas. persuadidos de sus fanatismos o sus prejuicios. Y precisamente eso es lo que no debe perderse de vista: el gran daño que causan aquellos «historiadores» con sus prejuicios a sotto voce. Regionales, raciales, sociales o politicos. Alguna vez Gonzalo de Saavedra dijo de Murillo: «nada de plebeyo». Como si con ese simple hecho fuera un hombre excepcional…
De ahí que consideremos importante la polémica de 1958, que dígase lo que se diga, ha puesto de evidencia en el país la decadencia de la interpretación oscurantista de la historia que ha sido norma en el pasado y además ha iniciado la batalla de ideas contra concepciones regresivas. Pues no debe sorprender a nadie que lo que acontece con Murillo sucede también con Pagador, con el Marqués de Selva Alegre e infinidad de personajes que representan una época decisiva, por cuanto es el inicio de la guerra de la independencia que nos daría Patria. Por eso, muy bien ha dicho Teresa Gisbert: tenemos todos que enfrentarnos valientemente con nuestras realidades: nuestra realidad social, nuestra realidad económica.