Capitalismo de camarilla
Diego Ayo
Podemos pensar que la corrupción en YPFB es algo menor, resultado de alguna componenda coyuntural, fácilmente superable. Creer que los 12 millones desaparecidos de Papelbol son algo específico, fruto de alguna ligereza personal. Ni que decir de las nacionalizaciones de Colquiri y Mallku Khota: son el efecto de la nueva Constitución que da pie a que estos hechos ocurran, con comunidades enseñoreadas que creen poder disponer de los recursos naturales como propios. Y, claro, la quiebra de Ametex es consecuencia de problemas añejos, de los que este gobierno no se responsabiliza. Y el meganegocio del hierro con Jindal a la cabeza, es, igualmente, y siguiendo esta lógica personalista, producto de la ineficiencia de nuestros socios hindús y/o los excesos de “aligeramiento” de las arcas del Estado de algún funcionario que les quiso cobrar sobreprecios en los terrenos adjudicados. Pero hay más. Una yapa de último momento: los aprontes deportivos del país mandando una delegación de funcionarios públicos más pertrechados de beneficios que los propios deportistas, viajando con el dinero que el Comité Olímpico nos otorga como país.
Pero bueno, ¿para qué citar estos eventos que parecen ser aislados entre sí? Pues precisamente por eso, por la necesidad de enfatizar que no son hechos aislados. Corresponden a un modelo político/económico que empieza a consolidarse en el marco de la denominada Revolución en Democracia. Un modelo político que podríamos definir como de capitalismo de camarilla. Veamos algunos aspectos.
Primero, no podemos seguir pensando el desarrollo económico al margen del Estado. Pero no sólo como un Estado dedicado al cobro de impuestos, las regulaciones ocasionales al desempeño empresarial o el funcionamiento de los servicios sociales. No, el modelo de capitalismo de camarilla tiene el propósito de alentar el parto de nuevas élites económicas desde el mismo Estado. Es el Estado el partero de las (nuevas) fortunas. Pero, claro, no de forma gratuita. En verdad, la política de camarilla impulsa enriquecimientos personales. La política incentiva la economía. Pero lo inverso también es real (y aquí queda claro que las ayuditas no son gratis): la economía incentiva la política, correspondiendo a los favores de sus parteros, ya sea ayudándolos en las campañas electorales, ofreciendo donativos para el partido, y, sobre todo, no haciendo oposición política de ningún tipo. Por ello, la sumisión de algunos sectores del empresariado cruceño, la proliferación de casos de corrupción en empresas estatales, la nacionalización como bandera, sin que medien estudios siquiera que justifiquen esta “recuperación de la dignidad” y/o la permisividad con el narcotráfico y el contrabando, son rasgos señeros de la actualidad.
Segundo, el propósito de este capitalismo, pues, no está enfocado al bien común. Está enfocado a lograr tres objetivos menores que consoliden el objetivo mayor: este último consiste en la prolongación en el poder. El objetivo es “quedarse 500 años” y/o “no ser inquilinos”. Estas frases revelan el sentido alentado por quienes gobiernan: perpetuarse. Y para lograrlo deben poseer los recursos económicos suficientes (para eso deben nacionalizar todo lo que haya al paso) que les permita hacer tres cosas (con esa platita): consolidar al jefe máximo y a su camarilla decisora (el famoso entorno palaciego de don Linera y compañía); eliminar a los rivales y garantizar el apoyo de sectores leales (a través de bonos y demás, de forma oficial, pero otras dádivas, de forma clandestina). Por tanto, lo que se busca es el bien privado de estas camarillas y de sus electores (más) leales. Si para ello hay que dañar los bienes públicos (ejemplos: dando la gerencia de una empresa pública a algún militante leal que poco o nada tiene que ver con el asunto y que termina llevándose algunos recursitos a su bolsillo, destruyendo el TIPNIS, pues que importa el ambiente si la cosa es contentar a las camarillas cocaleras, o puenteando a la Alcaldía de La Paz con obras paralelas que no buscan ese bien colectivo sino la lealtad o recuperación de esta lealtad de la población paceña)
Tercero, en descargo de este gobierno, este modelo no comienza con Evo Morales. Comienza en el periodo neoliberal (y de antes). Sólo que en aquella época se tenía enfrente a un capitalismo de camarilla de oligarquías empresariales que dominaban al Estado y hoy lo que tenemos es un capitalismo de camarilla de oligarquías estatales que dominan a la empresa privada. En el primer momento neoliberal la economía corrompía a la política, hoy es la política la que corrompe a la economía. Sin embargo, el trasfondo de instrumentalización del Estado para fines privados, el dominio de nexos políticos informales (los que clandestinamente otorgaron a Enron la licitación –las transnacionales corrompiendo al Estado-, o los que clandestinamente posibilitaron la legalización de autos chutos de contrabando – el Estado corrompiendo a los empresarios) y la inseguridad jurídica, se repiten.
Por eso, Mallku Khota o los delegados a las Olimpiadas tienen algo en común: el progreso no será para todos los bolivianos. Será para aquellos leales y calladitos, que sepan que aupar a Don Evo, es la garantía del éxito.
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3072012