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Bolivia tiene nombre de mujer (1)

Susana Seleme Antelo

“Me han estremecido un montón de mujeres, mujeres de fuego, mujeres de nieve… Me estremecieron mujeres que la historia anotó entre laureles y otras desconocidas, gigantes, que no hay libro que las aguante.”
Silvio Rodríguez

¡A mí también me estremecen!

Me estremeció la valentía y la firme decisión de Jeanine Añez Chávez para asumir el cargo de presidenta, el pasado 12 de noviembre por un período de transición democrática, tras los casi 14 años de ignominias y abusos del régimen de Evo Morales. Dejó un país convulsionado por el fraude y por su terquedad de ejercer el poder impune “para toda la vida”. En esos años desmanteló toda la institucionalidad democrática e impuso su propia estructura: una dictadura que de vez en cuando se disfrazaba de electorera.

Hoy Bolivia transita el ‘postevismo’ de la mano de una mujer: Jeanine Añez Chávez que quiere paz y libertad en democracia.

Que este país de cultura patriarcal y machista, como casi todos, por costumbre y tradición de siglos, tenga una presidenta, es inusual. Me conmueve. Lo es por sucesión constitucional, Art. 169.1, tras las renuncias en cascada de Evo Morales, Álvaro García, de la presidenta y el primer vicepresidente del Senado y de Diputados.

Aterrorizados Morales y los suyos no supieron leer a la Bolivia joven, y a la otra tampoco, insurrecta pacíficamente, 21 días bloqueando calles y carreteras con ‘pititas’ (sogas) pidiendo su renuncia. La subestimaron.  Creyeron que se tragaría el fraude descomunal de las elecciones del 20 de octubre pasado. Hacía rato que no le tomaban el pulso al país. Estaban de espaladas a la realidad.

Jeanine Añez era la segunda Vicepresidenta del Senado, con larga carrera como parlamentaria. Qué la tengamos de presidenta de Bolivia, militante del partido Demócrata Social opositor a Morales todos los años de su despótico gobierno, era algo impensable.

Desde mi feminismo político, que nada tiene que ver con la exagerada “ideología de género”, suelo ir contra corriente, como tantísimas mujeres que me precedieron y las de hoy, que seguimos exigiendo equidad de derechos y oportunidades. Equidad que va más allá de la igualdad, porque la equidad articula los derechos individuales con la justicia social. Y lucha contra la supremacía masculina, la del ‘páter familia’ heredado de la antigua Roma, que se ha ejercido y se ejerce sin sobresaltos en la inabarcable edad del tiempo sobre mujeres y niñas.  De ahí se amplió al Estado, a la Iglesia, a la política, a las leyes, a la economía, a la cultura y a la sexualidad. Es el patriarcado.

Y voy contra corriente también desde el lenguaje. He sido interpelada por usar la palabra presidenta, con a, bajo el argumento de que quiero ‘matriarcalizar’ la gramática. En realidad, lo que yo más deseo es ‘despatriacalizar’ las relaciones sociales en todos los ámbitos de la vida en sociedad. Y en el habla, desde luego. Afirman algunos que ‘presidente’ es un participio que no adopta género femenino porque termina en ‘ente’. Los expertos sostienen que para que una lengua tenga voces como presidenta, solo se necesita dos cosas: que haya mujeres que presidan instituciones, cualquier sea su naturaleza, y que haya hablantes que quieran expresar que son mujeres las que las presiden.  “Si esas dos circunstancias se dan, ninguna supuesta terminación, por muy histórica que sea su huella, frenará el uso de la forma femenina.” Amén.                                                             (Continua)

Bolivia transita el ‘postevismo’ de la mano de una mujer (2)

Muchos creyeron que llegaríamos al ‘postevismo’ gracias al voto útil otorgado a Carlos Mesa, de Comunidad Ciudadana, en octubre pasado. La segunda vuelta era el resultado democrático que Morales truncó autoritaria y abusivamente. Lo común en todo dictador que asume la política como guerra a muerte: “o conmigo o contra mí”. Pero se lo venció.

El ‘postevismo’ de la mano de Jeanine Añez se siente. Corren otros aires en Bolivia: los de la libertad de pensamiento y palabra sin temor, aire de diálogos, de la democrática confrontación de ideas, de la representación, del reconocimiento, de la participación, de la deliberación entre diferentes.

Eso fue lo que se vio y vivió en la histórica reunión para la pacificación del país entre los Movimientos Sociales, Central Obrera Boliviana, Juntas Vecinales, Pacto de Unidad y otras organizaciones civiles, con la Presidenta, su Gabinete, la Conferencia Episcopal y los Observadores Internacionales.

¿Es Jeanine Añez presidenta por la articulación de causas y efectos, casualidades, tesis, antítesis, síntesis activadas por esa mezcla de azares y destinos que conjugan, tejen, destejen, rompen, zurcen, crean mitos y terminan construyendo historia? ¿Fue y es lo concreto como síntesis de múltiples determinaciones? ¿Hemos sido y somos testigos de una revolución? Sí, somos testigos de un cambio de época: de la dictadura a la democracia siempre perfectible.

La Presidenta Añez transita un tiempo complejo, incendiario por instrucciones del hoy exiliado cocalero expresidente. Escollo tras escollo, como que se hubiera colado una ley que pretendía otorgar impunidad a los exmandatarios huidos. Frente a esa chicana, con disgusto contenido, Añez enfáticamente señaló: «No voy a promulgar esa ley… No podemos otorgar protección a quienes han sometido, perseguido, engañado y burlado a los bolivianos. Esta ‘ley de la impunidad’ no puede ser aprobada, nuestros principios no son negociables”. 

Y va sorteando los obstáculos que aún quedan y continuarán, con firmeza, prudencia, sabiduría y talante de mujer. Y eso debe haber sido un acicate para que prime la razón sobre la sinrazón de la violencia. Ya promulgó la Ley aprobada por unanimidad en el Congreso, incluido el partido de Morales, Movimiento al Socialismo (MAS), con sus dos tercios. La Ley convoca a elecciones en un máximo de 120 días a partir de su promulgación, el 24 del presente mes, sin Morales ni García como candidatos, en resguardo del Art. 168 de la Constitución: solo dos mandatos continuos, y un homenaje al 21F.  Se anuló la tramposa elección de octubre, se fija 20 días para que la Asamblea Nacional elija a los miembros del Tribunal Electoral y elabore el calendario para los próximos comicios.

Promulgó la Ley junto a la actual joven Presidenta del Senado, Eva Copa del MAS, ya considerada del “ala concertadora”, pues posibilitó el acuerdo para que se convoque a nuevas elecciones. Añez agradeció la labor de todos los parlamentarios por lograr la unanimidad, y a “los jóvenes que con cantos, bromas, llantos y abrazos cumplieron su misión.” Afirmó que “Vamos a recuperar la democracia con democracia, queridos compatriotas, nadie se rinde, nadie se cansa.”

Jeanine Añez es la segunda presidenta que tiene Bolivia. La historia ha colocado a dos mujeres en esas funciones, en épocas distintas, pero en situaciones rabiosas, desde el punto de vista de la gobernabilidad política, la paz social y la institucional democrática.  Lidia Gueiler Tejada (1921-2011) fue la primera, luego del golpe de Estado de Alberto Natusch Busch, con la Masacre de Todos Santos, noviembre de 1979. Gueiler, militante activa del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) fue electa diputada y luego presidenta de esa Cámara aquel año. Superado ese golpe, se la designó presidenta en virtud de la sucesión constitucional, y fue derrocada por otro golpe.

Acompañan a Añez otras mujeres: Karen Longaric Rodríguez, primera mujer en asumir el Ministerio de Relaciones Exteriores, doctora en Derecho Internacional; Roxana Lizárrga de Vega, abogada y periodista, Ministra de Comunicación;  María Elba Pinkert Vaca, licenciada en Ciencias Jurídicas, Ministra de Medio Ambiente y Aguas;  Martha Yujra Apaza, ministra de Culturas, representa  a los vecinos de la combativa ciudad de El Alto; Virginia Patty Torres, Ministra de Educación, abogada, doctora en Ciencias y Humanidades, docente en varias universidades.

Mujeres de fuego, mujeres de nieve, gigantes. Con ustedes Bolivia toda. También con sus colegas hombres.

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