Perversos capitalistas
Me despertó mi esposa, serían las once de la noche, y acababan de anunciar el “triunfo” electoral de Nicolás Maduro. Hablaba el tipo acerca de la sociedad pluripolar y no sé qué tonterías, y recalcaba, una y otra vez, que era hijo de Chávez, denigrando a su madre. Su mujer, al lado, como una pequeña escultura china, aplaudía a rabiar. En un momento, Maduro, mientras cuestionaba tantas cosas con la gama de un arcoiris, hizo una pregunta y volcó la cara a su entorno; nadie le contestó, como le contestaban a Chávez igual que en el gospel los fieles responden al pastor. Nadie le estaba prestando atención. Maduro es el candidato de guardar los billetes, la única apuesta del status quo. Al menos temporal, que poco ha de durar, mientras vacían las arcas hasta de los maderos y acaban con un país, este sí, que con sus ingresos petroleros podría ser como Suiza. Nada más que liderazgo espurio.
Retorné a dormir y soñé con truchas azules que saltando a una verja se convertían en aves. Vegetación alrededor, y ladrones que en la noche miraban desde las ventanas para robarse ese sublime pez a quien mi hija le había construido una pecera gigante con un árbol que crecía en medio. De a ratos escuchaba al “presidente encargado”, imitando a su progenitor comandante, ora agresivo, ora lloroso, repitiendo y regresando sobre los mismos temas una y otra vez, como si le faltase verbo. Al lado, el fetiche vietnamita sonreía. El canciller Elías Jaua asomaba la frente y un ojo detrás de alguna espalda. Diosdado no asistía. Y el encargado peroraba sin rumbo por un obrerismo sospechoso, la cristianidad y la revolución. Buscó un crucifijo en el bolsillo… se le había olvidado.
Nombró a países llamados amigos, señalando a supuestos representantes de esas naciones entre la multitud. Se le olvidó el irrenunciable Evo, o los mamotretos aymaras que predicen el futuro, como si para robar se necesitase adivinos. No mencionó Bolivia, a pesar de que Morales estuvo cuidando el féretro vacío, velando al muñeco, intentando ser marcial en sus amaneramientos.
¿Borrón y cuenta nueva? Cuenta regresiva. Amado Boudou, el alegre malhechor argentino, fue presentado. El cuerpo de Nicolás lo eclipsaba, lo tapó. El gremio comenzaba a reunirse, como los ágiles pilluelos de Dickens, con la salvedad de que ahora no estaba Fagin. Aquí no hay victoria sino gran incertidumbre. Tal vez el tiempo de la doctrina Bush, que terminó con los regímenes militares de América Latina, vaya tocando fondo. Ya se han notado disensiones dentro de la fuerza armada venezolana y no se descarta un golpe de estado en embrión.
Entre los insulsos detalles de su vociferante cháchara, prometió presentar pruebas de la campaña internacional por desestabilizarlo. Esta vez mencionó colombianos con una máquina de alta tecnología. Tal vez se refiriera a ese mundo secreto de los imperios, que Hugo Chávez decía conocer, que dispone de aparatos para producir tsunamis y terremotos. Entre terremoto y Coromoto hay poca distancia, y cómo se les puede creer a estos febles pensantes, el coronel, su hijo y compañía, los sensibles vagidos iletrados.
Que los capitalistas son perversos ni duda hay. Solo que Maduro se olvida de anotar que ellos pertenecen a ese rubro, aunque son capitalistas sin criterio empresarial, del capitalismo rata que se apropia de lo ajeno sin esfuerzo y menos imaginación. Ya las voces del “progresismo” se alzan para felicitar este evento como un hito revolucionario. El bus del chofer ha avanzado muy lejos, a donde jamás imaginó. Cuidado con que el vehículo que consideran pasaporte al futuro no se les complique y acabe convirtiéndose en el tren de la ausencia…
15/04/13
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Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 16/04/2013
Imagen: El ladrón de nidos/Francisco de Goya