ArtículosCarlos Dabdoub ArrienIniciosemana del 13 de MAYO al 19 de MAYO

TEREBINTO

Los justos reclamos del 11 %, hicieron que entre 1957 y 1959 se produjeran varios enfrentamientos armados entre fuerzas del gobierno y gente del pueblo de Santa Cruz. El objetivo del Estado de sitio decretado por el gobierno de Hernán Siles Zuazo el 29 de octubre de 1957 era «resolver una peligrosa reacción de carácter regionalista que pone en peligro la soberanía y la seguridad nacional, teniendo en cuenta que se halla en marcha una conspiración alentada desde el exterior y que, por la forma en que ha sido planeada, significa traición a la Patria». El pueblo cruceño reunido en la plaza central tras el arrebato de las campanas de la catedral, rechazó tal medida de fuerza, por ser atentatoria a los derechos constitucionales de los habitantes de Santa Cruz.

Debido a la asonada del 14 de mayo de 1958 dirigida por Falange Socialista Boliviana (FSB), que sólo se consolidó en Santa Cruz y Camiri, el gobierno del MNR le atribuyó participación política en este acontecimiento al doctor Pinto Parada, viéndose obligado a exilarse en Argentina, partiendo rumbo a Buenos Aires desde el Aeropuerto ‘El Tromplillo’. Este hecho fue denunciado a la Confederación Nacional de Profesionales por la Federación Médica Sindical cruceña, a cargo de los médicos Roque Aguilera e Ismael Suárez y la Federación de Profesionales de Santa Cruz, presidida por el doctor Percy Boland. Un reclamo similar realizó al Gobierno la Unión Juvenil Cruceñista, encabezada por el doctor Carlos Valverde Barbery el 4 de junio de 1958. Mientras tanto, Lorgio Serrate Ribera quedaría como presidente en ejercicio del Comité pro Santa Cruz.

Durante este tiempo, por instrucciones del gobierno de Siles Zuazo, en dos fechas (mayo de 1958 y junio de 1959) ingresan a Santa Cruz fuerzas punitivas conformadas por milicias integrada por aproximadamente diez mil campesinos armados apoyadas y las Fuerzas Armadas.

Primera Invasión a Santa Cruz. Matanza de Terebinto

Poco después del motín de este 14 de mayo, hordas enceguecidas por el odio, el alcohol y la hoja de coca, asesinan de manera cruel y sanguinaria a unas diez personas, siendo la mayoría de ellos jóvenes universitarios. Previamente habían sido torturados, luego mutilados y finalmente asesinados. Este hecho de barbarie se lo conoce como la «masacre (holocausto) de Terebinto» (19 de mayo de 1958). (Terebinto es una bella y pequeña población rural, situada al noroeste de Santa Cruz, cerca del Amboró, formando parte de las primeras estribaciones de la cordillera de los Andes en el lado oriental). Simultáneamente, en la ciudad capital las fuerzas invasoras «cometen tropelías, saqueos, violaciones de mujeres, incendios y destrozos de oficinas e instituciones, así como de domicilios de distinguidas familias» (Luís Mayser Ardaya. Terebinto: Holocausto de la Cruceñidad. Revista Verde y Blanco. Santa Cruz de la Sierra. 2007:134-137).

El Diario Ilustrado de Santiago de Chile del 8 de julio del 58, relaciona la ejecución del 16 de junio de 1956 por el gobierno húngaro, con los acontecimientos acaecidos en Santa Cruz. La nota menciona que «Dichas milicias encontraron a un pueblo pacífico e inerme que atónito y sorprendido las vio desfilar marcialmente. La ocupación de Santa Cruz por las fuerzas campesinas de Ucureña -que permanecieron más de diez días en la ciudad- dejó el saldo de muchos muertos. Pero estos muertos no fueron el resultado de combate alguno con los milicianos. Fueron simples víctimas asesinadas y descuartizadas por las hordas que aleccionadas bajaron de las montañas de Cochabamba» (La Voz del Pueblo. Órgano Oficial de la Unión Juvenil Cruceñista. Año 1. Nº 4. Santa Cruz, lunes 1º de septiembre de 1958).

El Diario de La Paz del 27 de mayo (1958) hacía estos comentarios: «Como corolario de todo esto, Santa Cruz vive actualmente una etapa difícil de su historia, donde rige una situación policiaria tremenda y peligrosa. Las calles, a horas nueve se encuentran desoladas y silenciosas. Su gente, con el rostro entristecido llora en silencio su dolor y su tragedia. La impotencia de sus habitantes ante la presencia de fuerzas que en lugar de servir como garantía siembran el pánico y el terror. Hombres, niños y mujeres de alto rango social o del pueblo se encuentran sumidos en una desesperación que llega a lo imposible e increíble. Hay terror y odio, temor y ansiedad, ansiedad de paz y tranquilidad».

Una misión de la Universidad de Chuquisaca investigó estos funestos sucesos y redactó un informe que describe detalladamente los horrendos asesinatos, el mismo que la aprobó la Asamblea General Universitaria de San Francisco Xavier el 16 de junio de 1958.También el laureado vate beniano Pedro Shimose reflejó en los versos de su poema «Terebinto» el drama que vivió Santa Cruz en aquella época.

Segunda Invasión a Santa Cruz

Un año después de la matanza de Terebinto, en la noche del 26 de junio de 1959 -el mismo día de la posesión de Haroldo Zambrana Cronembold como prefecto de Santa Cruz-, la muerte trágica de un sargento de carabinero que montaba guardia en la esquina Ayacucho-Independencia fue el acicate para que nuevamente el gobierno centralista procediera a una segunda ocupación de la ciudad de Santa Cruz, «movilizando diez mil efectivos militares y cinco mil milicianos, entre mineros y campesinos de Ucureña, que proclamaban la misión de eliminar a los separatistas cruceños». (Lucio Paz Rivero. Prólogo del libro Héroes del Civismo. Las luchas por el 11% de regalías petroleras (1957 – 1959) de Nino Gandarilla Guardia. Fundación NOVA. Santa Cruz de la Sierra, 2008: 13). «Nuestra fuerza era de 150 unionistas armados de escopetas, revólveres y rifles de salón calibre 22. ¿Qué resistencia podíamos hacer», narraba don ‘Pepe’ Terrazas. (José Terrazas Velasco. La Unión Juvenil Cruceñista. 1957-1959. Fundación NOVA. Santa Cruz de la Sierra, Bolivia. 2009: 106.) Este suceso refleja elocuentemente la confrontación desigual entre el gobierno central y la región. Para impedir un nuevo genocidio, el directorio del Comité Cívico resolvió declarar a la capital cruceña ‘Ciudad Abierta’ y evitar que los invasores tomen la ciudad a ‘sangre y fuego’, disponiendo también que la Unión Juvenil inicie de inmediato la llamada ‘retirada estratégica’. Ese mismo 26 de junio la juventud y sus líderes se dirigen hacia el Surutú, » por tener una selva exuberante y tupida, cubierto por una arboleda que además de impedir toda observación aérea, ofrecía frutos naturales para la alimentación y abundantes fuentes de agua, necesario para la supervivencia de los unionistas). El 8 de julio poco más de trescientos cruceños armados con revólveres, escopetas y rifles de salón, la mayoría entre 16 y 25 años de edad, integrantes de la Unión Juvenil Cruceñista, son aprehendidos cerca de Buenavista por tropas del gobierno central. Las radioemisoras, especialmente radio «Illimani», difundieron la noticia de que en Santa Cruz «había estallado una revolución separatista». Muchos de estos jóvenes valientes fueron trasladados al Panóptico Nacional de la sede de gobierno, permaneciendo en sus celdas durante dos meses, aproximadamente. Algunos fueron liberados, pero la mayoría siguieron viaje a Lima en calidad de exiliados políticos. Isaac Sandoval, protagonista de esa larga y sufrida caminata, escribió en el lugar de los hechos dichos sucesos en los espacios blancos de un texto de la Constitución Política de Bolivia, que el autor llevaba consigo (Isaac Sandoval Rodríguez. Surutú «La retirada estratégica». Fundación NOVA. Santa Cruz, Bolivia. 2006).

Un relato personal de Carlos Glogau Albrecht, hijo de la entonces presidenta de la Unión Femenina Cruceñista, Elffy Albrecht, cuenta que su madre fue detenida la madrugada del 27 de junio de aquel mismo año en su residencia particular de la calle Ingavi 316, siendo trasladada a las celdas de la Policía, situadas en la plaza 24 de septiembre, a la vista de la gente que entraba a misa de la Catedral. En aquellos días, la ciudad estaba prácticamente habitada por mujeres, niños y ancianos, pues mientras la juventud y sus líderes que fugaron hacia el Surutú eran perseguidos por las milicias armadas, Pinto Parada y otros notables cruceños estaban en el exilio. Anoticiado el pueblo del abuso cometido, unas quinientas mujeres se congregaron frente al edificio policial, exigiendo la libertad de la doctora Albrecht, hasta conseguir su objetivo. Este es uno de los tantos ejemplos que demuestran el sentimiento cruceño y la valentía de la mujer de aquella época, donde la sociedad era un solo cuerpo y espíritu, sin distinción de clases, militancia política, raza o religión, que defendía un solo ideal: arrancar un derecho al centralismo, el pago de las regalías del 11%, como lo establecía la ley de 1938.

Esta epopeya ilustra el altísimo valor cívico y heroico del pueblo cruceño que no se puede olvidar jamás. Los libros del capitán José Terrazas Velasco (La Unión Juvenil Cruceñista, 1994 y 2009), Lucio Paz Rivero (Mis Vivencias, 2006) y Nino Gandarilla Guardia (Héroes del civismo, 2008), también describen con muchos detalles estos cruentos acontecimientos que ocurrieron hace poco más de medio siglo.

(En conmemoración del 19 de mayo, fecha de la matanza en Terebinto)

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