ArtículosInicioManfredo Kempff Suárez

ELUCUBRACIONES DE UN COMANDANTE

El Comandante de las Fuerzas Armadas puede lucir muchas condecoraciones que brillan en su guerrera, pero no ha sido igualmente brillante en unas expresiones que tuvo en Cochabamba, según informan algunos medios de prensa. Lamentó un “déficit de intelectualidad que hay en las FF.AA.” y él mismo se encargó de corroborarlo con unas elucubraciones históricas que dejan mucho que desear.

No es lo mejor basarse en informaciones de los periódicos cuando se tratan asuntos de trascendencia, pero como el señor General no ha desmentido nada, damos por cierto eso que ha dicho respecto a que los diplomáticos “son los primeros traidores”, refiriéndose principalmente al Tratado de 1904. Afirmó el Comandante que “la guerra es un problema político, no militar”. En eso último tiene razón, como ya lo afirmaron grandes tratadistas sobre la materia, pero hay que saber interpretar las ideas.

El General deberá coincidir en que en todas partes del mundo, no porque uno sea militar y el otro civil, tiene que ser mejor o peor. La gorra y las botas no hacen la diferencia. Si él cree que hubo civiles traidores durante y después de la Guerra del Pacífico, encarnados por los diplomáticos, también hubo militares cuya conducta nos dejó muy mal parados, comenzando por el propio Hilarión Daza. Sólo con la retirada de Camarones, daba como para que a Daza lo llevaran ante un tribunal militar y se lo fusilara. Además de que, todo lo contrario de lo que afirma el señor Comandante, en 1879 la guerra no fue culpa de políticos civiles tanto como del propio general Daza que actuó imprudentemente.

Es evidente, como afirma el General, que el tratado de 1904, fue fatal para Bolivia. Pero no se trató de que unos cuantos diplomáticos traidores lo hubieran pactado a espaldas del país, sino porque Chile nos tenía asfixiados ocupando nuestro territorio y estrangulándonos económicamente en nuestras aduanas, además de que había propuesto a Perú la repartija de Bolivia, lo que el presidente peruano de la Romaña no aceptó. El tratado fue impuesto por la fuerza de los cañones chilenos, cuando el ejército boliviano estaba reducido a unos cuantos regimientos desmoralizados por la derrota de hacía más de 20 años.

De otra parte, el Comandante de las FF.AA. manifiesta algo, que, salvo error de quien recogió la información, nos ha sorprendido. ¿Quiénes de los que se opusieron al Tratado de 1904 fueron asesinados en Bolivia? Porque esa sí que es una noticia histórica. Por lo menos no recordamos los nombres de las víctimas y quiénes fueron los asesinos. Eso no contribuye a esclarecer un episodio tan dramático de nuestro pasado.

Tal como en la Guerra del Pacífico, ¿se supone que en el Chaco también los diplomáticos fueron traidores? Eso, para hablar de las dos guerras en serio que tuvo Bolivia junto a la de la Confederación Perú-boliviana. Porque en la guerra contra el Paraguay nuestro país contó con una pléyade de diplomáticos que nadie podría tachar de traidores, como Elío, Finot, Diez de Medina, Ostria, Guachalla, Costa Du Rels, Anze Matienzo, y varios más. Ni a los políticos que asistieron a las gestiones de paz como Saavedra, Casto Rojas, Zilveti, Baldivieso, Carlos Calvo, Aramayo, Carlos Salinas. Hoy los masisas dirían que eran diplomáticos traidores de la derecha. Tampoco se puede negar, en modo alguno, el heroísmo supremo de soldados como Busch, Bilbao, Ustárez, Jordán, Manchego, Calleja y tantos otros que entregaron su vida en defensa del territorio nacional o que sobrevivieron a la contienda.

Si en 1904, con el ejército chileno listo para atacarnos y con un ultimátum como el de Koenig pendiente sobre nuestra cabeza y la artera amenaza de “polonización”, Bolivia tuvo que ceder el litoral entero, en 1938, también con la nación derrotada por las armas pero de modo menos catastrófico, la nación cedió una gran parte de lo que eran nuestras posesiones en el Chaco porque era el precio del fracaso militar. Ni el más hábil diplomático puede salir airoso de una derrota bélica.

Hay que reconocer, sin embargo, que en la mesa de las negociaciones de paz en Buenos Aires se hizo retroceder al ejército paraguayo un centenar de kilómetros desde la línea de cese del fuego, salvando la zona petrolera, que era lo más importante para nosotros. Es común oír aquello de que si esa guerra duraba unos meses más recuperaríamos el territorio perdido, pero nos olvidamos que finalizando la campaña, el ejército paraguayo, agotado es cierto, seguía asestándonos duros golpes, y la presión argentina y de los neutrales nos agobiaba.

En suma, no se puede afirmar que los diplomáticos sean unos traidores porque debieron ceder territorios luego de las catástrofes sufridas. Los territorios se perdieron en los campos de batalla y de eso son responsables los militares. Si las guerras se pierden, con la derrota se va también el patrimonio. Que no se crea que porque ahora algunos militares están ocupando embajadas muy importantes y consulados claves, nuestra diplomacia va a mejorar. Esa es una superchería. Esperemos que no fuera eso lo que quiso insinuar el señor Comandante de las FF.AA.

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