La venganza que no se cobra
Una de las justificaciones a las políticas duras y represivas que siguen los gobiernos neopopulistas, es que hay que corregir lo malo, pernicioso, malintencionado y perjudicial que dejaron los ‘neoliberales’. Por ello, “castigan” a sus antecesores a los que, además, se acusa como los autores de la pobreza, el atraso y la injusticia que predominan en el país. Así es cómo se entremezclan el odio, la deformación de la historia y el pretendido interés en hacer justicia. Queda, entonces, evidente el afán de venganza por agravios reales o imaginarios. Son los fanáticos, dominados por la soberbia, que no pueden ocultar su índole intolerante y violenta.
Hace algunos años, hubo incitativas para que se depongan enconos y, al fin, se humanice la política. Nuestra historia está signada por cruentos enfrentamientos y por persecuciones y encarcelamiento a los oponentes políticos. También es cierto que la oposición, con frecuencia, fue levantisca y resuelta a la pelea fratricida para alcanzar el poder. Y, cuando lo alcanzaba, incurría en lo mismo que denunciaba: represión y venganza. Esto se ha venido repitiendo constantemente, a la vez que, en las conductas políticas, fueron ostensibles los afanes de dominación,
El retorno recurrente a la represión y a la violencia, no sólo subyace en nosotros, los bolivianos. Esto es compartido –lo que no es un consuelo– por varios países de nuestra región. Esta vez, la práctica inhumana se expresa en las curiosas democracias que, nacidas del descontento popular, se propusieron –y se proponen– eternizarse en el poder. Por todo esto se desatan tensiones permanentes y, así, con los mecanismos públicos a su alcance, los populistas buscan destruir las otras opciones políticas.
Esta constante aparece como un cálculo del autoritarismo. Sí, lo es, pero en parte, pues hay ánimos de venganza –¿quién sabe por qué?– contra los ciudadanos que no comparten las políticas oficiales. Se pretende, con ostensible maniqueísmo, que todos los buenos son los oficialistas, mientras que todos los malos son los opositores.
Esta conducta autoritaria se agudiza cuando hay crisis. Eso está sucediendo ahora en Venezuela: el cuestionado presidente Nicolás Maduro, apelando a toscas acusaciones contra los opositores y Estados Unidos, demuestra, a la vez, el oculto temor de su secta política al ocaso de un sistema que ya se desmorona.
Y, mientras esto ocurre, hay quienes ignoran un notable proverbio español: “no hay venganza más honorable que la que no se cobra”.
(20130529)