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Nuevas cepas de bacterias ladronas

Tanta noticia de nuevas cepas de bacterias que quitan el sueño a científicos buscando vacunas, antes que su proliferación reduzca la población del planeta. Después de charlar con un amigo sobre su experiencia chapareña, pensé en bacterias ladronas que agobian el país.

Cuatro médicos decidieron invertir ahorros en una propiedad cercana a Villa Tunari, que el deceso de un pionero alemán puso a la venta. Con el idealismo de citadinos deseosos de calor tropical y pacú amazónico, pusieron cuantiosas cuotas y ¡adelante!, sin siquiera conocer las 190 hectáreas de selva. Un primer alerta fue la lluvia incesante y que el pescado abundaba más en la ciudad, que en el trópico donde bramaban los ríos que los producían. Luego vino el avisador de la supuesta ganga, entonces mandamás del desarrollo, solicitando su comisión por la venta; a los pocos días le visitó uno de sus pinches, de ésos de favor, no de méritos, que también pedía su tajada. Los galenos metieron más plata plantando frutales y especies arbóreas para las cansadas tierras.

Finalmente cayeron en la telaraña cocalera. Les pidieron cinco mil dólares para dar la venia sindical a sus trámites de saneamiento legal, que les fue negada al resistir la extorsión. De nada sirvió explicar que siendo médicos con pacientes que atender, no podían asistir a reuniones quincenales del sindicato. Pasado un tiempo, 40 familias invadieron los predios, con carpas y accesorios hogareños. Empezaron a tumbar los árboles del “chume” –vegetación secundaria- que quedaba. ¿A quién reclamar?

De haberme pedido consejo, habría informado que la zona es de tierras agotadas, en trópico húmedo con suelos de escasa materia orgánica en lixiviado suelo, donde la magra fertilidad es esquilmada por el cultivo de la coca. Origen, tal vez, del voraz apetito de cocaleros por tierras vírgenes, que tiene punta de lanza en el Polígono Siete en el Tipnis, de invadir parques nacionales en Carrasco, Amboró, la reserva forestal en Choré –y que ponga barbas en remojo el Madidi, así se enoje Harrison Ford, juegue fútbol y le llore a Gardel, como Sean Penn.

Habría narrado de la granja lechera en La Paz, donde siguen orondos e impunes los invasores de la propiedad, que empezaron con la tradición movimientista de churrasco de toros de raza y vacas lecheras de abundante producción. Habría advertido de desvencijadas casas de gringos en el Chaco, que compraron tierras de acuerdo a ley, luego de que su paraíso de añadas de trabajo e inversión, fuera desmantelado al entregárselo a los “originarios”: eran territorios que quizá habían sido quitados a otros pacíficos indígenas. Habría alertado que ya se vislumbraba el vendaval cocalero, de “hoja sagrada” no para hinchar cachetes sino para transformar en polvo blanco, que con asesinatos sin resolver, cazabobos de incautos soldaditos, bloqueos criminales del progreso nacional y marchas cansinas de tontos útiles que ni saben para qué trajinan, habría de golpear la débil democracia boliviana y encumbrar a su líder. ¿Cuántas de estas penosas experiencias pudieran citarse?

La explotación del hombre por el hombre y los abusos de poder que se cometen no son novedad en el devenir del mundo. Al final, como dijo Ortega y Gasset refiriéndose a Roma, “única trayectoria completa de organismo nacional que conocemos”, citando a la ambiciosa Historia romana de Mommsen: “la historia de toda nación, y sobre todo de la nación latina, es un vasto sistema de incorporación”. Acoto yo: con luces y sombras, con idealismo puro y pudrición hedionda, se construye Bolivia.

Me impresionó el diálogo de Colbert y Mazarino en la obra teatral “Le Diable Rouge” (El diablo rojo) de Antoine Rault, durante el reinado de Luis XIV en Francia. El uno observa que para conseguir dinero, hay un momento en que el contribuyente no es engatusado con más impuestos para el Estado. El otro replica que cuando un simple mortal está corroído por deudas, va a parar a la cárcel; con el Estado es diferente, ¿acaso se le puede meter en chirona? Como auquénidos a los que no se pueden cargar más de treinta kilos, es imposible sacar más impuestos de los pobres. En tiempos en que no había paraísos fiscales ni condominios en Miami, ¿para qué agobiar de mayores impuestos a los ricos, si uno de ellos que gasta alimenta centenas de pobretones? La solución es cargar a los sectores medios, esa reserva inagotable de gente que labura soñando enriquecer y temiendo empobrecer.

Hoy en nombre de los ‘pobrecitos’ se perpetran los mayores abusos. Aymara que contrabandean gas y gasolina de ida y de vuelta traen fruta y droga peruana, se escudan en indígenas pobres. Coca-cocaineros se ocultan detrás de infelices bajo el rótulo plurinacional de ‘campesino originario indígena’. La cultura de la ilegalidad se disfraza de comercio informal en urbes donde las aceras parecen de Calcuta. El ‘roba pero hace’ condona a los maleantes de cuello blanco que detentan el poder político. La indefensión legal y los rateríos de “pobres” han sustituido a impuestos como medio de explotación de las clases medias.

El Día de la Madre en Bolivia, voceaba el titular de un diario que “Las mamás tienen la mitad de hijos que hace 50 años”. Atribuía la baja de la tasa de fertilidad a que hay más información. Bien. Pensé que algo debe tener que ver la sociedad de ladrones arribistas en que vivimos: ¿para qué traer niños al mundo, desvelarse criándolos, inculcarles ética de trabajo y valores excelsos, si los pícaros se apropiarán de sus bienes?

(20130531)

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