Qué venida a menos está esta palabra. Ni hablar siquiera de los trabajos de Hércules, de la expedición de los Argonautas, de Teseo, de Eneas, de Héctor y Aquiles. El mito, sí, como representación de valores que se necesitaban para adquirir esa casi imposible condición.
En Bolivia, héroe es cualquiera, y los plurinacionales tienen un prurito afrodisíaco por serlo; basta dar un par de pasos en falso, decorarlos con discriminación, lacrimosa historia del indio, y listo, ya está. Héroes los pobres soldados, que por vivos o por cojudos de cuando en cuando cruzan las líneas fronterizas con Chile. Luego los muestran, amilanados, decaídos, inválidos, hasta que vuelven a la patria y se transforman en gallitos catalanes, bravucones. Típico.
Héroe el presidente plurinacional, a su retorno, con la seguridad de su soporte moral y “político”. Mientras tanto, en Viena, conejo asustadizo que tiembla, y es comprensible, porque podía haberse quedado flotando en el vacío, sin combustible, para entrar en el Nirvana aymara sin escalas. Cosa que no desea porque acá se está óptimo.
La malintencionada izquierda -entre comillas- goza y medra con los escandaletes. La Kirchner echará aullidos de loba; Maduro, antológico como siempre en su rebusque de un análisis que no se le presta. Si aparece Correa, fruncirá las cejas y en falsete característico cantará sin el talento de Juan Gabriel pero con aires de dramón. Caso aparte, este, el del ecuatoriano, que con el asunto de Snowden chilló como primeriza y de pronto calló. ¿Qué tendrá la CIA en su file para que hiciera chitón? Y es que estos gringos todo lo saben: quien vende, quien traiciona, trafica o roba. Lo tienen guardado porque comerciantes son. En el momento preciso ponen sus productos al aire y caen cabezas sin el tenebroso chirrido de la guillotina.
El problema no radica en cómo trató Europa al líder indigenal. Sabemos que la línea no va por ahí. Al contrario, Morales debiese estar agradecido por cuanto la democracia occidental europea hizo, y hace, en su beneficio. A través de las oenegés lo levitaron hasta el cielo en que descansa, mullido y bien alimentado -sobran imágenes- por la comida que le dieron los amos. Seamos claros, este, el presidente, no es adalid de soberanía ni de nada. Colonialista disfrazado de indio, fiel sirviente del capital internacional en sus dos versiones, blanca y oscura, ha asumido el rol natural de idiosincrásico caudillo de un pueblo que se arrastra, gatea, balbucea, y ruega. Lo abyecto jamás alcanzó los niveles que tiene con la mentada, y falsa, plurinación.
Los intelectuales de “izquierda”, cobardes como caracterización inequívoca, cantan loas al supremo. De la farsa están comiendo muchos, y ahorrando. Total, y desnudan con esto su faz colonial, a quién le importa la “indiada”. A ellos, por supuesto que no. Es más, cuando se vayan lo harán con aire de humanistas, porque tiraron migajas de perro, bonos de los que se secuestró la mayor parte, a los miserables.
Cuesta creer que gente inteligente cae en el embrollo y agita una tonta indignación ante un hecho cuya única consecuencia importante es haber indicado al mandarín boliviano que se lo observa, que pasó el tiempo del delirio culposo que tienen los europeos por los siglos de explotación en América.
El mejor ejemplo de soberanía está en crecer y formar generaciones de pensadores y trabajadores, que por lo que creen o hagan obtengan su dignificado espacio en un mundo competitivo. Pero no, vade retro progreso, lo que hace falta es circo, amautas de alasitas soplando en caracoles. Con ello, la permanente del caudillo no se desarreglará y tendremos fiesta para rato.
Solo para decirlo, a pesar del enclenque estatus del vocablo: héroes son los indígenas del TIPNIS, y los que trabajan para comer. Y ahora, la quimba y la segunda. ¡Adentro!
4/7/13
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Publicado en Puntos de vista (Los Tiempos/Cochabamba), 05/07/2013
Imagen: Yue Minjun/Hero here, 2004