El costo de la farra etnopopulista
Hoy cumplo doce años de publicar cada semana mis barlamentos, introspecciones sobre esta Bolivia digna de mejor suerte, tomando como punto de arranque las noticias, aderezándolas con salsa de sardonia: las más de las veces no sabía si reír o llorar al leerlas. El ribete de farra etnopopulista parte de opinar que “el gobierno del cambio” es puro papo, porque en Bolivia todo cambia para seguir igual, o peor.
Lo étnico ha sido burlado en el Tipnis. Mediante la “cantonización” balcánica del territorio nacional inserta en la Constitución de La Calancha, la reivindicación de indígenas ha sido un bluf gubernamental. Mojeño-Trinitarios, Yuracarés y Chimanes, tres “naciones” originarias con título de propiedad del territorio, serán burladas por la continuada invasión de cocaleros y la decisión gubernamental de construir, quiérase o no, el camino asesino del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro-Sécure, que eso, me canso, ganso, quiere decir Tipnis. Alístense y pongan las barbas en remojo, otros territorios indígenas y reservas naturales que tienen potencial hidrocarburífero o agrícola-cocalero. La protección de la naturaleza y el indigenismo iniciales han cedido paso al desarrollismo a ultranza.
El populismo es la rúbrica de este Gobierno. Su guardia pretoriana son los cocaleros; las tropas de choque, “quechuaimaras” tal vez aviados por el Gobierno. Afinarán procesos populistas que llenan plazas y avenidas con ignara plebe y burócratas medrosos de memos y descuentos. Crearán más entes públicos de supernumerarios, mientras el Gobierno atenderá pedidos de gremios que tengan capacidad de bloquear y paralizar urbes: transportistas piolas engordados con subvenciones, “chuteros” vivillos de amnistías que llenan calles y avenidas de carros de tercera, matuteros millonarios mimetizados en gremios de venteros.
Los entendidos dicen que la economía es el eslabón débil de la cadena de desaciertos. En el 2009, preguntaba a cuánto ascenderá el costo de la farra. Le puse símil festivo porque los bolivianos gustamos de fiestas y “entradas” alcohólicas, digo, folclóricas. No tocaba costos intangibles, como el encono atizado por este Gobierno entre regiones y gentes de un variopinto país. Tampoco lo que costará deshacer las fábulas populistas. Ni siquiera costeé perder la ocasión de hacer de Bolivia nodo energético y vial en la América del Sur, en vez de su vergonzoso balancín entre ser Afganistán andino o mero país tapón.
Hablo de dinero contante y sonante, de divisas que harían posible el progreso de los bolivianos. Los vientos soplaron ingresos y reservas inéditas, no porque hayan aumentado índices productivos, o mejorado su eficiencia. Tomemos el sector hidrocarburífero. Quizá este Gobierno mejoró términos contractuales del gas natural, pero ¿cuánto cuesta la sequía de inversión en explorar y extraer, por el gustillo populista de endiosar una “nacionalización” prematura?
Recuerdo la “nacionalización” de Transredes. ¡Qué nacionalización ni qué ocho cuartos! Fue comprada por $250 millones de verdes. Tenía un pasivo de $200 millones también asumidos por el Estado: según el mandamás de YPFB será cargado al flujo de caja, como si tal fuera un agujero negro que no afecta la edificación o mejora de hospitales y escuelas.
¿A qué cuenta cargarán los tres años de retraso y concluir al doble del costo la Planta Separadora de Líquidos de Río Grande? En todo ese tiempo han seguido exportando gas rico en licuables a costo cero a Brasil, cuyos componentes luego se importan, procesados, a precio varias veces mayor. ¿Quién paga la chambonada de cobrar de $100 millones a $180 millones de dólares anuales (de acuerdo al poder calórico) desde 2007, y renunciar al cobro de licuables asociados al gas natural (gas rico), cuyo valor oscilaba entre $800 y $1.100 millones de dólares anuales a precios de 2009? Quizá estemos pagando el pato de la boda, por la arrogancia mussoliniana con que el Presidente irrumpió con tropas militares en instalaciones civiles de Petrobrás. Despotrican contra el “Imperio”, ¿por qué no se habla también del poder hegemónico que no detiene la construcción de tres grandes complejos petroquímicos, con gas boliviano cuyos líquidos se venderán a precio de gallina muerta?
No alcanza la nota para glosar tantas chambonadas y escasos logros. El mismo primer mandatario se queja de su política de nacionalizar recursos no renovables y convertir las firmas privadas en empresas estatales con decretazos. Su cuestionamiento se centró en cavilar “para qué vamos a estatizar nuevos centros mineros, si no van a rentar a Bolivia, si no van a mantener a Bolivia”. Pero lo que reflexionó sobre Huanuni en quiebra pondría en la Central de Riesgos a las estatales, creadas, nacionalizadas o en ciernes.
Este es un mundo de mierda. No hay recetas fáciles e inmediatas. No se crea en charlatanes o en salvadores de la patria. La incultura y la corrupción en Bolivia permiten el saqueo de sus recursos naturales. Miren la pobreza de siempre que llena calles de indigentes; lacérense con nosocomios convertidos en antesala de la muerte; visiten el campo y conduélanse de la miseria. Y hagan suya la exhortación del Papa latinoamericano a los jóvenes: “hagan lío, salgan a las calles”. Es época en que la expresión masiva de personas cansadas de abusivas clases gobernantes, en Brasil motivó la anécdota del bus donde una dama estornudó, alguien dijo ¡salud!, varios corearon ¡educación!, y todos cantaron el himno nacional. Es la única esperanza.
(20130801)