Evo y Cala: el poder de escuchar
Ismael Cala, casi sin hablar, ha descubierto mucho en menos de una hora, y a una hora en la que posiblemente estaríamos dormidos. A las 5:20 del sábado 10 de agosto entrevistó al presidente de Bolivia. No fue fácil. Pero quedó muy claro: a Evo le gusta hablar y Cala prefiere escuchar. No es cuestión de estilo, transmiten con franqueza lo que son; lo que han vivido, cómo han asimilado sus experiencias, felices y dolorosas; la fortaleza de sus ideas, el crecimiento y el estancamiento personal.
Evo está agotado. Una agenda llena, al extremo, ¿con qué fin? Como reclamando comprensión enumeró las actividades de los últimos días; tiempo “ni para dormir”. De a minutos va robando el descanso. ¿Cómo lo mantienen en pie, o despierto? Mientras, ¿quién gobierna? Los sistemas de estimulación naturales se agotan. ¿Está en forma, psíquica, emocional e intelectualmente el Presidente, sometido a ese ritmo, y por cuánto tiempo?
Durante la entrevista estuvo incómodo. Con dificultad buscaba coherencia y fluidez en sus explicaciones, no respuestas, porque al inicio no dejó espacio para preguntas; no dio chance. El disgusto, por lo que fuera, tiene tantos motivos, le saltó a la cara. Mientras uno hacia esfuerzos por sonreír, al otro le corría un cúmulo de sentimientos negativos que le invadían y corrompían el ánimo. ¿Preguntará por Pinto, la situación de la compañera Cristina, el estado de Maduro, el narcotráfico, caso terrorismo, la extorsión judicial o sobre la corrupción? Pero el comunicador cubano-norteamericano le regaló un libro. Cómo se le ocurre; ¿sería intencional? Es un obsequio de $us 13.26, ¿acaso no sabe que se mueve en un avión de 40 millones de los mismos verdes? Que ha hecho lo posible por seleccionar autoridades y asesores cercanos haciendo casi mofa de la meritocracia. Él se rodea de leales, es la experiencia sindical. Para arreglar los desaguisados tiene a disposición una runfla de letrados que “para eso han estudiado”.
El intelectual frente a Evo. Los dos provienen de familias pobres; nacen en naciones donde la pobreza es la norma y los goces que ofrecen la modernidad o la riqueza está restringida a pocos. Han vivido bajo modelos sociales y políticos distintos aunque los resultados parecen idénticos; la diferencia está en el futuro. Desde la llegada de Fidel Castro la isla vive y come utopía, todo por la revolución. A lo que va Venezuela, Bolivia todavía. Como estudiante de Arte el cubano sobrevivió “con un poco de arroz blanco y huevo hervido”. Hasta convertirse en un “universitario brillante con un único par de zapatos agujereado”, como tantos en Bolivia. Evo, por su parte, decidió ir a buscar fortuna en los cocales del Chapare, escapando de la dureza que parece sin remedio de la puna andina.
Entre golpes y zancadillas, destino parejo, pero Cala siempre apostó por la libertad de elegir. En “El poder de escuchar” están los trazos autobiográficos que nos hacen una vez más meditar sobre la fuerza o el poder de la libertad. Libertad tan preciada, que valoramos cuando la perdemos: es como una marca en la cultura, en el sentimiento y en las prioridades de los pueblos. ¿Estamos dispuestos a morir por rescatarla? En la historia, solo los esclavos compran su libertad.
Palacio de la Revolución, 1990. Cala asiste con otros jóvenes universitarios a una recepción oficial y allí vivió “una experiencia surrealista”. Sus ojos se posaron sobre todo tipo de manjares, vinos y licores: “entendí que no había una sola Cuba, sino varias, y tomé conciencia de que tenía que tomar las riendas de mi propia vida”. En el país de las “misiones”, los que van y sirven o mueren “por sus ideales”, no disfrutan ese palacio. Es la realidad que se refleja a una sola mirada, o en una simple foto cualquier día, en cualquier esquina. Cala hizo lo imposible y salió con una cámara fotográfica y unos cuantos trapos a estudiar Comunicación a Canadá.
“Esa noche entendí cómo vivía la Cuba poderosa”, donde llega Evo presidente. ¿Por eso dijo de él, con rabia, “un latino sin identidad y sin principios latinoamericanos”, que “se escapó de Cuba”? El cubano sonríe, aunque el gesto se le endurece. Está allí para escuchar al presidente del Estado Plurinacional. Solo los cobardes se quejan, dijo el mismo Evo. Si repite “en Cuba no hay democracia”, como lo hizo un colega de CNN, a lo mejor de nuevo Evo se va del set, irritado y sin despedirse.
Consigue que Evo se sienta fuerte. Y cerrará el programa suavemente, con cosas sabidas. ¿Repetirlas?, solo para mostrar contradicción. ¿Y los indígenas?, sabe de la dirigencia secuestrada resistiendo a una orden de apremio motivada por el gobierno; hacen siete años sirvieron de bandera. ¿Cómo fue lo de Viena? Ud. Presidente decía no saber si estaba “retenido o secuestrado”. ¿Fue al Vice, presidente en ejercicio, que se le ocurrió “denunciar ante el mundo que el presidente había sido secuestrado por el imperio”? La entrevista fue pactada antes del “secuestro”, pero, para distender el ánimo es buen tema. Y darle oportunidad de estrellarse contra el capitalismo, el imperialismo y los neoliberales. Los que atiendan al programa, “en directo, sin edición, como él lo ha pedido” sacarán sus propias conclusiones. Si Correa hizo lo mismo que los europeos con Porfirio Lobo, también se sabe.
Sonreír y escuchar, “dar prioridad a la persona que tenemos delante”, “a escuchar antes de hablar”; gran lección, en especial para los que desean formarse como comunicadores. El set, el diario, la radio, el Facebook, los tuit, cualquier medio, cumple la función de acercarnos y facilitarnos la comunicación, quizás, mejorando la información mejor calidad de democracia, y para enriquecer espiritualmente la sociedad. Los medios no deberían servir para insultar, gritar, mentir, para demostraciones de cuanto no se sabe o la explotación de aquellos célebres “bajos instintos”. Del libro de Cala “Nunca aprendí nada mientras hablaba”.