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¡SON NUESTRO ÁRBOLES!

arboles

El Gobierno Municipal ha emprendido un ambicioso proyecto de embellecimiento de la ciudad con inversiones sin precedentes en parques y jardines, cuidando muchos detalles que pueden ser orgullo para los patrocinadores y debe ser reconocido por la ciudadanía. Pero al mismo tiempo es triste observar y reconocer que “collas y cambas” arremeten sin misericordia contra los árboles, especialmente los grandes y frondosos, con argumentos de limpieza, más seguridad, por cuidar las aceras, etc. Vale la pena analizar el tema.

Canberra, la capital nacional de Australia, se estableció en 1911 en una planicie sin árboles a excepción de algunos bosques de eucaliptos. Los árboles maderables fueron devastados hacia 1820 por la necesidad de tierras para pastoreo, pero al comenzar el desarrollo urbano se estimuló a los residentes para que reforestaran el área y la gente respondió. La ciudad, con una población actual aproximada de 300 000 habitantes, ahora cuenta con muchos árboles de buen tamaño alrededor de sus viviendas y de otros 400 000 en parques públicos y bordeando las carreteras. ¡Belleza!

Por un lado, de la arboleda se obtienen muchos beneficios en relación a la contaminación ambiental: mejoran los climas urbanos extremos, mitigan las islas de calor, almacenan y secuestran carbono, reducen la contaminación acústica, mejoran la calidad del aire y del agua, disminuyen la temperatura de los vehículos estacionados, reducen la volatilización del betún del asfalto, y reducen el consumo de energía para calefacción o refrigeración disminuyendo así la necesidad de más fuentes de energía. Además tienen otros: contribuyen a la estética, a la belleza del panorama y a la amenidad visual, realzan la arquitectura de los edificios, aumentan el valor de las propiedades, aumentan la privacidad, disminuyen los reflejos, atraen y aumentan el turismo, proveen oportunidades para la recreación y el esparcimiento al aire libre, contribuyen a la salud y al relajamiento de las personas reduciendo así los niveles de estrés y de ansiedad, protegen aves y otras especies silvestres, y son una fuente de madera. ¡Mejoran la calidad de vida!

Estos beneficios están relacionados con el tamaño de los árboles ya que los más grandes tienden a extraer y almacenar más dióxido de carbono de la atmósfera, tienen mayor superficie foliar para atrapar contaminantes del aire, dan más sombra y mayor protección en caso de lluvia. Los árboles urbanos suelen ser más grandes que los árboles rurales, y por ello son más efectivos. En Estados Unidos un árbol urbano almacena cuatro veces más carbono que un árbol rural. Cuando se los planta con la intención de que brinden sombra a las viviendas y a los edificios, disminuyen mucho la cantidad de CO2 liberado a la atmósfera por la combustión de combustibles fósiles requeridos para generar energía. Se estima que los árboles urbanos reducen 15 veces más el CO2 de la atmósfera que los rurales.

Con semejante ventaja en términos de carbono secuestrado de la atmósfera por árbol plantado, la “reforestación” de las ciudades es una manera efectiva para que gran parte de la población del mundo haga una positiva contribución personal a lo que algunos consideran un potencialmente catastrófico calentamiento global. Está claro que, hasta para aquellos que no consideren necesario hacer tales esfuerzos porque no creen que el calentamiento de los dos siglos pasados hubiera sido producido por la actividad del hombre, o que las emisiones de CO2 producidas por el hombre tengan algún impacto sobre el futuro clima de la tierra, el plantar árboles urbanos tiene suficientes ventajas como para reconocer la importancia de hacerlo. La intención de enverdecer las ciudades del mundo, empezando por la nuestra, debería ser un objetivo común. No es para beneficio de los empleados de Parques y Jardines sino de todos nosotros, y deberíamos apoyar esta causa con entusiasmo.

En conclusión, debemos empezar por cuidar los árboles existentes. Parece una manía el tumbarlos sin criterio y por supuesto, sin autorización, para muchas veces construir luego ridículas edificaciones y sin un entorno apropiado. Pero arboricemos con árboles frondosos, de los que tenemos tantas especies y tan hermosos (existe una guía elaborada por la HAM) y evitemos las famosas y raquíticas palmeras. Hay que convencerse de que si hoy Santa Cruz florece en primavera podemos hacer que florezca todo el año. Las futuras generaciones lo agradecerán. ¡Los árboles son nuestros!

*Bioquímica y Presidente del ICEES (www.icees.org.bo)

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