EJEMPLOS QUE ALIENTAN
Inexplicablemente los medios se han ocupado muy poco del triunfo electoral del hondureño Juan Orlando Hernández, candidato del Partido Nacional, quien derrotó a la postulante izquierdista Xiomara Castro, esposa del ex presidente Manuel Zelaya, ferviente admirador y vasallo del finado caudillo venezolano Hugo Chávez Frías. Las razones de esa ausencia de información se deben a que Honduras es una nación lejana, ausente de nuestro interés, violenta y pobre para colmo. Es en América Central lo que Bolivia en el sur americano, aunque a salvo del populismo demagógico, lo que nos diferencia en su favor.
Vencer a Xiomara Castro ha sido entonces derrotar a Manuel Zelaya, su marido y mentor. Es comentario general que el poder detrás del trono lo hubiera tenido Zelaya, lo que era muy peligroso para la débil y titubeante democracia hondureña. Zelaya, en la línea de Chávez, como los Castro, Ortega, Correa, S.E. el mandatario boliviano, y en cierta forma la propia Cristina Kirchner, decididos partidarios del foro de San Pablo, iba llevar a los hondureños, con los engaños de siempre, a la eternización de su familia en el poder, manipulando la Constitución.
Por tratar de burlar la Carta Magna, a Zelaya lo pusieron de patitas en la calle y de nada valieron sus jeremiadas y amenazas lanzadas desde la embajada brasileña en Tegucigalpa donde se refugió abusando de la hospitalidad de sus anfitriones. Nada que ver con el caso del senador Pinto, asilado en la embajada de Brasil en La Paz, a quien no se le permitió ni abrir la boca durante más de un año, y tuvo que huir de su encierro gracias a la compasión de unos corajudos diplomáticos brasileños. Qué trato distinto entre uno y otro huésped.
Lo más importante de estas últimas elecciones es que se vislumbra que el prorrogismo en América latina está en declive. La muerte de Chávez fue el golpe más duro que pudieron recibir los “quedadizos” partidarios del Socialismo del Siglo XXI. Chávez ya había gobernado durante tres mandatos y ganado su cuarta elección con un pie en la tumba, sólo por el hecho de demostrar su poder hasta el final. Dudosa victoria fue la que obtuvo, pero aceptada por Capriles. Ahora, a su segundón, Maduro, se lo calificará de prodigioso si concluye su gestión plagada de anécdotas infantiles. Por supuesto que nadie pensará jamás en que pretenda ir a una reelección si hace aguas por todos lados en tan solo unos pocos meses de administración.
Ni siquiera las dádivas a manos llenas, los bonos, la propaganda masiva y cara, la utilización de los bienes del Estado y hasta los discursos plagados de falsificaciones históricas, todo hecho en nombre del pueblo y dizque para el pueblo, podrán doblegar la decepción de una nación que seguramente creyó cándidamente en un cambio auténtico y se encontró con nuevos ricos de la noche a la mañana, con una nueva burguesía “miamizada”, con equipos gubernamentales ineptos que, en su afán estatista, no solamente espantaron la inversión extranjera sino que están matando, día a día, la escasa industria venezolana, que ya tiene que importar hasta el papel higiénico desde que Maduro asumió el mando.
Otro fenómeno digno de tomarse en cuenta en esta deplorable manía de modificar leyes y constituciones en busca de la permanencia en el poder, ha sido el producido en Argentina. La señora Cristina Kirchner, que transita por su segundo período de gobierno, y aspiraba a un tercero, previo arreglo en el Congreso, sufrió un revés el mes pasado, de cuyo resultado electoral ya no puede aguardar planes de permanencia en el mando. Esa es otra señal muy favorable para detener la fiebre reeleccionista de algunos caudillos que dicen ser convencidos demócratas pero que utilizan el poder para tratar de perdurar gobernando todo el tiempo que les sea posible.
Hoy quienes siguen forzando las elecciones sucesivas modificando o interpretando sus constituciones son Daniel Ortega, Rafael Correa y S.E. el presidente de Bolivia. Ortega va por su segundo período seguido, aunque ya lleva tres de forma discontinua. Correa haciendo malabares constitucionales recorre por su segunda gestión consecutiva sin que nadie apueste a que sea el último. Y S.E. ya se encargó de anunciar que se sacrificaría nuevamente por el bienestar del pueblo y se encamina a su tercer mandato contínuo, ante unos adversarios paralogizados que en vez de no permitir que se desconozca el mandato de la Carta Magna y la palabra empeñada de S.E., han optado por poner su cabecita en la guillotina obedeciendo el fallo de un Tribunal Constitucional nada confiable.
¿Cómo no va a ser alentador y ejemplar que en un país pequeño y pobre como Honduras haya habido quienes detengan la fiebre reeleccionista empujada por el Foro de San Pablo? ¿Cómo no admirar que se corte en seco el abuso con la paciencia de la gente?