2013: OTRO AÑO INTRINCADO
El gobierno del Movimiento al Socialismo (MAS) tiene la habilidad (o la procacidad) de cometer errores graves y enmendarlos con dinero o con promesas. Cuando la popularidad del presidente Morales cae bruscamente por efecto de un desacierto notorio o de la decepción popular, de inmediato se hace un anuncio público o se decreta una ley que amortiza la caída, se sacrifica a quienes puedan ser culpables o no del desaguisado, y se retoma admirablemente el dominio de la situación. La medida tiene que ser inmediata e impactante aun cuando el costo para el Estado sea muy alto, porque lo importante es no ceder la iniciativa y modificar el crítico escenario cuanto antes.
Ninguna administración en lo que va de la etapa democrática ha tenido la destreza para remontar el vuelo cuando se había perdido altura y parecía inminente el desastre. No cabe duda de que existe un equipo estratégico ágil para adoptar decisiones en la cúpula palaciega. Algo inédito comparado con anteriores gestiones lerdas y torpes. La movida práctica, la improvisación para salir airosamente del mal paso, ha sido, como sucede desde el 2006, la tónica del masismo durante este 2013 que se va.
Las marchas, los paros, las huelgas y las protestas, tal vez han sido mayores que durante los llamados gobiernos neoliberales y todo se ha sorteado sacrificando al ciudadano que es quien paga al final. Temas peliagudos como el narcotráfico, irrespeto a los derechos humanos, pasando por la inseguridad ciudadana, el sometimiento de la justicia y la judicialización de la política, los avasallamientos de tierras y minas, la pugna internacional con Chile, y sobre todo la candidatura a la re-reelección para un tercer período del presidente Evo Morales, han sido conjurados con dinero, promesas o embustes.
Es innegable que durante el año 2013 el montaje informativo y propagandístico del gobierno se ha desarrollado con mayor acierto. La experiencia y los inagotables recursos económicos no sólo han podido emitir mensajes oficialistas positivos a los hogares bolivianos sino que también han llegado al exterior. Como ejemplo, curiosamente, cuando en Bolivia todos saben que la sobreproducción de hoja de coca y por lo tanto el narcotráfico, están en su auge, desde el extranjero las expresiones son tibias. Es comprensible que los organismos internacionales ni regionales quieran enfrentarse a un gobierno legalmente constituido, pero este año, más que en los anteriores, se ha podido advertir mucha tolerancia en la materia y hasta cierta complicidad en algunas instancias.
Algo similar ha sucedido con referencia a los éxitos económicos, difundidos por los medios estatales como logros espectaculares, cuando es bien sabido que la bonanza se debe esencialmente a los altos precios actuales de las materias primas más que al aumento de la producción. Si esa es la medida del éxito exportador del 2013 habría que opinar lo mismo de la mayoría de las naciones latinoamericanas beneficiadas por sus “commodities”, cuyas economías han crecido tanto o más que en Bolivia.
Un fenómeno creciente en el 2013 que ha sentado presencia en el país ha sido la inseguridad ciudadana, no sólo amenazada por los propios encargados de administrar justicia, sino por una desbocada delincuencia común que provoca víctimas diarias de inaudita brutalidad. Lo primero, la administración de justicia, es culpa del Ejecutivo y de la mayoría parlamentaria por los nefastos experimentos eleccionarios que promovió para elegir tribunos afines al partido de gobierno; lo segundo el crecimiento del bandidaje se puede atribuir a otros factores más, pero, sin duda, existió incapacidad para detener el crimen o aminorarlo echándole un cerco al narcotráfico, germen principal de la violencia desatada. Se sabe, además, que el sistema carcelario ha demostrado falencias sin cuento que provocaron víctimas fatales a lo largo del año.
Sin embargo, lo más destacado durante el 2013, ha sido la confirmación de la tercera candidatura consecutiva a la presidencia de Evo Morales Ayma. Eso convulsionó el ambiente político y fue motivo para que los opositores mostraran preocupación. Se sabía que el primer mandatario haría lo posible para terciar a una re-reelección, pero no se podía vislumbrar la forma que se utilizaría para burlar la Disposición Transitoria Primera de la Constitución. El asunto se zanjó aprovechando la mayoría parlamentaria y la docilidad del Tribunal Constitucional. El TC manifestó, en líneas generales, que la reelección no transgredía la Carta Magna y que habiéndose realizado la refundación del Estado Plurinacional, los mandatos anteriores al año 2009 no contaban.
Peligrosamente se cierra el año 2013 en Bolivia, con gobernantes que están decididos a dejar sus restos en el Palacio antes de abandonar el poder, lo que desvirtúa totalmente el concepto universal de democracia, donde la alternabilidad en la conducción del Estado y el respeto a las minorías son esenciales.