MAQUIAVELO SE CONFIESA
La relectura del libro, cuyo título reducido encabeza este artículo: “Maquiavelo en el Confesionario, no puede mentir”, escrito hace veinte años por el escritor boliviano Carlos (Charlie) Martin, es una forma original de presentar el contenido del famoso libro “El Príncipe”. Martín dedicó años de su vida a estudiar esta obra y los elementos históricos necesarios para su cabal comprensión. Su intención es darnos a conocer lo substancial que enseña Maquiavelo sobre lo que es la política, en el periodo 1470-1520.
Esta relectura reflexiva me permite llegar a la conclusión de que esta obra, “El Príncipe”, calificada de maestra, nos enseña lo que es la política en todos los tiempos, claro está con los matices de la historia. La política es la toma del poder por élites para imponer su voluntad sobre los demás, por cualquier medio, una vez que se busca un fin, “luchar por la causa” dirán algunos, y se señalan los objetivos correspondientes, que son los que quieren alcanzar las élites. No necesariamente quién gobierna ejerce el poder.
Los medios que se utiliza en política son muchos y variados como son: la inteligencia, la mentira, astucia, apropiación de la riqueza ajena, uso de amigos, ambición, maldad, perversión, traición, engaño, fingir, sobornar, asesinar, negociar, despertar codicia, alianzas, admiración, adulación; ubicación del enemigo para destruirlo, neutralizarlo o utilizarlo; atemorización y uso de la fuerza; servir y servirse del gobernante y del gobierno, etc.
La ambición es básica para alcanzar el poder. También lo es la inteligencia pero no debe ser tan grande porque en ese caso no se cae en la ambición. Hay que estar con el vencedor. “Si eres afable, dotado de buena memoria, has viajado mucho, sabes lo que acontece, eres de buena presencia, intrépido y elocuente”, puedes ser político. “Ay de los que tienen prisa, que no saben esperar, que no ven el futuro, la gran ambición del guerrero lo pierde por lo inmediato. Este mundo es de los que sabemos esperar, imprescindible virtud sacerdotal.”
El poder históricamente fue ejercido por los sacerdotes y los guerreros. La historia la hacen y la escriben las élites. Estas se reemplazan en el tiempo, producto de sus luchas, aciertos y desaciertos. El político exitoso no es cualquiera, se requiere de ciertas cualidades que tienen los sacerdotes. Martin dice: “El sacerdote es un hombre de extraordinaria calidad humana, mentalmente es superior a los demás, por esto impone su voluntad, obtiene el poder. Se presenta en nombre de Dios ¡¡Que poder!! El guerrero no tiene miedo a la muerte, ¡¡Que poder!! El comerciante es el hacedor del dinero. ¡¡Que poder sabe dar el dinero!!”
El poder no se concentra en alguien, aunque los jugadores políticos, en todos los tiempos, ambicionan lograrlo. Así enseña la historia. La llegada de la democracia liberal busca domesticar a la política e impedir la concentración del poder.
Hoy, se podría sostener que en todo estado -y en el mundo- existen élites que buscan, abierta o veladamente, alcanzar el poder, y que provienen de los intelectuales, de los militares y de los empresarios. En mi opinión, la búsqueda del poder obliga a una alianza de elites que corresponden a estos tres estamentos. Entre estos están, según Maquiavelo: “los que entienden por sí mismos y merecen la calificación de ¡excelentísimos! Los que entienden cuando se les explica y merecen la calificación de excelentes. Y los que no entienden por sí mismo, ni cuando se les explica”. Sin embargo, cada uno de ellos tiene su rol en la política.
No es casual que quienes se dedican a la política provengan principalmente del mundo intelectual “activo”, llámense abogados, sociólogos, politólogos, medio-ambientalistas, economistas, antropólogos, comunicadores y todos los dedicados a lo que se denomina “ciencias sociales”. Son los modernos sacerdotes que aportan con las “verdades” para alcanzar el poder. Esta gente no tiene miedo de exponer su ideología, cuando está en la oposición, incluso poniendo en riesgo su vida. Además, si no viven de y para la política, ¿de qué van a vivir?
El gran político “no tiene miedo a la pobreza ni le espanta la muerte.” Es capaz de ordenar el destino, escenario donde los hombres comunes son sumisos.
El gobernante debe informarse por medio de la gente de talento, personas geniales, no por hombres inferiores que tergiversan la verdad.
El castigo debe ser justo, de lo contrario se crea una sociedad de mentirosos, que rehúyen el castigo.
También están los poseedores de las armas: Mao Tse Tung dijo: “Nadie se sienta sobre las bayonetas”. Maquiavelo dice: “¡Ay los guerreros!, están convencidos que todo les está permitido. No entienden que el sacerdote alcanza el poder porque somete a su cuerpo, se domina a sí mismo, porque perfecciona el raciocinio, observa con detenimiento los fenómenos que le interesa y está en condiciones de vislumbrar el futuro.”.
Hay los que solamente entienden la guerra y no la política. El imbécil es el que es capaz de hacer lo que no entiende, pero también es necesario en la política.
Y, están lo que ahora se denominan los empresarios -antes los comerciantes- porque son los creadores de riqueza. Sin ellos no es posible alcanzar ni mantener el poder. Sin la riqueza que generan las empresas no habrían los recursos necesarios para el soborno que requiere la actividad política, para desprestigiar y asesinar al enemigo, o para financiar la guerra, que acertadamente Clausewitz la calificó como: “la continuación de la política por otros medios”
La Paz, 21 de marzo de 2014