Todos estamos en carrera
El otro día una pichocha me espetó un ¡viejo ‘e mierda!, porque manejando lentamente mi carro le bloqueaba su raudo tránsito. Ayer me hizo sonreír con sorna que el Presidente reconociera que hace unos años estuvo a punto de mandar al Legislativo una norma que prohibiera a mayores de 60 años ser electos para ser autoridades del Gobierno. Los ex mandatarios se quedaban dormidos durante sus reuniones, dijo, sin precisar si era por sus atravesadas peroratas con el dedito admonitorio, o por las juntas de madrugada con viejitos que quizá terminaron su día anterior a la una de la mañana.
Con el dígito siete a cuestas, me sentí aludido. Entonces recordé que me desmayé en la misa del primer día de clases, en tiempos en que se ayunaba para recibir la comunión. Habíamos subido cinco pisos a la capilla, el oficio religioso era en latín y encima el cura daba la espalda a la feligresía. Tal vez éramos, como dice Evo, “jóvenes con voluntad y fuerza”, pero más interesaba el recreo y su fulbito, o el albur de un “masco” de la salteña del condiscípulo. No había desayuno escolar, con o sin ratón.
Eso sí, no entiendo: el Canciller desdeña los libros como su ‘jefazo’, pero lee en las arrugas de los ancianos. ¿Será que los ‘achachis’ compensan con experiencia y sabiduría lo que en los años perdieron de voluntad y fuerza? Entonces mis conjeturas migraron a temas más pedestres: el Presidente se reunía con representantes leales para “afinar” un proyecto de ley y habilitarse como candidato en el próximo período eleccionario. Claro, si los bolivianos aceptasen su reelección indefinida o por un período más, entonces Evo Morales tendría 60 años. Roncaría como cerdito en tempraneras reuniones de gabinete; gustaría de la siesta después de almorzar. Pero es dudoso que su veintena de doctorados honoris causa le hubiesen insuflado sabiduría; mañas de viveza originaria, sí.
En cuatro años más, Evo tendrá en su chuspa quince años de presidente. Estará contento y feliz de volver al trópico cochabambino, aunque de abrir su restaurante tendrá que conseguir otro charanguero. Quizá para entonces el reventón boliviano del ‘Lava Jato’ brasileño le obstaculizaría la re-re-postulación, como a Lula da Silva. El Vicepresidente estaría de catedrático en la universidad Kim Il Sung de Corea del Norte. Tal vez habrían muerto los hermanitos Castro y las hermanitas Terán serían viejas “alzheimerosas”. La Habana sería otra vez imán de turistas estadounidenses, ‘jineteras’ incluidas, y pocos gringos volarían a tours sexuales en Bangkok. Venezuela estaría en reconstrucción. El senador oficialista (¿?) René Joaquino habría logrado legalizar bodas entre personas del mismo sexo, y revistas dominicales tendrían en portada fotos de novias de ambos sexos.
Todo esto a colación de que la organización HelpAge International presentó su Índice Global de Envejecimiento 2015. Quizá por la actitud presidencial respecto a la llamada tercera edad, Bolivia en puesto número 55 bajó cuatro peldaños en cuanto a factores que determinan el bienestar social y económico del adulto mayor: ingresos seguros, salud, competencias (educación y trabajo) y entornos favorables. El último factor es el más desfavorable en el país, situándolo ya no entre los moderados, sino en el puesto 78 de 96 países. La discriminación, los malos tratos, la violencia y la falta de seguridad son culpables, pese a que en el país se han mejorado las normas a favor de la tercera edad.
Es cierto, la población boliviana es joven. Pero quizá es algo que tiene que ver con que llegando a viejo uno se muere nomás, porque escasos son los servicios que prolongan y hacen fructífero prolongar la vida en el país. Es figura en flujo, porque si bien de acuerdo al Censo 2012, adultos mayores es un 8.9 por ciento de la población boliviana, en 2030 los viejitos llegarán al 14 por ciento, y en el año 2050 serán 23 por ciento, Evo Morales incluido.
Bolivia está por encima de países como Brasil (56°), Paraguay (69°) y Venezuela (76°), pero su moderada ubicación de repente tiene que ver con que los viejitos bolivianos somos supermachos, quiero decir valientes y resistentes. Imagínense, Bolivia está encima de Brasil, pese a que el ingreso per cápita favorece ampliamente al gigante vecino, que además tiene samba y mulatas, acoto yo. Sin embargo, la actitud prevalente en el país hacia el adulto mayor vuelve nostálgico el devenir de comunidades antiguas, donde la experiencia y el saber del anciano eran valorados y respetados.
¿A qué vino todo esto? Pues a recordar, primero que nadie al Presidente, que la gran mándala de la vida sigue dando vueltas y a todos llegará la muerte: ¿para qué tanto afán? Agarrando el símil de un aeropuerto, algunos pueden estar en la sala de pre-embarque, sintiendo pena por los pasajeros que están chequeando pases a bordo; otros, quizá orondos porque recién compran pasaje y pesan su equipaje: se regocijan de su juventud al extremo de mofarse de los rasgos de la avanzada edad. Sin embargo, es tonto soslayar lo inexorable, más aún cuando no se sabe cuándo la parca tocará la puerta. La vida es como un hipódromo y todos llegaremos a la meta, unos más antes que otros, en la carrera de caballos que nos toque.