El Bala, el re re desquite de los aplazados
Diego Ayo concluye que “la represa de El Bala es una confesión a cielo abierto, con público incluido, sobre el mayor pecado de este gobierno: se farreó la plata”.
La idea de meterle nomás la represa de El Bala es una confesión a cielo abierto, con público incluido, sobre el mayor pecado de este gobierno: se farreó la plata. Sabíamos que iba a suceder. No se puede chupar hasta las tres, cuatro o cinco de la mañana con banda incluida, sin que llegue el momento fatídico, que todos aquellos que hemos libado alguna vez en nuestras vidas con inobjetable compulsión, sabemos que va a llegar: «se acabó el quibo che, ¿qué hacemos?”. La situación no es sencilla. Siempre queda la salida sensata que reclama retornar al hogar, meterse a la cama y dormir. Pero lo sensato está reñido con una tripa bien abierta. Mis colegas y amigos que han compartido algunos tragos conmigo saben que esa tripa manda. Y hoy nuestro país tiene esa tripa bien abierta. Una década de desenfreno nos ha dejado no sólo infinidad de estadios, sino, sobre todo, algunas mañas.
Una de ellas tiene que ver con querer seguir la joda. No puedes convencer a un ebrio que la plata se acabó. Y hoy los cooperativistas están ebrios. Quieren seguir la fiesta. Son los primeros que se niegan a afrontar el irremediable chaqui. Ya habrá otros. Muchos más.
¿Qué se hace en estos casos?, ¿cuál es el remedio para el chaqui? Pues hay dos vías: una es que te tomes un Alikal y al día siguiente te empeñes por ir a la pega; la otra vía para curarlo, como dice una ilustre villera, consiste en seguir bebiendo, engañando a la indomable resaca. El Bala es eso. Es justo eso: mamarlo al señor Chaqui.
Tomarle el pelo. Hacerle creer que no hay tiempo para lamentos y que la fiesta puede seguir. Van a fallecer millones de células en este trance tanto como van a perecer cientos y miles de especies. Igual va a llegar el chaqui, sólo que con más decesos. Más neuronas que nunca estarán de luto. Todo será igualito nomás, sólo que esta vez con una capacidad mortuoria mayor. Y ese va a ser nuestro chaqui plurinacional: más duro que nunca, con el bosque anegado, los indígenas que viven por ahí sepultados y los hermanos sapos y las hermanas serpientes, a quien nuestro Canciller irá sagradamente a velar, carpidos.
Eso es el Bala: la tarea que no hiciste. Quieres recuperar nota en los últimos 20 días del cuarto bimestre rogando a tus maestros que te den una manito, a tus compañeros que te soplen, a tu vieja que te contrate un profesor que vaya por las tardes o mejor aún, que te ayude a comprar una libreta trucha. Eso es El Bala: la tarea que no hicieron. Repitieron el modelo extractivista que puso en marcha el Virrey Toledo, Aniceto Arce o Simón Pacheco.
Se aplazaron. Pero, al estilo boliviano, quieren su re-desquite y luego pedirán el re-re-desquite. Si la re-elección de Evo en realidad es eso: el re-re-desquite. No diversificaron nada. Importamos más que nunca y de yapa le sacamos la mugre a no más de diez empresas que te contribuyen con casi 9 de cada 10 dólares que se recaudan. Frente a eso hay que echar mano del examen del compañero. Si se queja le partes el trasero a la salida: «pasame tu examen carajo”. Bulin puro. El Bala es eso: bulin puro: «pasame tu amazonas carajo, pasame tus ríos, pasame a tus indios…..”
El Bala es darnos cuenta que nuestros sublimes deseos tienen poco que ver con la realidad. Volvemos al inicio: es 1826, 1827 o 1828. Los oligarcas están angustiados. La Constitución de aquella época acometió una verdadera revolución discursiva: estableció que el tributo indígena desaparecería. Claro, claro que sí, antepasados míos. Claro que sí. A la primera de cambio, sin embargo, con las arcas vacías se pusieron de acuerdo para apelar a lo obvio: «que pague nomás la indiada”. El Bala es este eterno retorno a la indiada pagadera. No generaron fuentes alternativas de riqueza y hoy sólo queda echar mano de los indios, sólo que esta vez con sus pájaros, lagos, tierras. Todito incluido.
Pero no es esto lo más jodido. No. Lo jodido es que el ebrio, el chanchullero, el oligarca actúan con tembladera incluida. Están nerviosos. Y cuando se nerviosean, golpean. Don Evo anda en esas. Ha llegado a un momento de la fiesta en la que hay una tropa de huaruras dispuesta a cagar a palos a los que no hagan vaquita para el trago.
O amollan o ya verán, carajo. Pero ese es precisamente el problema, que algunos ya no queremos seguir haciendo vaca para que estos libadores encolerizados nos sigan haciendo jugar su juego. Y el Bala, aquella represa, es eso: continuar su juego.
Da miedo. Claro que da miedo. No se te ocurra no tener miedo si en algún momento de estupidez pretendes arrebatarle el hueso a tu pitbull en pleno morfe. Quienes rechazamos este nuevo abuso, esta represa magnánima, corremos el riesgo de una mordida atroz. Pero quizás hay que correr el riesgo. Y es que si no hacemos un alto, la fiesta seguirá con Gabrielas y capitales chinos, ordeñando las ubres del Banco Central y nuestras gloriosas reservas internacionales que ya comenzaron su declive y, en una de esas, hasta echando mano de nuestros ahorros que ahora son manejados por la Gestora de Pensiones. La fiesta lo exige y a sus invitados no les da la gana de irse. Van a sacar plata de donde sea.
Y es que el Bala también es eso: una más de las fuentes de acumulación de capital para pagar el fricacho que acaba de llegar a las 5 de la mañana. Es la más grande, sin dudas, pero es una, sólo una.
Hay pues mucho más por perder o cuidar. Comencemos con el Bala.
Fuente: paginasiete.bo